Menos aprendizaje, más desigualdad: el impacto de perder clases presenciales
Edición Impresa | 6 de Febrero de 2021 | 03:25

El incremento de las desigualdades, la pérdida de aprendizajes, el deterioro de la salud física y emocional de los estudiantes y las menores posibilidades futuras de empleo, son algunos de los principales efectos de la suspensión de clases presenciales, según investigaciones recientes que evalúan las consecuencias del COVID-19 en el ámbito educativo. En general, los más perjudicados son quienes pertenecen a los niveles socioeconómicos más bajos y, en particular, las mujeres.
La conclusión surge del informe “¿Cuáles son las consecuencias de la interrupción de clases presenciales?”, del Observatorio Argentinos por la Educación, con autoría de Guillermina Tiramonti (FLACSO), Víctor Volman y Federico Braga.
“El documento hace hincapié en las pérdidas de conocimiento que ha provocado la falta de presencialidad. No solo porque hay muchos niños y jóvenes que carecen de conectividad o de los soportes tecnológicos necesarios, sino que además en casi todos los casos el proceso de aprendizaje requiere el apoyo de un adulto con recursos culturales adecuados a esa tarea”, describe Guillermina Tiramonti, coautora del informe.
Se estima que los efectos pedagógicos negativos se acentúan en los países de bajos recursos, y afectan especialmente a las mujeres. En estos países, las mujeres pertenecientes de más altos recursos tienen una deserción escolar del 18 por ciento, mientras que para los hombres la cifra es del 13,5 por ciento, lo que aumenta la desigualdad de género.
“La opción por la virtualidad educativa y la creciente segregación social de la educación argentina implican que los chicos más pobres han tenido mucha menor escolarización que los de mayores recursos”, plantea Juan Llach, ex ministro de Educación. Y agrega: “Pese a la incertidumbre en 2021 de la intensidad de la COVID y de la disponibilidad de vacunas, sería muy injusto para los más pobres repetir las prácticas educativas casi cien por ciento virtuales de 2020”.
Guillermo Jaim Etcheverry, presidente de la Academia Nacional de Educación, afirma que la pérdida de presencialidad “traerá serias consecuencias no solo para sus vidas sino también para el futuro desarrollo de las sociedades en las que actúan”. El especialista considera bajas las posibilidades de contagios si se toman las medidas de prevención adecuadas.
De acuerdo a los datos, asistir a la escuela de manera virtual a tiempo completo reduce 10 por ciento la probabilidad de graduarse de la secundaria, un factor asociado a mayor empleabilidad. El cierre escolar está asociado a peores resultados en pruebas estandarizadas –como las PISA–, lo cual suele utilizarse como parámetro de menores oportunidades de empleo.
La especialista en educación Tamara Vinacur reconoce que la pobreza estructural es preexistente a la pandemia, pero agrega que “la interrupción prolongada de clases profundiza las desigualdades sociales y privaciones existentes, articulándose con procesos sociales de inclusión y exclusión, que afectan las trayectorias educativas y cursos de vida de muchos niños/as y jóvenes. Sin escuela no hay posibilidad de educación para todos”.
Se destaca que los efectos de la suspensión de las clases presenciales también tiene un impacto a largo plazo, tanto en la dimensión individual como en la situación general de los países –afirman los autores–.
La desigualdad en el rendimiento académico aumentó hasta 20 por ciento en los estudiantes, según un relevamiento hecho en Bélgica y afectó más a quienes no cuentan con los mismos soportes materiales y simbólicos que los alumnos pertenecientes a los grupos de mayor poder adquisitivo.
Un estudio realizado en Estados Unidos, afirma que los niños de primaria podrían perder cerca del 70 por ciento del aprendizaje del 2020 en lectura y hasta el 50 por ciento en matemática. Pero también hay consecuencias negativas en la salud emocional por la falta de clases en las escuelas, particularmente los niños/as con necesidades de salud mental, ya que vieron limitado el acceso a recursos que suelen tener a través de las escuelas.
Por otro lado, de acuerdo con una reciente encuesta de Isonomía Consultores, 8 de cada 10 adultos consideran “muy preocupante” la pérdida de aprendizaje de sus hijos y al 75 por ciento le preocupan las consecuencias mentales, físicas y emotivas en el desarrollo de sus hijos después de un año sin estar en contacto con sus compañeros.
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