Un cónclave que será un hito y la sucesión más ansiada en el mundo

Cuando se cumpla el duelo por la muerte de Francisco, los purpurados se encerrarán a designar al nuevo pontífice

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Reinhard Marx, cardenal alemán

Cuando las puertas de la Capilla Sixtina se cierren tras el histórico “Extra Omnes” y resuene en Roma el eco del voto secreto de los cardenales, comenzará no solo la elección de un líder espiritual, sino otro gran desafío en la Iglesia tras el pontificado de Francisco. A cumplirse el Novendiales —el periodo de duelo de 9 días que concluirá entre el lunes 5 o martes 6 de mayo—, 138 purpurados menores de 80 años, del Colegio Cardenalicio que suma 252 miembros, se reunirán a puertas cerradas en busca de aquel al que, por “inspiración divina”, se le confíe la misión de guiar a más de 1.300 millones de católicos en el mundo, resumió The Conversation para AP.

P. Erdő, arzobispo de Budapest

MAPA REFORMULADO

La fórmula del ritual es conocida: latín, silencio, humo. Una vez entonado el himno “Ven, Espíritu Santo” y pronunciado el juramento de secreto sobre el Libro de los Evangelios, cada cardenal depositará su papeleta en una bandeja que deslizará la misma hacia la urna. La quema de votos, al final de cada ronda de sufragio, dibujará ante los ojos del mundo nubes de humo negro, que anunciarán la continuación de la elección; o blanco, cuando la decisión esté consumada... Sin embargo, este cónclave marcará un hito: será el más diverso, con purpurados procedentes de más de 90 países, fruto de la política de Francisco que nombró al 80% de los electores actuales.

Marc Ouellet, de Canadá

Ese pluralismo, celebrado por muchos, a la vez genera —conforme un artículo de AFP— el desafío de la “unidad”. Ya en las congregaciones generales previas al cierre de la Capilla Sixtina, cardenales de diversas latitudes y sensibilidades compartieron impresiones y afilaron sus convicciones. Por caso, según la misma fuente, el cardenal francés Jean-Marc Aveline confesó sentirse “superado” por la magnitud de este cónclave, mientras que el luxemburgués Jean-Claude Hollerich pidió oraciones “para tomar decisiones por toda la Iglesia” y aventuró un perfil que resuena en el Vaticano: un “unificador”, capaz de tender puentes entre conservadores y progresistas.

Pietro Parolin, italiano

EL SUCESOR

En ese paisaje surgen distintos nombres en los pasillos de la Santa Sede, aunque nada está escrito hasta que el humo blanco se eleve sobre el palacio apostólico. De acuerdo a versiones de AP, entre los cardenales considerados “papables” por la prensa y los analistas se destacan figuras como Peter Erdő, arzobispo de Budapest, cuya cercanía a conferencias episcopales europeas y africanas le confiere recorrido geográfico y espiritual; Reinhard Marx, el alemán que impulsó la reforma financiera del Vaticano y el diálogo sinodal en su país, pero que enfrenta reparos de sectores más rígidos; y Marc Ouellet, aquel canadiense que dirigió durante una década la selección de obispos para la Santa Sede y conoce hoy mejor que nadie los recovecos de la curia.

Robert Sarah, de Guinea

Junto a ellos, según las mismas fuentes, asoman cardenales de perfiles diversos: Pietro Parolin, el italiano que como secretario de Estado negoció acuerdos con China y defendió la diplomacia vaticana; Robert Sarah, el africano (Guinea) venerado por los tradicionalistas que hoy anhelan un retorno a liturgias más solemnes; Christoph Schönborn, el austríaco de sólida formación doctrinal y sensibilidad pastoral; Luis Tagle, el filipino cuya popularidad y carisma en Asia y África atraen a quienes ven en él la oportunidad de un papado fresco y cercano; y Matteo Zuppi, el “cura de barrio” de Bolonia que comparte con Francisco el pulso de la calle y la pasión por el diálogo interreligioso.

Christoph Schönborn, austríaco

EXPECTATIVAS

Conforme enuncian diversas fuentes divulgadas, lejos de ser un concurso de méritos o un desfile de diplomacia, el cónclave es, ante todo, un espacio de oración y de soledad compartida. Hasta cuatro votaciones diarias pueden concretarse y, de no surgir consenso tras trece jornadas, la elección se restringiría a los dos cardenales más votados en busca de un desenlace definitivo.

Luis Tagle, de Filipinas

Para muchos purpurados, citó AFP, la elección ya no discurre entre ortodoxia e innovación, sino entre la capacidad de “unificar la Iglesia”: un hombre sencillo, ni demasiado joven ni demasiado anciano, capaz de escuchar a los diferentes y de hablar con autoridad moral al mundo. Ese es el deseo expresado por cardenales como François-Xavier Bustillo, que abogó por “escuchar” antes que por “estrategias”, o por Óscar Rodríguez Maradiaga, quien imaginó un pontificado que “socave las luchas de poder” y mantenga a la Iglesia como faro de paz.

Matteo Zuppi, obispo de Bolonia

Papa Francisco

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