La vuelta al poder en un país diferente

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Dos veces presidente entre 2003 y 2010, Lula dejó el poder con una popularidad de casi 90 por ciento tras una gestión en la que 30 millones de brasileños salieron de la pobreza. Y se granjeó un enorme prestigio internacional como piloto del “milagro” económico brasileño, empujado por los altos precios de las materias primas.

Pero ahora a con 77 años, el panorama es diferente al que le tocó gobernar entre 2003 y 2010. La polarización que reflejó el ballotage es una de las misiones difícil a revertir. Y además, a pesar de la derrota de Bolsonaro, la derecha sigue fortalecida tanto en el Parlamento como en Estados clave, como San Pablo, que ayer volvió a ganar el candidato oficialista.

Mientras, la pandemia golpeó duramente la mayor economía de Latinoamérica e incrementó el desempleo, principalmente entre las mujeres. Pese a la leve mejora en los últimos meses, Bolsonaro se vio forzado a lidiar con otro caballo de batalla tras el estallido de la guerra en Ucrania: la inflación.

Aunque el índice cedió levemente en la recta final de la campaña, en parte gracias a unos subsidios otorgados por el Gobierno al combustible y al aumento de los tipos de intereses, el precio de los alimentos continuó disparado, lo que se sintió -y creen que se seguirá sintiendo- sobre todo en el bolsillo de los más pobres.

A lo largo de su campaña, el líder del Partido de los Trabajadores (PT) recordó una y otra vez sus ocho años de Gobierno, en los que Brasil vivió una época de bonanza económica gracias al boom de las materias primas y creció una media del 4 por ciento.

Pero ese viento a favor hoy ya no está, en medio de una guerra y recesiones.

 

Brasil

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