El auge de la telemedicina y sus dilemas en la atención sanitaria
Edición Impresa | 25 de Mayo de 2025 | 06:22

Cuando en 2020 las consultas médicas por videollamada se volvieron una urgencia más que una opción, pocos imaginaron que ese modelo iba a consolidarse como una alternativa cada vez más habitual en la atención sanitaria. Lejos de ser un recurso transitorio de la pandemia, las plataformas de telemedicina se expandieron, se sofisticaron y ganaron terreno entre pacientes, médicos y sistemas de salud públicos y privados, generando un fenómeno con beneficios innegables pero también con límites que aún se discuten.
El salto fue abismal. En Argentina, municipios como Tres de Febrero y Almirante Brown incorporaron sistemas públicos de videollamadas con profesionales para dar respuesta rápida a problemas frecuentes: desde una receta para una medicación crónica hasta la necesidad de un certificado laboral. En la Ciudad de Buenos Aires, la teleconsulta se volvió parte de la estrategia oficial del sistema de salud, permitiendo al paciente resolver ciertas cuestiones médicas sin moverse de su casa. Esta nueva lógica de atención descomprime hospitales y centros de salud, acorta tiempos de espera y ofrece respuestas ágiles, especialmente útiles para personas mayores o con movilidad reducida.
Los datos respaldan la tendencia. En España, la aplicación “Quiero cuidarme más” de DKV superó el millón de descargas, con un crecimiento sostenido de usuarios activos. En Estados Unidos, más del 55% de las consultas de salud mental continúan realizándose por videollamada. Y según un informe global de For Insights Consultancy, se proyecta que el mercado de consultas médicas virtuales crezca más de 23 millones de dólares hacia 2030. El mundo parece haber aceptado que, al menos para ciertos casos, el consultorio también puede ser digital.
En EE UU, más del 55% de las consultas de salud mental continúan realizándose por videollamada
Pero el avance de la medicina por pantallas no está exento de controversias. Si bien para enfermedades simples, seguimiento de patologías crónicas o consultas de baja complejidad la herramienta resulta útil, los profesionales alertan sobre sus límites. La imposibilidad de realizar un examen físico, la pérdida de información no verbal que se obtiene en persona y la brecha digital que afecta a quienes no manejan tecnologías son solo algunos de los puntos críticos. Además, no todo problema de salud se resuelve mirando una cámara: muchos médicos coinciden en que la calidez humana y la escucha activa, fundamentales para una buena atención, se ven disminuidas en este formato.
“Lo que ganamos en eficiencia, muchas veces lo perdemos en empatía”, resume una médica generalista del Conurbano bonaerense. “A veces una persona no necesita una receta, necesita ser escuchada. Eso por videollamada se complica”.
Otro aspecto en debate es la calidad del vínculo médico-paciente. Las consultas virtuales pueden volverse impersonales, rápidas y sin continuidad. En un modelo que premia la rapidez y la productividad, la consulta médica puede terminar pareciéndose más a una atención de call center que a una relación de cuidado sostenido.
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