Otra cara del calentamiento: el clima extremo jaquea más producciones
Edición Impresa | 30 de Enero de 2022 | 02:44

“Llevo 25 años trabajando como productor independiente en el cordón hortícola de La Plata y nunca pensé que una sequía nos podía afectar tanto. Veía a ese problema como algo que afectaba otro tipo de producciones, como la soja, el maíz. Pero este enero en las quintas fue tremendo, por la ola de calor histórica primero, y los diez días seguidos de lluvias después. Pasaron cosas que nunca habían sucedido y muchos no teníamos conciencia de que podían llegar a pasar. Una de ellas fue el impacto directo del calor, que quemó todo tipo de cultivos, especialmente los de hoja, que son más delicados. Otro fue el descenso del agua en las napas subterráneas. En mi caso particular, confiaba en que ese recurso siempre iba a estar ahí para los productores, pero en plena ola de calor, con una máxima de 42 grados y cuando las plantas más necesitaban el agua, el nivel de las napas bajó muchísimo. Fue dramático, las bombas sólo chupaban aire. Hubo que hacer más profundas las perforaciones, lo cual tiene un costo elevado. Y aún así, la mayoría de los productores de la zona tuvo pérdidas importantes”.
El que habla es Salvador Vides (52), productor hortícola platense y ex dirigente del sector, quien agrega que las lluvias que siguieron a la ola de calor, trajeron algo de alivio, pero también problemas en algunas quintas por lo abundantes, provocando también algunos daños, como la proliferación de hongos. Su mayor preocupación, sin embargo, como la de muchos otros productores del cordón, es que este tipo de eventos climáticos extremos se hagan cada vez más frecuentes con el cambio climático.
La misma preocupación es compartida por ambientalistas locales que desde mucho tiempo atrás venían alertando sobre la posibilidad de que los calores extremos y la falta de lluvia repercutieran en el nivel de las aguas subterráneas comprometiendo las producciones de la zona.
Uno de ellos es Horacio de Beláustegui, presidente de la platense Fundación Biosfera, quien no tiene dudas al respecto: “estos problemas llegaron para quedarse y en los próximos años se van a agravar”, dice y postula que es necesario tomar medidas para contrarrestar los efectos de fenómenos climáticos extremos que “se harán cada vez más frecuentes, según las previsiones del Panel Internacional de Expertos Sobre Cambio Climático (IPCC)”.
Estas preocupaciones irrumpieron con inusual fuerza en este enero en el que el clima tuvo un protagonismo especial, primero a través de una ola de calor histórica que afectó a buena parte del país provocando incendios en varias provincias y luego con una inusual seguidilla de lluvias que se extendió por diez días en algunas zonas.
Estos fenómenos extremos no tardaron en impactar en la producción. Y si bien inicialmente trascendió que los más afectados fueron los cultivos de soja y maíz, cuyos rindes se habían visto seriamente comprometidos, pronto la lista de cultivos afectados se incrementó notoriamente revelando un escenario dramático para muchas economías regionales en todo el país.
El incremento de los precios al consumidor fue el termómetro que llamó la atención sobre estos hechos. En los últimos días, productos como la lechuga y el tomate mostraron incrementos inusuales, que los productores vincularon, mayoritariamente, a la contingencia climática.
Según un informe difundido por la Cámara Argentina de la Mediana Empresa (CAME) la ola de calor de la primera quincena de enero, la sequía (en buena parte del país) y las heladas tardías (en la zona de Mendoza) provocaron pérdidas importantes en cultivos como las verduras de hoja, el tomate y el morrón, pero también en la cebolla, el ajo, las ciruelas, el durazno, el damascos, las peras, las manzanas, la yerba y el tabaco.
Según estimaciones de los productores, los fenómenos climáticos extremos seguirán pesando, al menos en el futuro inmediato, no sólo en los precios de algunos de estos productos, sino también a través de posibles problemas de abastecimiento.
En este contexto, los pronósticos meteorológicos no son optimistas. Un informe reciente de la Bolsa de Cereales de Buenos Aires indica que el fenómeno de la Niña, que por segundo año consecutivo sufre la región y que repercute en el país con lluvias por debajo de lo normal y temperaturas por encima de lo normal, podría extenderse hasta mediados de marzo.
Si bien las últimas lluvias trajeron algo de alivio a todas las producciones, lo cierto es que tampoco resultaron suficientes para recuperar a toda la región afectada: en el área núcleo de la producción agrícola del país, alrededor del 50% de los cultivos no habría compensado su necesidad de agua con las últimas lluvias (ver aparte).
El calor quemó cultivos mientras la sequía impactaba reduciendo el nivel de los acuíferos
El impacto de los fenómenos climáticos extremos en las producciones no preocupa sólo en el país, sino que es considerado una amenaza a nivel mundial, máxime cuando los organismos especializados afirman que estos sucesos se harán cada vez más frecuentes en el futuro inmediato.
En ese sentido, el último reporte del Foro Económico Mundial (FEM), titulado ‘Informe de Riesgos Globales 2022’ y basado en las opiniones de más de 12.000 líderes a nivel global de diferentes sectores que identificaron riesgos críticos a corto plazo en 124 países, identifica a la crisis climática como la mayor amenaza a largo plazo que enfrenta la humanidad.
El documento agrega que estos riesgos podrán convertirse en realidad si los países no cumplen con las acciones que, cada año, se discuten en las cumbres internacionales.
En el cordón hortícola platense
Productores hortícolas platenses consultados por este diario destacaron que los daños que provocaron la ola de calor y las intensas lluvias que la siguieron son difíciles de calcular, pero que alcanzaron a distintos tipos de cultivo, especialmente a los de hoja.
El efecto negativo del intenso calor, que llegó a la marca máxima de 42 grados durante el evento climático extremo, se notó más en los cultivos a cielo abierto, aunque también afectó a los de invernadero.
Al mismo tiempo, destacaron que las altas temperaturas impactaron en los cultivos en sus diferentes ciclos.
Además, los productores indicaron que una sequía tan extensa también favoreció que prosperaran distintas enfermedades de las plantas.
“Entre ellas las arañuelas y el trip, que prospera en cualquier pasto o yuyo que hay afuera y se transmite a los cultivos bajo cubierta”, destacó uno de los productores consultados.
Al mismo tiempo, los horticultores destacaron que, tanto el intenso calor como las lluvias posteriores favorecieron al crecimiento de hongos en las plantas cultivadas, que las terminaron inutilizando.
“Un problema que se va a agravar año a año”
Horacio de Beláustegui, desde la platense Fundación Biosfera, no se sorprende por el problema relatado por los productores, ya que indica que “es algo que nosotros habíamos anunciado”.
Para de Beláustegui, en un escenario en el que se espera que los fenómenos climáticos extremos sean cada vez más frecuente, cabe esperar que el problema se agrave en las quintas platenses, pero afirma que es necesario hacer tareas de adaptación y resiliencia que permitan contrarrestarlo.
Las lluvias posteriores a la ola de calor favorecieron la aparición de hongos
“Las mediciones de las entidades internacionales que se dedican al clima nos están mostrando que desde hace 15 años cada año resulta más caluroso que el anterior, así que este problema se va a agravar”, dice de Beláustegui (ver aparte).
Para de Beláustegui “es importante que los productores platenses cuenten con programas de resiliencia frente al cambio climático, que les permitan tomar medidas para contrarrestar este problema que va a empeorar”.
El mayor problema, describe el especialista, es que los productores toman el agua de los acuíferos que conservan aguas de lluvia y cuyo nivel baja cuando hay sequía.
“Si esto sucede, el productor tiene que buscar el agua, que conseguía a profundidades de 35 o 50 metros, más abajo y para eso no basta con hacer un pozo, sino que se necesitan encamisamientos, sistemas de tubos y bombas que tienen un costo elevado y encarecen toda la producción”, dice De Beláustegui.
Para el experto entre las medidas posibles a tomar se podría considerar la selección de variedades productivas más resistentes a las sequías, la construcción de invernaderos mejor adaptados a la escasez de agua, la recolección de agua de lluvia e implementar mecanismos de educación y fiscalización para evitar el derroche de ese recurso, que es finito. Lo que se necesita es un programa de resiliencia y no medidas de contingencia como se toman ahora”, concluyó.
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