El proteccionismo de Trump alienta la guerra comercial

EE UU se apresta a imponer aranceles al acero y al aluminio pese a la dimisión de un colaborador cercano por su desacuerdo con la medida. Advertencia de Europa

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WASHINGTON

El controvertido anuncio del presidente estadounidense, Donald Trump, de imponer aranceles al acero y aluminio ha provocado la salida de su principal asesor económico, Gary Cohn, y ha desatado las alarmas sobre una posible guerra comercial de consecuencias negativas.

Tras haberlo insinuado durante meses, Trump finalmente aseguró la semana pasada su intención de aplicar aranceles del 25% al acero y 10% al aluminio para proteger la industria de su país que, dijo, se encuentra “diezmada” por las prácticas comerciales injustas.

Este anuncio provocó gran revuelo interno en el Gobierno de EE UU, y que Cohn, ex presidente de Goldman Sachs y defensor de las ventajas de la globalización y el libre comercio, anunciase su renuncia a efectivizarse en las próximas semanas.

“Su salida es ciertamente una señal de que ahora el nacionalismo económico es el que marca el ritmo a la hora de dictar la política comercial en EE UU”, explicó Monica DeBolle, investigadora del centro de estudios Instituto Peterson (con sede en Washington) y experta en comercio internacional.

COHN, COLABORADOR DESTACADO

Cohn, estrecho colaborador de Trump en su exitosa aprobación de un enorme recorte de impuestos para empresas y, en menor medida, para los trabajadores, era considerado la voz de Wall Street en la Casa Blanca y un moderado frente a las posiciones más extremas en materia comercial del mandatario.

La salida de Cohn dejó claras consecuencias en los mercados financieros, que ayer acumulaban pérdidas a media sesión y el Dow Jones de Industriales, el principal indicador de Wall Street, cedía un 1,10% para cerrar con una baja de 0,32%.

“Las guerras comerciales no son tan malas, cuando estamos por detrás de todos los países” en términos de balanza comercial, remarcó Trump el martes en una rueda de prensa conjunta con el primer ministro sueco, Stefan Löfven.

El presidente reiteraba así su intención de seguir adelante con estos aranceles, y rechazaba frontalmente que las posibles represalias comerciales de otros países fueran a desalentarlo.

De hecho, apuntó directamente a uno de sus principales socios comerciales, la Unión Europea (UE), que ya había anticipado gravámenes similares a productos estadounidenses como el whisky bourbon o las motocicletas Harley-Davidson, de hacerse efectivos los aranceles al acero y aluminio.

“La Unión Europea no nos ha tratado bien, y ha sido una situación de comercio muy injusta. Es casi imposible hacer negocios con ellos”, sostuvo Trump.

Una vez sin Cohn, parece que el debate ahora se centra en torno a si los aranceles al acero y aluminio serán generales, o incluirán exenciones para determinados países.

Trump ya apuntó esta semana que quizás Canadá y México queden exentos si se logra alcanzar un nuevo del Tratado de Libre Comercio de América del Norte (NAFTA por sus siglas en inglés), actualmente en renegociación y en vigor desde 1994.

Asimismo, el secretario de Comercio, Wilbur Ross, que forma parte del ala más proteccionista del gobierno, afirmó ayer que “no es inconcebible que (además de Canadá y México) otros países puedan quedar exentos en una base similar”.

Ross reconoció que la decisión de Trump generó polémica, pero trató de restarle importancia. “Cada vez que hay un gran cambio, un cambio inesperado, tienes que esperar algún tipo de reacción negativa; veremos cómo puede salir a largo plazo”, agregó.

REPERCUSIONES

La mayoría de los economistas, incluido el Fondo Monetario Internacional (FMI), ya advirtió sobre las nocivas consecuencias de una guerra comercial.

“Cualquier escenario donde hay disputas y represalias creará incertidumbre y puede alterar la recuperación global”, subrayó DeBolle. La experta en comercio internacional agregó que “Trump está haciendo política sin entender las consecuencias económicas de sus acciones”.

A favor del proteccionismo de Trump se expresó, sin embargo, la principal asociación sindical de EE UU, la AFL-CIO, que agrupa a 12 millones de trabajadores del sector público y privado del país, entre ellos los sindicatos que representan a los empleados siderúrgicos.

“Con la decisión del presidente Donald Trump, por primera vez no sólo se habla del problema, sino que también se hace algo para solucionarlo. Este es el primer paso, y creemos que es positivo”, expresó Richard Trumka, titular de la AFL-CIO. (EFE)

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