Arturo Seguí en llamas: dos entraderas brutales, con golpes, en apenas 10 días

Los casos ocurrieron a 300 metros de distancia, el último el jueves por la noche. Las víctimas denuncian modalidades similares: les hacen inteligencia previa, llegan y huyen a pie, con celulares y dinero

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El domingo 29 de noviembre, por la madrugada, cinco encapuchados sorprendieron a dos mujeres y a sus hijos en una quinta situada en 144 entre 422 bis y 426. Habían ingresado a pie, por la sección del terreno que da hacia 147 y tras cortar con unas pinzas amarillas el alambrado perimetral. Eran las 3 y los intrusos habían hecho inteligencia previa, así que sabían quién estaba en ese momento dentro del caserío.

Ninguno de los tres perros que cuidaban el predio ladró. Dos yacían muertos en la tranquera, envenenados horas antes. Al tercero nunca lo encontraron, pero sus dueños sospechan que corrió la misma suerte que sus compañeros.

Con la escena controlada, los delincuentes se separaron en dos grupos para cubrir más espacio y limitar las posibilidades de una posible fuga que trajera problemas. Cuando tuvieron a todos los moradores en un mismo sitio estamparon su sello en el tabique de una de las agricultoras: el culatazo de una 9 milímetros en la cara.

A las 3.30 llegaron los hombres de las casas. Poco pudieron hacer ante la presencia de quienes los aguardaban, armados y con sus familias como rehenes. Ataron a las víctimas y se dedicaron a saquear el lugar. “Se llevaron ‘lo que pidas’. Vasos, plata, celulares, zapatillas, ropa de cama, ponchos, un centro musical”, le contó uno de los damnificados a EL DIA. Luego, con todo ese botín, escaparon por el mismo camino por el que llegaron.

La historia entonces da un salto hasta el jueves 10 de diciembre a las 21 horas, en una finca de 144 entre 419 y 422 bis, a unos 300 metros de la propiedad anterior. Gerardo y su hijo de 11 años regresaban del kiosco que está frente al inmueble y no se percataron de la presencia de los cinco hombres que esperaban agazapados en la oscuridad.

En el robo a la finca de 144 entre 419 y 422 bis, las víctimas sostienen que “nos salvaron los vecinos”

 

“¡Ay!”, llegó a gritar el menor, asustado, apenas vio al grupo de desconocidos acercarse a ellos, armas en mano. Su papá sólo advirtió el caño de una pistola apuntándole a la cabeza. En el interior del domicilio, donde estaban la esposa, la mamá y Gisela, la hermana de Gerardo, no escucharon nada. Por eso les llamó la atención los frenéticos golpes en la puerta y el “¡abran!” que venían de afuera.

Cuatro sujetos se abalanzaron sobre las mujeres y golpearon a una en la cabeza. El quinto permaneció en la vereda como vigía. Los obligaron a permanecer boca abajo y con las manos detrás de la nuca, mientras les exigían la entrega de dinero. El que parecía dar las órdenes recibió un llamado telefónico en el medio del robo y después de cortar se puso más intenso. La hermana de Gerardo -a él le gatillaron varias veces- intentó tranquilizarlo y le entregó una caja con unos 100 mil pesos.


Quintero (víctima).- “Vinieron, nos amarraron y nos tiraron al piso. A mi hermana la golpearon en el rostro y querían plata, no buscaban otra cosa. Nos mataron todos los perros”

Parecía que la llamada había puesto en alerta a los ladrones, porque empezaron a alborotarse como las abejas que son molestadas en su panal. “Dale, dale, vamos”, les indicó el supuesto jefe a su cómplices. Mientras salían manotearon de arriba de una mesa varios celulares y todos los llaveros. También la cartera de Gisela con todas sus pertenencias dentro.

“¡Pará, están mis documentos, no me los saques!” alcanzó a pedirles. Le respondieron castigándola con el arma en el cuero cabelludo. Afuera se encontraron con el centinela, que los apuró a huir. Dos vecinas ya gritaban y en la calle comenzó a juntarse un grupo de personas. Los asaltantes corrieron en dirección a 147, atravesaron grandes extensiones de campo y continuaron en dirección a ruta 36, donde se perdieron de vista.


Clara (vecina).- “Dos veces pasaron encapuchados por la calle, los vio mi papá, y al otro día asaltaron a los agricultores. No eran del barrio, acá nos conocemos todos”

“NOS SALVARON LOS VECINOS”

Desde el kiosco en el que minutos antes Gerardo había estado comprando, Clara y su primo oyeron a Gisela que pedía por su cartera. Dudaron un segundo. “Al principio pensamos que se había peleado con el marido, pero enseguida nos dimos cuenta de que era un robo”, le dijo aquella a este diario. Ambos salieron hasta la calle y clamaron por ayuda.

Fue en ese momento que el individuo que actuaba como “campana” se comunicó con los que estaban dentro de la vivienda. Otros frentistas acudieron a ver qué ocurría y pronto la situación se tornó complicada para la banda. “Teníamos miedo por los nenes. Llamamos cinco veces a la Policía y no vinieron, al final mi cuñado y el vecino se fueron a la comisaría a buscarlos”, explicó Carla. Fue también un morador del barrio el encargado de trasladar a Gisela hasta el hospital San Roque de Gonnet, donde la atendieron por sus heridas.

La zona más complicada por los constantes atracos va de 407 a 422 bis y de 134 a 147

 

Los delincuentes vestían “todo de negro, con la cara tapada” y a los perros no los envenenaron “porque estaban adentro con nosotros”, detalló Gerardo. Además, señaló, “conocían a la perfección la ubicación de las cámaras” instaladas en la casa, “ya que no fueron tomados por ninguna”.

Por otra parte, reclamaron por el accionar policial. “Vinieron cuando los fuimos a buscar y ni siquiera entraron. Sólo querían saber qué nos habían robado”. No obstante, destacaron que “la titular del Destacamento sí estuvo bien, nos preguntó por la salud, recorrió el perímetro y hasta se quedó con nosotros toda la noche como custodia”. Al día siguiente, temprano, recorrieron el camino hecho por los malvivientes. Entre los pastizales hallaron precintos y papeles. “Era evidente que venían preparados para quedarse un buen rato. Nos salvaron los vecinos”, reflexionó Gerardo. Los episodios narrados son los últimos de varios que tuvieron lugar en una amplia zona de Arturo Seguí, que va de 407 a 422 bis y de 134 a 147. “Mi sobrino está con miedo, no quiere hacer la denuncia porque lo amenazaron con matar a los chicos. Le robaron la camioneta, le llevaron todo”, refirió la familiar de un hombre que vive por ese sector.

Quienes se encuentran entre los damnificados aseguran que los autores forman parte de “la mafia del Mercado”, que se especializan “en robarle a los quinteros y floricultores”. Las denuncias del accionar de esta presunto grupo de criminales llegan hasta Abasto y Melchor Romero, pero los investigadores creen que son bandas distintas.

 

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