Sísifo en Tolosa

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Por ENRIQUE DE ROSA (*)

La imagen en un diario del Presidente del Banco Central transformado en un Sísifo me hizo pensar que quizás sea el dilema del cual no salimos en ninguna de las áreas.

Sísifo era brevemente, lo que llamaríamos nosotros “un vivo”, cualidad no apreciada en la antigüedad y menos por los dioses que lo condenan a un castigo ejemplar: empujar en una pendiente una piedra, que, inevitablemente volverá a caer. El castigo así es eterno, del cual no podrá librarse. Por las ciencias comportamentales se sabe que la repetición genera el hábito y finalmente la compulsión.

Camus ve en ese personaje a un símbolo de las sociedades en la cual el sujeto está atrapado sin poder salir del absurdo de la existencia.

Todos los días nos enteramos de casos de abuso sexual, otros de grooming, de captación y acoso por las redes, de trata, y también nos enteramos en muchos casos, que los victimarios eran sujetos con antecedentes en muchos casos penales.

Un caso ahora, une todos esos supuestos, pero en la realidad, no en el mito o la noticia lejana.

La capta por las redes, ella abandona sus puntos de anclaje, parte a lo desconocido ya aun desconocido que será en realidad un sujeto con antecedentes de lo que luego ella padecería, pero no lo sabía, claro. Abuso, secuestro, y todas las posibles consecuencias, se agrega algo que para condimentar la historia aparentemente no lo suficientemente cruel, el sometimiento de menores, la hija de la víctima. La sociedad y las opiniones, nos hablaran de patologías, pero en realidad nos miramos en el espejo que nos castiga sin cesar entre Narciso y Sísifo, la historia nunca termina, no tiene fin ni límites.

Camus imaginaba un Sísifo feliz, pero aquí nunca lo podría encontrar, sino una población crónicamente burlada, en la sociedad anómica, donde nada tiene ningún marco ni control.

 

(*) Psiquiatra forense

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