El Bernabéu celebró una fiesta que era del Monumental
Edición Impresa | 10 de Diciembre de 2018 | 03:25

ESPECIAL DESDE ESPAÑA
Por JORDI DOMÍNGUEZ (*)
¿Cómo sería una final de la Champions League entre Real Madrid y FC Barcelona? Hinchas blancos y azulgranas comparten desde hace años ese sueño prohibido con tantas ganas como temores, pero la Copa de Europa les ha negado hasta ahora el Clásico de todos los tiempos. A River y Boca, lo más cercano a los dos colosos españoles a nivel sudamericano, el destino les puso en bandeja esa final inolvidable, pero lo que debería haber sido una fiesta del fútbol argentino se convirtió en una pesadilla vergonzosa por culpa de una panda de descerebrados. Ellos le robaron el partido de sus vidas a todos los hinchas de River que esperaron durante horas en sus butacas por una final que nunca verían en el Monumental.
LA DECISIÓN DE MUDAR EL PARTIDO CAUSÓ SORPRESA AQUÍ
La decisión de CONMEBOL de trasladar el partido a Madrid causó sorpresa en España, para empezar porque adulteraba una final en la que Boca ya había jugado de local y con sus hinchas como único aliento, mientras que en el Bernabéu ambas aficiones se repartían la grada. La sorpresa por la noticia vino acompañada del miedo a que las calles de Madrid se convirtieran en campo de batalla para las barras bravas, pero no hubo nada de eso. Ya durante los días previos se mezclaron en la ciudad miles de aficionados de ambos equipos -muchos argentinos afincados afincados en España- sin ofrecer más guerra que la de los cánticos y un poco de joda. Si alguno venía con ganas de lío, el enorme dispositivo de seguridad -con casi 4000 policías repartidos por la ciudad- resultó disuasorio.
Finalmente, y aunque fuera a 10.000 kilómetros de Buenos Aires, Argentina demostró en Madrid que la violencia en su fútbol es cosa de unos pocos. Cuando éstos se quedan aislados y sin protección, la pasión se mantiene pero la violencia cae en fuera de juego. Dicho esto, en Europa no somos ejemplo de nada. También hemos tenido muertos e incidentes vergonzantes, y no hablo del siglo pasado. Hace unos meses, antes de unos cuartos de final de Champions, el micro del Manchester City también fue atacado a su llegada al estadio del Liverpool. No hubo heridos porque el vehículo estaba blindado. Locos e indeseables los hay en todas partes, pero los que vamos a la cancha a disfrutar sin la necesidad de sentir miedo somos más. Muchos más. Acá y allá.
Si este triste episodio de la final en el exilio sirve para que poco a poco los vayamos arrinconando hasta que abandonen los fondos, bienvenido sea. Mientras, aquí seguiremos esperando esa ansiada final de Champions entre el Real Madrid y Barça. Y si algún día llega que nadie nos la robe, por favor.
(*) Periodista de Gol Televisión
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