La liturgia boquense le dio paso a una marea celeste y blanca

Los colores de la bandera nacional predominaron porque prohibieron el ingreso con distintivos de los clubes

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Por NICOLAS NARDINI
COLOR

La previa fue densa por demás. Se vivió con una carga extra de dramatismo anticipado y una dosis de ansiedad que no se veía en un partido del seleccionado en condición de local en mucho tiempo. Por eso, la gente resolvió llegar con muchísima antelación al estadio de la calle Brandsen. El templo boquense estuvo rodeado desde la mañana de cientos de futboleros (con y sin entradas) deseosos de que empezara a rodar la pelota cuanto antes.

Cuando se abrieron las puertas del estadio (tres horas antes del pitazo inicial) las colas tenían varias cuadras de largo. Existía una carga especial en la gente, difícil de describir. Se notaba una mezcla de tensión y motivación en torno a un partido con una carga inédita de exigencia para la actual camada de la Selección, aunque no para otros protagonistas que vivieron sucesos aún más apremiantes a lo largo de la historia. Convivieron el espíritu de aliento genuino por parte de los hinchas que pagaron su entrada, con el gran negocio de unos pocos que anoche facturaron de lo lindo al servirse de un partido de carácter internacional.

A pocos metros de cada uno de los accesos, la cerveza que sponsorización a la selección instaló largas barras con choperas y sirvió cerveza helada para miles de especialidades. Se trató, claro, de cerveza sin alcohol, con lo cual evitaron pasar por encima las normas. La contrapartida fue el entorpecimiento que está movida generó al retrasar el ingreso del público.

Una de las sorpresas que se llevaron los hinchas fue la prohibición de ingresar al estadio con camisetas de clubes de fútbol. Sea cual fuere el equipo, la gente de seguridad no permitió el ingreso de distintivos de clubes . De todos modos, unos pocos pudieron sortear está disposición.

LA DOCE, EN LO SUYO

La contraposición manifiesta al apoyo genio y valedero de los hinchas que juntaron hasta el último mango para comprar su localidad, fue el negocio que anoche cerró con fuertes dividendos la agrupación llamada “Jugador Número 12”, la barra brava de Boca, que se encargó de acomodar a su gusto la escenografía del segundo piso de la popular, gracias a que contó con cientos de tickets a su disposición para garantizar ese aliento que “sólo la Bombonera puede generar”.

Pero el negocio de la barra Xeneize no terminó allí. En la previa del partido se vendieron como pan caliente casacas con la “12” en la espalda , de facturación total para la barra boquense. Fue una muestra ampulosa y a cara descubierta del negocio que gira en torno a la histórica barra que , con o sin sus jefes en los para avalanchas, parece tener una maquinaria financiera cada vez más aceitada.

 

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