Oesterheld antes de El Eternauta: sus "libritos", que apelan a las infancias platenses y el país

Héctor Germán Oesterheld es ampliamente reconocido como uno de los grandes guionistas de historieta de la Argentina, especialmente por obras como El Eternauta, pero hay una dimensión menos explorada de su legado: su trabajo como escritor de literatura infantil y juvenil. Durante las décadas de 1950 y 1960, Oesterheld escribió una gran cantidad de cuentos y relatos dirigidos a niños, publicados en revistas y colecciones de la época, como Billiken y Mundo Infantil. Allí desplegó una prosa clara, sensible y cargada de valores humanistas que llegó tanto a las infancias platenses de las décadas de los '60, 70', 80' y hasta los 90', como también en todo el país.

En sus cuentos para chicos, Oesterheld combinaba aventuras con enseñanzas morales y una visión crítica del mundo. Lejos de subestimar a los lectores jóvenes, les ofrecía historias que invitaban a pensar, a empatizar y a imaginar. A menudo incorporaba elementos de la ciencia ficción, la naturaleza y los viajes, lo que despertaba la curiosidad y alimentaba la imaginación de miles de niños argentinos. Comenzó a trabajar para las editoriales Códex y Abril aportando relatos infantiles y de divulgación científica. 

Su enfoque era profundamente educativo sin dejar de ser entretenido. Oesterheld creía que la infancia era una etapa clave para formar conciencia, por eso introducía temáticas como la solidaridad, el coraje, el respeto por el otro y la importancia del pensamiento independiente. Muchos chicos que crecieron leyendo sus relatos no solo se sintieron inspirados por sus tramas, sino que también desarrollaron una mirada más reflexiva y crítica sobre el mundo que los rodeaba. Escribió quince, aunque solo los primeros cinco con su nombre: luego con los seudónimos Héctor Sanchez Puyol (4) e Inés (6).

La influencia de Oesterheld en la infancia argentina fue inmensa, aunque muchas veces silenciosa. Fue un narrador que supo acompañar a generaciones enteras con sus palabras, generando un vínculo afectivo y cultural que perdura hasta hoy. Su estilo, que equilibraba ternura con profundidad, logró que sus historias quedaran grabadas en la memoria de aquellos que las leyeron de chicos y que hoy, incluso, las transmiten a sus propios hijos.

Hoy, su legado infantil sigue vigente, no solo por su valor literario sino por los principios que transmite. Redescubrir a Oesterheld como autor para niños es también un acto de justicia: reconocer que, además de revolucionar la historieta argentina, fue uno de los grandes narradores que marcaron la infancia de todo un país.

Los libritos infantiles que escribió, en editorial Sigma

 

  • Nubecita, el chanchito distraído (Sigmar, 1955). Con su nombre e ilustraciones de Nelly Oesterheld (hermana)
  • Pesito, el leoncito comerciante (Sigmar, 1956). Con su nombre e Ilustraciones de Nelly Oesterheld (hermana)
  • Babau, el perrito trabajador (Sigmar, 1958). Con su nombre e  Ilustraciones de Nelly Oesterheld (hermana)

  • Manchita, la vaquita color café (Sigmar, 1960). Con el seudónimo Héctor Sanchez Puyol
  • Moñito, el gatito juguetón (Sigmar, 1961). Con el seudónimo Héctor Sanchez Puyol
  • Copito, el conejito haragán (Sigmar, 1963). Con el seudónimo Héctor Sanchez Puyol
  • Tapita, la patita soñadora (Sigmar, 1963). Con el seudónimo Héctor Sanchez Puyol

  • Picote, el lorito alegre (Sigmar, 1962). Con el seudónimo Inés
  • Lulú, la foca acordeonista (Sigmar, 1961). Con el seudónimo Inés
  • Trotín, el burrito inteligente (Sigmar, 1961). Con el seudónimo Inés
  • Polito, el pingüinito viajero (Sigmar, 1962). Con el seudónimo Inés
  • Rolita, la ardillita glotona (Sigmar, 1962). Con el seudónimo Inés
  • Nico, el ratoncito hambriento (Sigmar, 1964). Con el seudónimo Inés
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