Pese a las idas y vueltas, el césped aguantó todo el juego

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Luego de la especulación, de los manejos y de los intereses cruzados, finalmente Gimnasia y Boca pudieron jugar el partido postergado hace algunas semanas.

Y, frente al mal tiempo, que se mostró como el principal enemigo del verde césped, la realidad es que el campo de juego del Juan Carmelo Zerillo demostró estar a la altura de las circunstancias para recibir a un encuentro decisivo.

En un partido que se caracterizó por la intensidad, la fricción y la pierna fuerte, todos los puntos de la cancha mostraron la misma resistencia ante el fragor de los protagonistas y su deseo de ganar.

Un inicio sin dudas

La primera mitad pasó sin problemas en los distintos sectores. Quizás el más “sentido” fue el más cercano a las cabinas de transmisión, punto de ataque por derecha del Lobo y por izquierda del conjunto dirigido por el mellizo Guillermo Barros Schelotto. Lo demás, realmente impecable.

mismo panorama para el segundo tiempo

Ya en el complemento, con más caídas, pisadas intensas y corridas por el mismo sector, las huellas de los diferentes protagonistas se hicieron sentir y el campo se mostró un poco más blando, algo lógico si se tiene en cuenta que la jornada de martes estuvo marcada por las constantes lluvias que azotaron desde el inicio mismo del día.

Sin embargo, es para destacar el trabajo de los auxiliares de Gimnasia encargados del mantenimiento del campo.

Con todo en su contra, lograron mantener el césped en condiciones prácticamente impecables, para que el partido entre triperos y xeneizes pudiera desarrollarse de la mejor manera posible.

En ningún momento la cancha fue factor, y mucho menos en los goles convertidos y en los errores, más relacionados a cuestiones personales, que a las condiciones del territorio del Bosque. Todo esto, lo único que hace es suponer que, en aquel momento, se podría haber jugado.

 

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