La interna de la barra de River en su momento más feroz

Tras años de convivencia, Alan y Adrián pelean por todo el espacio de poder

Los Borrachos del Tablón tomaron el poder de la Barra Brava de River a mediados de los 90 y crecieron al amparo de las mejores épocas del club, atravesando tanto las gestiones de Alfredo Davicce y David Pintado, como la actual de José María Aguilar. Bajo el lema de que había sacado a los ladrones de la popular y que cuidaban a los hinchas en cada viaje, los Borrachos sumaron confianza y una mirada con beneplácito de autoridades policiales, dirigenciales y el resto de los simpatizantes.

Muy pronto se convirtieron en polo de poder y su manejo acabó siendo en pocos años absoluto. Entradas, estacionamientos, libertad de acción en recitales y espacios dentro del club, los colocaron en el centro de la escena. Alan Schlenker, socio 18.894-6, y Adrián Rousseau, socio 17860-6, eran las caras visibles de esta casi agrupación política que actuaba y manejaba cada vez más poder dentro del club. Ambos sectores se habían quedado con todo y varias fracciones y grupos fueron expulsados de la popular en la que Adrián y Alan eran los reyes absolutos.

Era común verlos almorzar junto a otros laderos en el salón Vip de la confitería, muy cerca de los entrenadores de las divisiones inferiores. Tenían un vestuario y un gimnasio para su distracción y desde adentro del club manejaban viajes, pasajes y recursos económicos. Algunos de los colaboradores de ambos barras pasaron a ser empleados del club, mientras ellos eran contratados por la Municipalidad y el Congreso. Sus lazos políticos afuera del club también crecían. Temidos y poderosos, Alan y Adrián no tardarían en hacerse famosos.

Como siempre, los hechos violentos aparecieron con sangre y la cosa empezó a ponerse complicada para el grupo. Los asesinatos en el peaje de Zárate, luego de un partido en Rosario donde mataron a dos hinchas de Newell's, la pelea en el 2006 contra la policía paraguaya y la suspensión de ese partido, pusieron a la luz más que nunca a Los Borrachos. Lejos de esconderse, el grupo se sintió poderoso y logró viajar al Mundial de Alemania. Unos 50 fueron a ver a la Argentina y coparon varios estadios.

AL MUNDIAL Y CON EUROS

Hasta estuvieron envueltos en un entuerto judicial y se perdieron un partido, pero iniciaron una batalla en los tribunales de Berlín y acompañados por costosos abogados lograron volver a las canchas de aquel país. Vuelos en avión, hoteles de primera y muchos euros, daban la pauta que sus servicios en la Argentina daban buenos dividendos. Los recitales de U2 y los Rolling Stones, habían sido una de las maneras de recaudar. Pero también habrían recibido apoyos económicos de dirigentes de River y de la política. Pero al parecer las cuentas internas no fueron claras y empezaron las disputas.

El segundo semestre del 2006 los encontró mirándose de reojo y con ambos líderes juntando voluntades dentro de la barra. Fue Alan el primero que salió a la luz pública de los medios, cuando el derecho de admisión no lo dejó entrar a la cancha. Habló en varios lugares y hasta lanzó la idea de dedicarse a la política interna del club y bajarse de la popu. Ese gesto acabó por enojar a Adrián y su gente. Y la paz se cortaba con el filo de una navaja. Luego de varias peleas lejos del club, el 11 de febrero ante del partido ante Lanús estalló la guerra.

Por un lado Adrián, junto a Gonzalo, el Gordo Neurona, Cristian del Oeste, Martín de Ezeiza y los nuevos Cuca y Guille. Por el otro, más raleado, Alan junto a su hermano William, Kevin y el Oveja. A este último grupo se sumó una banda numerosa de Palermo, temida por su violencia y su falta de códigos, que tendría vinculaciones con "Bebote", reconocido hombre de la barra de Independiente. Todos se encontraron esa tarde de verano en la zona de los Quinchos, mientras algunos comían el habitual asado dominguero, y los socios disfrutaban de la tarde, pasaron de las amenazas a los hechos.

LA BATALLA DE LOS QUINCHOS

Primero hubo piñas, luego navajas y al final tiros. No hubo muertos de pura casualidad y la feroz interna estallaba a metros de donde arrancaba el Clausura el River de Passarella. Intervino la justicia, cerraron el Monumental, hubo derechos de admisión para casi todos, expulsiones del listado de socios y por algunos partidos la Barra Brava de River tenía liderazgos vacantes. Unos partidos después, ante Argentinos, en la Paternal, el grupo de Alan volvió a las canchas, con sus banderas (la banda de Palermo puso su trapo), el otro grupo esperaba afuera, agazapado.

La visita a la Boca, la puñalada al directivo Lavessari y aumentaron el conflicto. Hubo una caza de brujas y los pocos hombres cercanos a Adrián que fueron al superclásico fueron amenazados y golpeados. El apriete llegó también a los directivos oficialistas que casi renuncian en masa a sus cargos en River. Aguilar dijo que no se podía ir a la popular y que 50 vándalos manejaban la barra. Citaciones, reuniones judiciales y una amenaza de enfrentamiento que se calentaba ante la mirada de todos y que la seguridad no supo o no quiso prevenir.

Adrián y lo suyos regresaron el domingo, con toda la furia, con toda la venganza, encapuchados y con las facas afiladas. La historia va a seguir. Nadie quiere perder el poder que supo tener y aunque nadie quiere que la sangre llegue al río, habrá que mencionar que ya han manchado los pasillos del Monumental.

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