Argentina ya no es lo que era para las firmas internacionales de supermercados

Argentina cuenta con recursos naturales estratégicos, una población altamente educada y un mercado interno históricamente relevante, pero aun así muchos inversores extranjeros eligen no apostar por el país. La explicación no responde a una sola causa, sino a una combinación de factores económicos, estructurales y de contexto que, en conjunto, deterioran el atractivo para el capital internacional.

Uno de los elementos centrales es la fuerte caída del consumo interno. La pérdida de poder adquisitivo de los salarios, producto de la inflación acumulada, el ajuste fiscal y el aumento de tarifas, redujo de manera significativa las ventas en sectores clave como supermercados y comercios minoristas. Para grandes cadenas internacionales, cuyos modelos de negocio se basan en volumen y márgenes ajustados, un mercado con consumo en retroceso deja de ser rentable y pierde prioridad frente a otros países más dinámicos.

A esto se suma la persistente inestabilidad macroeconómica. La inflación elevada y volátil dificulta cualquier planificación de mediano y largo plazo, mientras que la historia de controles cambiarios, restricciones para girar utilidades al exterior y bruscas devaluaciones alimenta la desconfianza. Aunque algunas de estas trabas se han flexibilizado en los últimos tiempos, el recuerdo reciente de reglas que cambian de manera abrupta sigue pesando en la toma de decisiones de los inversores.

Otro factor determinante es la alta carga impositiva y la complejidad del sistema regulatorio. Argentina tiene una estructura tributaria considerada onerosa en comparación con otros países de la región, con impuestos nacionales, provinciales y municipales que se superponen. A esto se agregan regulaciones laborales rígidas y una burocracia que encarece y ralentiza la operatoria diaria de las empresas. Para grupos internacionales que comparan destinos de inversión, estas condiciones suelen inclinar la balanza hacia mercados más simples y previsibles.

El elevado riesgo país es otro obstáculo relevante. Incluso cuando Argentina logra volver a los mercados financieros internacionales, lo hace pagando tasas muy superiores a las de países vecinos. Esto refleja que los inversores exigen una prima de riesgo alta para compensar la posibilidad de crisis económicas, conflictos políticos o incumplimientos futuros. En ese contexto, muchos fondos y empresas prefieren colocar su capital en economías con menor volatilidad, aunque ofrezcan retornos más moderados.

También influye el escenario global. En un mundo donde las empresas buscan reducir riesgos y acercar la producción a mercados estables o aliados estratégicos, Argentina compite con países de la región que han logrado mayor continuidad en sus políticas económicas y reglas de juego más claras. Chile, Perú, Uruguay o Paraguay aparecen con frecuencia como alternativas más previsibles para inversiones productivas y comerciales.

El resultado de este conjunto de factores es visible en decisiones concretas de empresas multinacionales que reducen su exposición, venden activos o replantean su presencia en el país. No se trata necesariamente de una falta de interés en el potencial argentino, sino de la dificultad para sostener inversiones a largo plazo en un entorno percibido como incierto.

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