"Belmonte" y "A Portuguesa"

33° Festival Internacional de Cine de Mar del Plata

          "Belmonte" de Federico Veiroj

          Belmonte es un artista plástico muy reconocido, un pintor uruguayo contemporáneo. En el inicio de esta historia le vende por mucho dinero dos obras a un millonario. Cuando le lleva las obras a su casa la atractiva esposa del millonario se le insinúa pero él dice que no. Las mujeres hermosas por lo general se le insinúan, y Belmonte vuelve a decir no. Su familia tiene un decente trabajo vendiéndole tapados de piel a gente bien. Además Belmonte está por hacer una muestra muy importante. A pesar de que en todo le va genial está un poco preocupado. Está divorciado y su hija quiere pasar la mayor parte del tiempo con la madre. La chica igual lo aprecia y lo quiere mucho, salvo que está preocupada por si la madre la deja de querer a causa de su nuevo hermano pronto a nacer. Sorprendentemente Belmonte también parece querer llamar la atención de su exesposa aunque ésta es más bien poco atractiva y lo trata con desprecio. De todas formas en un momento ella le dice que lo necesita, porque con su embarazo va a tener que pasar más tiempo con su hija. Cuando estamos por odiar a este personaje al que todo le sale termina saliendo como quiere, el que al final pasa la noche con una hermosa joven y sigue quejándose de la vida, esta chica, como entre sueños, dice: "¿Qué más quiere usted Belmonte?". Además de  una referencia sexual, Belmonte, ahora película, se resignifica y se presenta como la imposibilidad de no seguir deseando, como la particularidad de que a los hombres extraordinarios les atraigan los asuntos ordinarios.

          "A Portuguesa" de Rita Azevedo Gomes

          Un noble de los reinos de Europa busca una esposa y encuentra una portuguesa. Cómo luego se va a la guerra y vuelve un poco estropeado la chica parece encontrar consuelo y diversión en un joven y nuevo amigo. Esta película de época de la directora portuguesa Rita Azevedo Gomes parece interesarle más la poesía  y el teatro. Basada en un cuento de Robert Musil, la minuciosa puesta en escena se muestra en larguísimos planos generales y estáticos, donde los personajes dicen frases transcendentales o simplemente cotidianas siempre con aires pretenciosos pero no necesariamente significativos. Recién hacia el final algunas vueltas argumentales parecen poner la película en movimiento. Su extensa duración no se hace amable con el espectador y dificulta su disfrute cuando se empiezan a agotar los primeros encantos de la escenografía, el vestuario y la parsimonia.

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