Vivir haciendo números: cuando la salud mental estalla al ritmo que aumentan las deudas
Edición Impresa | 15 de Diciembre de 2025 | 01:19
Hablar de deudas suele reducirse a números, tasas y morosidad. Sin embargo, detrás de la cuestión financiera hay un fenómeno que amenaza en silencio: el impacto emocional y psicológico del endeudamiento cotidiano. La combinación de un contexto económico inestable, salarios rezagados y el acceso masivo a créditos de entidades no bancarias viene generando una tormenta perfecta que afecta no solo los bolsillos, sino también el bienestar mental de millones de personas.
Los datos más recientes del Banco Central muestran un panorama alarmante. Según su informe semestral sobre Prestadores No Financieros de Crédito (PNFC), la suma total que los usuarios adeudan a bancos, billeteras digitales, cadenas de supermercados y empresas de crédito ya supera los 5 millones de pesos por persona. En apenas un año, el monto promedio adeudado creció un 75%. Mientras que el año pasado cada cliente acumulaba cerca de 3,2 millones de pesos de deuda, hoy esa cifra supera los 5,6 millones. Además, el universo de personas endeudadas asciende a 6,2 millones.
En un contexto en el que el endeudamiento dejó de ser una excepción para convertirse en un recurso de subsistencia, la presión económica se traduce en malestar psicológico. Es que lo que muchas veces comienza solo como una dificultad financiera poco a poco va ganando peso emocional y a las presiones presupuestales se le suma lo vincular.
Es que tras las deudas muchas veces se despliegan mecanismos de ocultamiento, vergüenza y aislamiento. Personas que no se animan a contar su situación a sus allegados, que estiran la tarjeta, piden préstamos encadenados y viven una “doble vida financiera”, como si la deuda fuera una identidad paralela que hay que esconder.
Un impacto profundo y sostenido
El psicólogo Mel Gregorini explicó que el impacto emocional del endeudamiento es profundo y sostenido. “Las emociones más frecuentes que aparecen en una persona que se ha endeudado es obviamente la ira, es la principal y la que genera la frustración. Después llega la tristeza, la persona se entristece, no sabe cómo salir y en ocasiones entra en un bucle que termina en cuadros de depresión y ansiedad”, opinó y resumió: “La emoción básica es la bronca, a veces consigo misma, y esa capacidad no resolutiva que genera la cuestión de índole depresiva o ansiosa”.
La irrupción de la vergüenza es otro factor central. Aunque endeudarse es una práctica extendida, sigue siendo un tabú. “Realmente el endeudamiento se vive con mucha vergüenza, como si estuviera mal tomar un préstamo… es ahí donde aparece la vergüenza, la frustración, la angustia de no poder devolver al que te prestó”, señaló el especialista a este medio.
En los problemas económicos la vergüenza opera de igual manera que en otros temas íntimos, “como otros problemas básicos todavía sigue siendo tabú” y ahí aparecen los secretos. “Es que las personas endeudadas también viven con una carga relacionada a no poder afrontar algo que supuestamente debería poder. Siente que no puede sostener económicamente algo que ella misma ha generado y se avergüenzan”, desarrolló Gregorini.
Las mentiras, el engaño y el ocultamiento no son inocuos y pueden derivar en consecuencias graves. “El guardarse en secreto, el ocultamiento, lo tabú, va erosionando no tanto en el afuera, sino en el adentro. Por eso hay muchos índices de suicidio relacionados con mal manejo emocional, de gestión del dinero, que genera esta ‘doble vida financiera’”, agregó. De este modo, una persona que a simple vista puede parecer saludable sin problemas aparentes, esconde detrás una gran carga, no hablarlo evita posibles soluciones como la ayuda de seres queridos o la capacitación financiera.
Atención a los límites
“Es muy finito el límite entre lo que realmente es un endeudamiento saludable para seguir creciendo y cuando es un manotazo de ahogado”, determinó Gregorini.
Pero ese no es el único límite a definir. También hay que prestar atención a cuando la preocupación por la deuda se torna un verdadero problema que afecta la salud.
Entre los signos de alerta más frecuentes aparece la irritabilidad. “El primer indicador es que, antes incluso de mencionar el dinero, se ponen de mal humor, se estresan, no saben cómo gestionarlo, se irritan. El síntoma clave es la irritabilidad ante un tema que para el resto podría ser común”, explicó.
No hay que perder de vista que el endeudamiento compulsivo también es una tendencia creciente en tiempos de crisis. Tomar préstamos en serie, sin detenerse a evaluar la capacidad real de pago, se volvió más habitual.
“El gasto compulsivo aparece cuando la persona no puede frenar. En un año puede sacar 12 préstamos sin ningún tipo de solución a la deuda que tomó” relató y comparó: “Es parecido al juego compulsivo: jugar por jugar. Endeudarse por el endeudamiento mismo, como tapar un agujero negro con algo mínimo, o mejor dicho, tapar el sol con la mano”.
En ese círculo vicioso, el consumo se transforma en un regulador emocional. Gastar funciona como un alivio momentáneo que termina generando un problema mayor. “El lugar que ocupa el consumo es justamente ese: regular. Si uno tiene un gasto saludable, es sano. Cuando sé que no lo puedo enfrentar, que no lo puedo regular, ahí se rompe el sistema de autorregulación emocional. La persona se endeuda porque no sabe gestionar su mundo emocional”, concluyó el psicólogo.
Mientras la economía argentina sigue tensionada y las deudas crecen al ritmo de la inflación, el peso psicológico del endeudamiento se vuelve un tema urgente. Detrás de cada cifra millonaria hay historias reales: personas exhaustas, preocupadas, atrapadas en un laberinto donde el dinero no solo falta, sino que también duele.
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