"Los ríos", una invitación al misterio, en el Select

La nueva película de Gustavo Fontán se verá hoy y mañana en el Pasaje Dardo Rocha

“Un hombre golpea la puerta de mi casa. Le pregunto qué necesita. No contesta. Me mira durante unos instantes, con ojos enormes. Me mira como se mira a una aparición. Los ríos nacen en ese silencio, en esos ojos alucinados y despliegan una memoria del agua, un saber fragmentado de tornados y de orillas, de árboles que crujen, de pájaros que se bañan en la lluvia, de hombres perdidos en alguna isla, de ahogados en los remansos, del chapoteo de los remos, de la sombra donde se angosta el río. Un hombre golpea la puerta de mi casa, Me dice: No estás, no estamos en este lugar”.

Con esas palabras comienza “Los ríos”, invitación de Gustavo Fontán al enigma, al encuentro con el misterio y la poesía, que se verá hoy y mañana, desde las 18.30, en el Cine Select del Pasaje Dardo Rocha. Una película que, como suele ocurrir en el cine de Fontán, invita a “recuperar otro tiempo, a darnos el tiempo para”.

“Es una cuestión que me preocupa: todos vivimos en este mundo, yo también soy preso de la velocidad. Pero, ¿por qué? ¿Detrás de qué corremos? Por eso, para mi, esa experiencia del tiempo siempre es algo a pensar”, le contó el director y profesor de la UNLP a EL DIA antes del estreno de la película. “Y la experiencia en cine siempre es una experiencia del tiempo. La hipernarratividad, la hiperfragmentación, puede estar bien en una película, pero repetida al infinito acciona en la percepción un aplanamiento. Es eso que vemos en las redes: las cosas pasan, pasan, y no dejan residuo. Y el residuo es la posibilidad de contactarnos con algo íntimo”.

“Los ríos” es un encuentro con esa intimidad, una invitación a habitar otro tiempo

a pensar y experimentar la belleza, una invitación contracultural en tiempos de vértigo, sentidos fosilizados y cines estandarizados. Una película manifiesto, “una película necesaria para mí, una toma de posición frente al mundo: el mundo nos obliga, está en un punto de inflexión”.

La película comienza con una anécdota: el director atendió un llamado a la puerta, y al abrir encontró a un hombre sin palabras, que lo miraba abismado. “Los ríos” “nacen en ese silencio, en esos ojos alucinados y despliegan una memoria del agua, un saber fragmentado de tornados y de orillas, de árboles que crujen, de pájaros que se bañan en la lluvia, de hombres perdidos en alguna isla,de la sombra donde se angosta el río”.

Al igual que esos ojos, la película se resiste a la reducción: “Los ríos” fluye desde esa primera anécdota, la repite, cambia, como el movimiento del agua, ensayando respuestas a esa mirada a través de imágenes de ríos, de bosques, material propio y reciclado de películas anteriores y momentos de la intimidad del director. Son imágenes tomadas con distintas cámaras, a lo largo del tiempo, “una búsqueda de distintas respuestas” a esa aparición, a ese hombre misterioso que quedó atrapado en la memoria de Fontán.

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