Sólo será cuestión de proponérselo, nunca más puede permitirse ser tibio de visitante

Si hubiera perdido, igual hubiese merecido un fuerte aplauso. Con diez hombres le regaló a su gente un segundo tiempo conmovedor

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Por MARTÍN MENDINUETA
Twitter: @firmamendinueta

Cuando perdió en la definición con tiros desde el punto del penal la final de la Copa Argentina, sus hinchas le valoraron el esfuerzo y, tristes, muy tristes, lo aplaudieron hasta que el último jugador dejó el campo de juego del estadio de Mendoza. Aquella noche se le había escurrido la gloria que mereció abrazar por lo hecho en el trámite del partido. No levantó el trofeo y la vuelta olímpica la disfrutó un Rosario Central chato y temeroso.

El tiempo pasó y, más allá de la bronca por no haber alcanzado un objetivo que le hubiera cambiado unas cuantas cosas, el pueblo “tripero” sigue valorando la manera en que aquel Gimnasia fue a buscar lo que no consiguió. El resultado alejó brillos, espantó fotógrafos, negó prestigio y hasta impidió ganar un buen dinero. Sin embargo, el recuerdo no lastima ni genera vergüenza.

El último domingo, en cambio, la película del “Lobo” terminó bien, como casi nunca en los últimos años. Y lo tiene totalmente merecido. La enjundia, el carácter y la determinación que tuvo a partir del gol de Maxi Rodríguez (no fue la mejor intervención de Alexis Martín Arias), y de la correcta expulsión de Faravelli (llegó tarde, como no debía con un planchazo alto), será por años un gratísimo recuerdo que sus hinchas sabrán contar con lujo de detalles.

Justo es decir que con el partido cero a cero su postura en la cancha no había sido condenable. Sin “regalarse”, buscó atacar. Un tiro cruzado de Hurtado, el remate franco, desde la puerta del área de Mansilla y un cabezazo mal conectado por Tijanovich, le informaron a toda la concurrencia “leprosa” que el huésped platense tenía “hambre”. Y nada de miedo. Aún en la derrota parcial ya se había visto una franca mejoría en Mussis y, como siempre, al moreno venezolano dispuesto a correr y pelear cada pelota.

ORTIZ HIZO CAMBIOS PARA GANAR... Y GANÓ

El ingreso de Santiago Silva resultó demoledor para Newell’s. Hacía rato que no se veía que un suplente fuera tan decisivo para torcer el rumbo de un partido. Perdiendo y con un hombre menos, el “Pelado” levantó a Gimnasia. Creció Hurtado, se hizo patrón Mussis, se soltó Piovi al pasar a jugar como marcador-carrilero por la izquierda y Silva, así de “loco” como está, llenó de temor a los defensores locales.

Su buena aparición para tocar en el primer gol significó el broche de una muy linda jugada armada con buenos pases desde el centro hacia la derecha, pero la manera en que ejecutó el penal (bien sancionado por Abal, que se equivocó al no dar otro por claro empujón a Hurtado con el partido en desventaja para Gimnasia) lo describe a la perfección. Con cara de malo y concentración absoluta llegó a la pelota para hacer lo que nadie imaginaba. Ese toque sutil fue la escritura de una victoria hermosa para un equipo que no la pasó bien en lo que va del año.

Silva, quien habia bajado mucho su rendimiento en los últimos tiempos, fue la figura del partido. Sí, lo que hizo en algo menos de cuarenta minutos resultó clave.

QUE SIRVA DE LECCIÓN

¿Dónde está escrito que quien va a jugar de visitante no puede atacar mucho? ¿Por qué hay que resignar todo el protagonismo ante el dueño de casa? Podrá salir bien o no, pero siempre se puede intentar algo mucho mejor que aguantar en campo propio esperando que en una de esas casualidades el rival se equivoque.

Estando contra las cuerdas, al filo de la eliminación, Gimnasia fue ambicioso, valiente y, esto no es menor, supo jugar un buen fútbol. Aunque hubiera perdido, por todo lo que hizo, igual hubiese merecido un fuerte aplauso.

Este triunfo no vale una copa, como aquel que se le escapó frente a Central, pero a Gimnasia, si lo sabe aprovechar, le puede hacer fantástico para cambiar la mentalidad y convencerse de que, aún con todas sus limitaciones, no debe sentirse menos que ninguno.

Gimnasia de La Plata
Newell's
Martín Mendinueta

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