La inteligencia artificial ya decide por vos, aunque no la uses
Edición Impresa | 6 de Noviembre de 2025 | 01:14
Imaginá esto: mandás tu CV. Perfecto. Impecable. Te sentís seguro. Pero el teléfono nunca suena. Un algoritmo ya decidió por vos.
Ni te conoce, ni le importás. Analizó tus datos, tus búsquedas, tus horarios, los de tus amigos, los de tus vecinos. Y, con un clic, te eliminó.
Quizás el sistema se entrenó con datos de empresas que solo contrataban hombres. O tal vez interpretó que tus posteos son “demasiado emocionales”.
Da igual: ya quedaste fuera. Y lo peor: nunca sabrás por qué.
No hace falta que publiques nada. El simple hecho de existir ya te delata. Los bancos usan Inteligencia Artificial (IA) para decidir quién paga. Las aseguradoras la usan para “adivinar” quién choca. Y los algoritmos financieros pueden hundirte el crédito solo porque tus vecinos tuvieron mala suerte o viven en una zona “sospechosa”.
¿Pagaste todo a tiempo? No importa. Si tu barrio figura en rojo, el sistema puede asumir que vos también lo sos. Y cuando te conectás a una red social, la historia empeora: tus clics, tus silencios y tus amistades se convierten en un perfil invisible que te etiqueta sin que te enteres.
No necesitás subir nada: la máquina ya te leyó.
Privacidad: la ilusión más cara del siglo
Para calmarte, te prometen “privacidad diferencial”. Te dicen que tus datos están “anónimos”, mezclados, disfrazados. Mentira piadosa: los patrones siguen ahí.
Apple lo usa. Neflix también. Y así, miles de aplicaciones y servicios. Los algoritmos solo necesitan un detalle, un número, un movimiento. Y con eso basta para identificarte.
La empresa Palantir —sí, la misma que colabora con el gobierno de EE.UU.— creó un sistema llamado ImmigrationOS para rastrear personas destinadas a la deportación.
Cruza datos de pasaportes, matrículas de autos, impuestos, redes y seguridad social.
No necesita saber tu nombre. Solo saber dónde vivís y con quién hablás.
Y va más allá: algoritmos como Lavender y Where’s Daddy? fueron usados por el ejército israelí para seleccionar objetivos de bombardeo en Gaza. Sí, una máquina decidiendo quién vive y quién muere.
Tus datos también contaminan
Tus emisiones no destruyen el planeta. Pero las de todos, sí. Lo mismo con los datos. Compartir los tuyos parece inofensivo, pero cuando todos lo hacen, la IA obtiene el poder de cambiar el mundo. Entrenar algoritmos con nuestros comportamientos puede ser un avance… O una condena. Depende de quién esté detrás de la pantalla. Porque si los objetivos no son los tuyos, la inteligencia artificial puede costarte tu empleo, tu libertad o incluso tu vida.
¿Y ahora quién nos protege?
Expertos reclaman leyes, límites, auditorías. Piden que las empresas expliquen cómo usan la IA, que los algoritmos sean controlados, que las personas puedan defenderse de sus propios datos. Pero mientras los gobiernos discuten, los algoritmos siguen corriendo. Más rápido. Más listos. Más silenciosos.
La inteligencia artificial no duerme, no se equivoca y no se arrepiente. Decide quién prospera y quién desaparece del mapa laboral, bancario o social. Y todo eso mientras vos, inocente, aceptás los “términos y condiciones”. En el futuro, no hará falta que te espíen. Vos mismo habrás firmado tu condena digital.
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