“Dogtores”: la terapia con perros gana terreno en el país

Por sus beneficios en la recuperación de pacientes, cada vez más hospitales y clínicas realizan intervenciones terapéuticas con canes para contener emocionalmente a niños, adultos mayores y personas que afrontan una prolongada internación

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Lo que hace una década parecía una rareza hoy es parte de un fenómeno en expansión: la presencia de perros de terapia en hospitales y clínicas se ha vuelto una práctica cada vez más extendida en el país. Su impacto en la calidad de vida de los pacientes se observa especialmente en tratamientos pediátricos, de adultos mayores y personas con largas internaciones expuestas a mucho estrés.

El fenómeno se explica tanto en los beneficios observados por los médicos como en la repuesta de los pacientes y sus familias. Mientras que los primeros hablan de “reducción del estrés, menor aislamiento social, alivio de la ansiedad y un aumento en la motivación para cumplir con los tratamientos”, los segundos suelen encontrar en las visitas perrunas una contención emocional que trasciende el ámbito clínico y ayuda a humanizar su experiencia en el hospital.

Si bien los encuentros son relativamente sencillos en sí, detrás de cada uno de ellos hay un proceso planificado por especialistas. Los animales, seleccionados por su temperamento sociable y equilibrado, pasan por meses de entrenamiento específico que los prepara para moverse con calma en entornos hospitalarios.

Los contextos en los que más se implementa la terapia asistida con perros incluyen internaciones prolongadas, la previa de cirugías y situaciones de ansiedad o bloqueo frente a determinados procedimientos médicos. En estos casos la simple presencia del animal funciona como un puente que rompe la frialdad del ambiente hospitalario y genera un espacio más humano y cálido.

La escena se repite: un paciente acaricia al perro, sonríe, se relaja y, poco a poco, logra atravesar momentos críticos con mayor confianza.

“EL MOMENTO MÁS ESPERADO”

Entre las firmas que impulsan la experiencia en el país se encuentra Swiss Medical, que en 2019 incorporó a su primera perra de terapia, Kira, una Australian Labradoodle entrenada desde cachorra. El proyecto, bautizado “Dogtores”, comenzó en el área pediátrica y, tras el paréntesis de la pandemia, volvió a ponerse en marcha con un crecimiento sostenido. Hoy cuenta con cinco perros que recorren los pasillos de sus sanatorios e interactúan con pacientes de todas las edades.

Los testimonios dentro de la institución muestran hasta qué punto la iniciativa impacta en los procesos de recuperación. “Cada visita se convierte en un momento especial. El clima de la habitación cambia por completo: donde había silencio o tensión, aparecen sonrisas y emoción”, relata Carmen Pérsico, especialista en intervenciones asistidas con animales. Para muchos pacientes, el encuentro con un “Dogtor” es “lo más esperado del día”.

Los beneficios son “visibles” tanto en adultos como en niños, señala la psicóloga Carolina Micha, integrante del equipo de internación. “En los más chicos, los perros facilitan que se animen a colaborar con los tratamientos. En algunos casos, ensayan procedimientos médicos con el animal antes de realizarlos ellos mismos, lo que les da confianza y reduce el miedo. En adultos, en cambio, se observa una baja en el nivel de ansiedad y un aumento en la movilidad. Pacientes que estaban reacios a levantarse de la cama, lo hacen para poder interactuar con el perro”, cuenta.

 

No se trata sólo de un momento recreativo sino parte de una terapéutica integral

 

La clave de la propuesta, destacan los profesionales, es que no se trata sólo de un momento recreativo: las visitas se integran a la estrategia terapéutica global. Los médicos seleccionan cuidadosamente a los pacientes y determinan cuándo la intervención puede ser más beneficiosa. Todo ocurre bajo supervisión constante, con un encuadre clínico que convierte al perro en un verdadero auxiliar de la salud.

El bienestar de los animales también ocupa un lugar central. Según Pérsico, “los Dogtores tienen controles veterinarios permanentes, protocolos de vacunación y desparasitación, y descansan entre cada visita. Sus jornadas son cortas y se respeta siempre su disposición a participar. Nunca se los fuerza, porque el vínculo con el paciente tiene que ser genuino”.

Acaso por ello las experiencias de terapia con perros están abriendo la puerta a un futuro donde la salud no sólo incluye medicamentos y cirugías, sino dosis de amor perruno capaces de convertir un trance difícil en un momento sanador.

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