Por CÉSAR J. VEIGA; Así, con este grado de locura, es imposible
Edición Impresa | 25 de Noviembre de 2018 | 05:18

Por CÉSAR J. VEIGA
Así, imposible. No hay forma. Un fracaso más, de todos. Y para colmo de males, seguro no va a ser el el último. El operativo de seguridad, mal diagramado, y peor ejecutado, determinó el punto de partida. Pero lo que pasó incluyó también al resto, porque hubo errores de los fanáticos, empezando por quienes atacaron al plantel de Boca, y de la dirigencia, que diluyó en forma increíble una postergación que era inevitable desde donde se lo mire.
En el estado de nerviosismo, tensión y angustia que se vive, no hay operativo que valga. Explotó ayer en una final que estaba bajo la lupa del mundo, pero es una amenaza latente en cada partido de fútbol y mucho más, porque se trata de un grado de locura cada vez más difícil de entender. No solamente en el deporte más popular, pues los ejemplos están a la orden del día.
Si hasta cuando se anunció la postergación para hoy a las 17, hubo corridas en varios sectores del estadio Monumental, hasta en un corredor central donde el presidente de River estaba hablando para la televisión y debió salir corriendo ante la llegada de un grupo que parecía venir escapando de otro.
Antes, y cuando el comienzo se modificaba en forma permanente, hasta llegar a las 19:45, se registraron disturbios en uno de los accesos, con hinchas que trataban de ingresar sin localidades. Causando la reacción de los controles policiales, que respondieron con balas de goma.
Se buscarán responsables, quizás aparezca algún culpable, las autoridades de cada área tomarán decisiones... Anuncios que se han repetido decenas de veces, hasta el cansancio, pero sin lograr las soluciones necesarias para que la violencia en el fútbol deje de ser noticia.
Los pormenores de lo ocurrido ayer con ese grupo de violentos que atacó el vehículo que trajo a la delegación de Boca hasta la cancha de River representan una película que ya hemos, visto una y cien veces, que no alcanzó para tomar decisiones primarias, como las de controlar objetivos tan centrales como el equipo del club rival.
Y por suerte, aunque por cuestiones ajenas, como la capacidad de los estadios, esta finalísima no se definió permitiendo el acceso de los hinchas visitantes. Porque después de lo que sucedió ayer, la pregunta es inevitable: ¿qué hubiera pasado si al referido cuadro de situación se le sumaban 4.000 seguidores del conjunto boquense?
Otro fracaso masivo, y una nueva oportunidad para hoy. De nuevo en el Monumental, con idéntico panorama. Nadie puede fallar, porque sería poco menos que el punto final de un tema al que nadie le ha podido encontrar una salida.
Y mucha atención, porque con este panorama, en este marco, la finalísima de esta polémica Copa Libertadores se va a disputar en un verdadero campo minado.
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