El capitán, más viejo e intermitente, es lo mejor de la Selección

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Por MARTÍN CABRERA

mcabrera@eldia.com

La Selección no convence. Tampoco gana. Y por eso no ilusiona en esta Copa América. Transita una zona gris ya que de repente despierta algún elogio, pero que de en un abrir y cerrar de ojos recupera lo peor de los planteles de las últimas tres décadas.

En ese panorama, que no invita todavía a la crítica despiadada pero tampoco a los adjetivos edulcorados de algunos comentaristas televisivos, el que mejor sale parado es Lionel Messi. Sí, el capitán tantas veces cuestionado por los hinchas argentinos, ayer volvió a ser el mejor jugador, el más claro y el único capaz de romper la monotonía.

Messi no es el Messi de antes. Ya no es una sensación sino una realidad. Se mueve de la derecha al centro y es, estratégicamente, intermitente. Argentina ya no depende de él exclusivamente para llegar hasta el arco de enfrente. Y esto, sin dudas, es de las mejores estructuras construidas por Lionel Scaloni. Los rivales por momentos desperdician una legión de defensores en marcarlo, pero entonces el juego pasa por Lo Celso, De Paul, Di María o Nico González. El capitán abrió el juego al resto del equipo.

Para algunos, su punto más alto de la noche en Río de Janeiro fue su gol -golazo-, de tiro libre. La jugada, que se le negó dos veces en Santiago del Estero ante el mismo rival de ayer, terminó con la pelota envuelta en la red. Frente al arco, tras infracción a Lautaro Martínez, el capitán le pegó fuerte de zurda, por encima de la barrera y tan al palo izquierdo que Claudio Bravo nada pudo hacer. Fue el gol que pareció abrir un partido que a esa altura era muy favorable a los nuestros.

El gol, de paso, le sirvió para convertirse en el máximo goleador en competencias internacionales (mundiales, Eliminatorias y Copa América). Llegó a 39 conquistas, una más que las conseguidas por Gabriel Batistuta.

Pero también fue asistente. Le dejó servido el gol a Lautaro en el primer tiempo, que el delantero del Inter (que jugó de regular a muy mal) falló en buena posición. Y en el complemento le colocó un centro gol a Nicolás González, que malogró un cabezazo debajo del arco.

No fue el Messi de la era Batista, que tenía que resolver hasta los saques laterales, tampoco el de Sabella, a veces molesto por los jugadores que lo acompañaban de mitad de cancha en adelante, ni ese de la etapa anárquica con Sampaoli. Fue un Messi intermitente pero determinante. Fue un Messi que con chispazos se erigió en el mejor de una Selección que hizo reír y llorar en 98 minutos. Un Messi que, a pesar de estar en el ocaso de su carrera internacional, sigue siendo clave. Una lástima que lo sea pese a que no se busque eso.

 

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