En el sur de Mardel, los jóvenes buscan una movida más “tranqui” y “con onda”

A las playas ubicadas más allá del Faro llegan para disfrutar de música electrónica, tragos y actividades en el mar

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“Dun, dun, dun, dun…”. La base anuncia que llegamos: es lo primero que se escucha, ya desde la Ruta 11 que lleva hacia los balnearios del sur de Mar del Plata, donde la música de elección por default es la electrónica.

“Dun, dun, dun, dun…”. El sonido de los bajos crece mientras, camino al parador La Restinga y el escenario que allí montó Mute, hogar de la música electrónica en Mar del Plata, se supera el médano que lleva a las playas históricamente dominadas por el público joven, pero que se distingue de la bulliciosa Playa Grande por la música, y también por la onda: aquí, a unos balnearios más exclusivos por la lejanía ubicados al sur del histórico Faro de Punta Mogotes, llegan los que quieren “alejarse del quilombo” del hormiguero céntrico copado por la juventud y la polémica.

Hay música, hay bebida, pero también hay aire. “Hay movida, pero es más tranqui”, explica un grupo de chicas aterrizadas ayer en Mardel y a las que solo una experiencia en Playa Grande les alcanzó para cambiar de planes. No les interesan tanto los shows de Mute, que comienzan al atardecer y congregan a miles de escuchas de música electrónica, pero si poder disfrutar del día playero en paz.

Un grupo de muchachos porteños accede: ayer anduvieron por Playa Grande, pero hoy cargaron la heladerita hacia el sur. “Es menos quilombo… y acá nos dejan pasar el copete”, se ríe el cabecilla de un grupo de platenses con remera de Estudiantes. Su grupo fue a Playa Grande el jueves, día del operativo en que se requisó la bebida alcohólica tras una serie de polémicas en el balneario céntrico. Desde entonces decidió cambiar el rumbo y viajar hacia el sur.

“La gente viene acá porque es más tranquilo, está más alejado y los turistas conocen más acá que allá”, dicen Victoria y Sofía, estudiantes en nuestra Universidad pero oriundas de Mar del Plata y, por lo tanto, dueñas de la data que hay que tener para no seguir a ciegas a la manada.

Ellas evitarán el atardecer en Mute, que armó un escenario en La Restinga y trae DJs internacionales (hoy, en un curioso giro, se cierra la grieta: en la casa de playa de la electrónica, canta Duki; ayer volvió todo a la normalidad, con la presencia de los británicos Sasha & John Digweed), para ir al after beach del balneario Horizonte del Sol: en el sur, en balnearios como La Caseta, Horizonte o Samsara, el after es una costumbre para extender el día playero que a menudo comienza tarde, efectos de la noche anterior.

En una temporada marplatense pujante pero todavía sin estallar, los atardeceres playeros al sur del faro están particularmente calmos. A diferencia de Playa Grande, acá es posible acostarse, y también disfrutar del sonido del mar, o de la charla. Tiene un costo, claro: los precios están algo más arriba que en Playa Grande, con los licuados saliendo por 200 pesos y la lata de cerveza desde 150. Y además, claro, hay que llegar en algún tipo de transporte: muchos chicos se mandan sin auto, pero requiere de paciencia, tiempo o algún alma caritativa que los levante a dedo.

Es el costo de una exclusividad que continúa cuando cae el sol: el sur también se diferencia de los boliches de Playa Grande apostando a una puesta top en Mute y Abracadabra con shows en vivo y DJs junto al mar; el glamour está al sur (las grandes marcas lo saben y tienen allí sus Paradores, buscando adherir sus franquicias al “lifestyle” relajado y top de las playas de Punta Mogotes) pero también, lógico, es diferente el precio. “Yo pago arriba de una luca para ir, pero te tiene que gustar la electrónica”, cuenta Martín, de paseo por la noche marplatense en busca de descuentos. El resto no está de acuerdo con la iniciativa: “A la noche, no hay otra que ir a Playa Grande”, lanzan sus compañeros de ruta.

 

 

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