“Se necesitan padres maduros frente a los riesgos del éxito precoz”

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Por SUSANA MACHADO GARCÍA (*)

Lo primero que surge del análisis de una situación en la que un videojuego regala premios millonarios a adolescentes que los juegan es la posibilidad de impactos nocivos, negativos, que tienen que ver con un éxito precoz y desproporcionado que un chico que transita ese período de la vida no está en condiciones de manejar.

Cabe preguntarse si estas iniciativas no se podrían reemplazar por otras, como la entrega de becas para que los chicos se conviertan en desarrolladores de videojuegos o algo por el estilo, sobre todo teniendo en cuenta que ese dinero que el chico gana no lo puede manejar, porque es todavía menor de edad.

Entre los aspectos difíciles de manejar en una situación así una de ellas es la dificultad para que un chico que obtiene un éxito precoz y económicamente tan importante, pueda concebir para su vida adulta un proyecto distinto de éste. Vale decir, lo más probable es que nada lo motive demasiado más que seguir perteneciendo a ese ámbito en el que logró un éxito tan resonante.

Hay también un peligro de desarrollar una adicción a este tipo de entretenimientos. Porque para participar de instancias tan decisivas entre tantos miles de chicos de todo el mundo, se debe necesitar pasar frente a la computadora muchas más horas pantalla que las dos recomendadas por los especialistas.

Básicamente, para que el éxito precoz no sea nocivo y para que este éxito no se transforme en una epidemia que lleve a los chicos a anhelar convertirse todos en millonarios jugadores de videojuegos, se necesitan padres muy maduros, que transmitan valores.

Un adolescente que gana un premio millonario en dólares se pone el traje de adulto antes de tiempo y puede sentirse muy desmotivado frente a las cosas que deberían interesarle a su edad, como por ejemplo, la escuela.

 

(*) Psicóloga

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