Matrimonios y algo más

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Alejandro Castañeda

afcastab@gmail.com

Los casamientos de Alberto Cormillot y Eduardo Costantini han reanimado mucho a los enamoradizos de la tercera edad que luchan contra almanaque y parentela para poder darse un alegrón en la puerta de salida. Stefania y Elina son novias hermosas que con su edad aportan más consuelo que alegrías. Los novios a su favor tienen divisas y fama, anzuelos irresistibles para quienes están a la caza de algún matrimonio reposado y rentable. La diferencia de edad ha sido la nota saliente de estos metejones tardíos que se llevaron por delante y con razón las miradas impertinentes o las insalvables oposiciones familiares. Cormillot se casó con su asistente, Stefania Pasquini. Lo de adelgazar para sentirse mejor agarró otro desvío en esas largas tardes de consultas y miradas. Cada uno fue encontrando en el otro la parte que más le convenía: Cormillot vio en esta nutricionista la mejor salida para poner en práctica sus consejos sobre la vida sana y disfrutable. Y ella encontró en Alberto la manera de ubicarse oficialmente bajo la sombra protectora de un maestro que le enseñó en el escritorio y ahora la quiere educar en la camilla. Y los hijos de Alberto sintieron de golpe que, la que enseñaba a perder peso, les había enflaquecido la herencia.

Lo de Costantini tuvo más exposición y las malas lenguas le adjudicaron a Elina Férnandez (un apellido que va por todo) el rol de una caza recompensa con buen ojo para atraer candidatos capaces de mejorar expectativas y saldos. Los dos novios pusieron como garantía sus indudables activos: Cormillot ofrece marca, fama y la promesa de que ella estará compartiendo el timón de su instituto con los hijos de un profesional que hizo plata con los gordos y ahora busca beneficiarse con esta flaca linda y sin desgaste que le enseñará a comer y a otras cosas.

Lo de Costantini fue menos trabajoso y más rápido. Cuentan que Elina, conocedora del buen gusto y las mañas de don Eduardo, se quedaba sentadita en el Malba porque sabía que el dueño de casa, después de darse una vuelta por sus museos, suele ir hasta el café a buscar alguna musa para comprar y llevársela a casa. Elina fue paciente. Lo de saber esperar sentada el gran amor es parte del delicioso costumbrismo de lo femenino. Una tarde el dueño de casa se le acercó a la mesa y no necesitó demasiada charla para conquistarla. Eduardo hoy luce como un divorciado generoso y querendón frente a esta modelo de buena geografía que aprendió en las pasarelas la fórmula de saber mostrarse y vender. Las dos parejas apuestan al futuro, pero los datos obligan a ser cautelosos: Cormillot le lleva 33 años a Stefania (81/48) y Eduardo, 41 a Elina (70/29). Camilo J. Cela decía que quien se casa con una mujer muy joven sabe que se está casando con su viuda.

Los avatares mimosos de Burlando y Barbie siempre apelan a prórrogas y demostraciones en cámara. La pareja tiene sus roles públicos bien repartidos: Fernando se limita a anunciar el casorio y a suspenderlo. Y a veces, como lo hizo la última vez, a montar un número vivo muy vistoso para ponerle fecha a un enlace en cuarentena. Lo de armar escenas imposibles y trabajar con falsos testigos es parte de su ejercicio diario. Ese show con ambulancia y sirenas sirvió para hacer saber que toda pareja necesita disfraces y trucos. Pero al final no se casó. Y ahora Barbie, al enterarse de una nueva postergación, dijo que se sintió otra vez desilusionada y que por iliquidez y bronca decidió mal vender el costoso anillo que Fernando le había regalado como prueba de amor. “Cuando se entere, me mata”, dijo en cámara y suelta de cuerpo, sabiendo que Burlando se entera de los despojos antes de que ocurran.

Ocupado en exceso por una actualidad poblada de mala gente, Burlando es una figura requerida por una pantalla que no agota nunca sus temporadas de desgracias. Y Barbie, en la otra punta de la relación, sueña románticamente con un casorio que le asegure al doctor hacer a un lado tanto bandidaje para entregarse mansamente y cada noche a un dulce entredicho sin damnificados a la vista.

Los casamientos de Cormillot y Costantini han reanimado mucho a los enamoradizos de la tercera edad

La diferencia de edad ha sido la nota saliente de estos metejones tardíos y con oposición familiar

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