Otro uruguayo en Gimnasia, a la espera de la misma suerte que sus compatriotas

El defensor uruguayo Guillermo Fratta es el segundo refuerzo de Gimnasia en el actual mercado. Tras la demora por una cuestión de permisos debido a los protocolos por la pandemia de Covid-19, el marcador central que buscaba la dirigencia ya se probó la azul y blanca.

Según se supo, el futbolista que proviene de Rentistas de su país, firmó un contrato por 18 meses y será presentado a inicios de la semana próxima. Su arribo, que es el segundo para el plantel tras la firma de Nicolás Colazzo, es con un cargo y con una opción de compra.

Con esta contratación Gimnasia vuelve a apostarle a la sangre charrúa y no es casual. Porque en la modernidad, por el Lobo pasaron infinidad de jugadores uruguayos y algunos de ellos se transformaron en emblemas como en el caso de Guillermo Sanguinetti.

Si bien entre los zagueros no se anotan figuras charrúas desde 1990 hacia adelante (pasaron Nelson Olveira y Damián Macaluso, pero no tuvieron una destacada labor), sí aparecen en la lista los mediocampistas Santiago Ostolaza y José Perdomo, por ejemplo.

El primero de ellos fue dueño del medio albiazul en 1993 y si bien no estuvo mucho en club también dejó su huella. En cuanto a su compatriota es otro de los futbolistas de garra charrúa que dejó su marca. En este caso, y más allá de su capacidad en el círculo central, por haber marcado el famoso gol del terremoto en un Clásico contra Estudiantes.

Hugo Guerra fue otro exponente mens sana de la década del ‘90 y del modernismo albiazul. El delantero, grandote y corpulento, se convirtió en uno de los goleadores del club. Uno de los “9” que fueron buscados cruzando el charco y que supieron darle alegrías a los hinchas. También llegó a Gimnasia en 1991 pero estuvo tres años. El delantero disputó 100 encuentros y anotó 29 goles, antes de pasar al fútbol mexicano.

Pablo Javier Bengoechea fue otro de los jugadores de galera y bastón que pasaron por el Lobo en los últimos 20 años. Uno que siempre será recordado como crack y gran ejecutante de tiros libres, pero que al igual que Ostolaza, permaneció poco tiempo en la institución. Arribó al club en 1993 y jugó 16 encuentros, en los que marcó 5 goles.

Con todos estos buenos antecedentes, el Lobo siguió buscando garra y goles en el cambio década. Y sobre el filo de 1999 llegaría un flaco espigado, desconocido para muchos, que venía con buenas referencias desde Bella Vista, donde había marcado 54 en 86 partidos: Diego Alonso.

Debutó en la red contra Ferro, en Caballito y convertiría 17 goles en 32 partidos. Fue vendido al Valencia en una suma millonaria y en 2008 regresó a la institución ya con el mote de ídolo.

Por esos años también llegó un mediocampista central, distinto, sin el sello convencional del uruguayo aguerrido y la pierna fuerte. Diego Scotti era más un volante de cabeza levantada y juego, prolijo, de camiseta dentro del pantalón. Llegó al club en 2001, estuvo un año y luego tuvo un segundo ciclo en 2004.

Mientras que un contemporáneo de Scotti, repitiendo la historia de Alonso y Guerra, vino a gritar goles: Gonzalo Vargas. El Turbo, que llegó desde Defensor Sporting en 2004, fue uno de los últimos grandes goleadores que tuvo el club. En su primera etapa jugó 55 partidos y anotó 27 conquistas, coronándose como goleador del torneo Clausura 2006.

Ahora será el turno del defensor Guillermo Fratta, quien seguramente conozca todos estos buenos antecedentes de compatriotas tan recordados por el común del triperío.