La saga de Moacir, una historia de liberación, arte y amistad, completa en el Fesaalp

El cineasta Tomás Lipgot recuerda “perfectamente” el momento, hace unos 15 años, en que se encontró con Moacir dos Santos, que sería el eje de cuatro trabajos documentales que se verán en el Festival de Cine Latinoamericano de La Plata.

“Yo estaba investigando para ‘Fortalezas’, mi primer documental, filmado en lugares de encierro”, dice Lipgot, en diálogo con EL DIA. Aquel documental, disponible junto a “Moacir”, “Moacir III” y “Moacir y yo” en la plataforma Octubre TV, desde hoy, gratis (la última, además, tendrá función presencial el jueves a las 20.30 en el Centro Cultural Islas Malvinas), filmaba personas en situación de encierro, y Lipgot viajó al Borda, aunque por cuestiones legales sólo podía elegir un personaje para seguir. “Necesitaba encontrar un personaje que represente cómo era vivir en ese contexto de encierro”, recuerda, y entonces apareció él: “Me acuerdo que era un domingo. Un domingo en el Borda es una de las peores cosas que te puede pasar, es un agujero negro”, cuenta el realizador de “Ricardo Becher, recta final”. Lipgot entró en un taller donde estaba Moacir y “fue como un flechazo”.

Moacir, talentoso cantante, compositor y bailarín de carnaval que nunca tuvo la posibilidad de demostrarlo, brasileño y argentino, “se puso a cantar” y “tenía una potencia que no había visto en todo el lugar”. Lipgot visitó el Borda varias veces más, pero ya tras ese primer encuentro “me di cuenta de que el camino era por ahí”.

Así es que Moacir se convirtió en uno de los personajes de “Fortalezas”, y apenas un año más tarde “Moacir”, donde ya se encontraba externado del manicomio y grabó un disco con sus canciones que creía perdidas. Pasaron 7 años hasta el cierre de la llamada “trilogía de la libertad”, “Moacir III”, que tiene bastante de ficción y se suponía que era la última entrega de la saga.

“No estaba planeado hacer una trilogía”, dice Lipgot, pero “está claro que un personaje que resiste cuatro películas, algo tiene. Ya ‘Fortalezas’ mostraba un potencial como personaje que para mí, como director, era un sueño, era un personaje muy rico, con un arco de evolución muy marcado, que tuvo en su vida real y que fui retratando. Algo que fue quedando claro es que él tenía algo con la cámara, con la representación, con ser personaje, estaba muy atento a la cámara. Esa cuestión del juego de la cámara apareció mucho en ‘Moacir’ y mucho más en ‘Moacir III’, donde jugamos todo el tiempo con eso”. 

Si en “Moacir” el artista buscaba grabar un disco, en “Moacir III” el brasileño redobla la apuesta y sueña con filmar su propia película: representa sus fantasías y sus miedos en un acto de sanación audiovisual que incluye momentos de ficción y a Sergio Pángaro como antagonista.

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Es “un documental con un poco más de vuelo”, define Lipgot. “Moacir quería hacer algo más, siempre presionaba, y surgió esa idea de hacer la idea de hacer algo más ficcional, donde se juegue algo más creativo. Incluso armamos un poco juntos el guion”. 

Así, las tres películas conformaban un arco sensible de emancipación a través del arte: Moacir comenzaba en el Borda y cerraba su trilogía escribiendo el guión de su propia película y jugando con los materiales del cine. “La libertad es un concepto muy amplio y muy esquivo para el ser humano, somos más esclavos que libres en un montón de cuestiones, no sé hasta dónde somos libres. Pero en todo caso, hay grados de libertad, y creo que la libertad tiene que ver con las pequeñas conquistas. El caso de Moacir es claro: él pasó del Borda, de esa experiencia medio infernal, a jugar creativamente, en su ciudad natal, creo que hay algo de libertad en eso”.

Se suponía que aquello era el final de los juegos de cine entre Lipgot y Moacir, pero entonces “pasó que Moacir murió”, impulsando un último trabajo, “Moacir y yo”, estrenada este año. “Cuando murió, me empezaron a pasar cosas, lo empecé a extrañar… En ese proceso de pérdida se me ocurrió hacer algo. No quería hacer algo repetitivo, quería aportar algo nuevo, eso me atormentó en un momento, pero después me envalentoné y se me ocurrió contar lo que estaba fuera de la trilogia: mi relación con él, con esa familia de amigos que creó y que fue clave tras su salida del Borda”, explica el realizador neuquino. Había desafíos, lo personal, el duelo, “no había abarcado mucho la narrativa del yo, tenía que exponerme mucho”, dice, pero a la vez “Moacir había hecho un chiste, en ‘Moacir III’, que pedía ir por la cuatro, siempre quería hacer más: así que creo que le hubiese gustado hacer esta película”. 

Una película de amistad, hecha de amor, como toda la saga, donde, dice Lipgot, “explico lo que él hizo por mí”, que, afirma, no fue dolorosa de realizar. “Doloroso fue el duelo que tuve que hacer, estuve un tiempo deprimido… Pero el proceso fue placentero, y justo me agarró la cuarentena, y como la película tiene mucho material de archivo pude revisar ese material, revisar todo lo vivido con Moacir, resignificarlo, pensarlo…”

Ese tiempo suspendido fue la clave para abarcar 100 horas de material y 15 años de historia personal. “Tanto lo vimos con el montajista, Leandro Tolchinisky, que una vez que nos pusimos a editar, la película se hizo en dos o tres meses, el camino ya estaba allanado”.