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Tom Cruise guardó la esperada continuación de su película de aviadores durante dos años porque no quería estrenarla en pantalla chica. “Hago películas para la gran pantalla”, lanzó orgulloso desde Cannes sobre la espectacular segunda parte, que llega el jueves a los cines y donde vuelve a pilotar él mismo un avión militar
Ocho aviones de la Patrulla Aérea francesa -un grupo acrobático del ejército- sobrevolaron el Palacio de Festivales de Cannes y dibujaron en el aire la bandera francesa, como colofón al desfile por la alfombra roja de Tom Cruise y el resto del equipo de “Top Gun: Maverick”, esperada secuela del clásico ochentoso que, tras su estreno en el festival de cine francés, llegará a Argentina el jueves.
¿Por qué tanta parafernalia para la secuela de una película que muchos consumieron y consumen de forma irónica? Es que este regreso de “Top Gun” y de Tom Cruise a la pantalla llega como una reivindicación del cine: el actor y líder cienciólogo guardó durante dos años y monedas la película, dos años en los que las salas se cerraron y el público se acostumbró a ver los grandes estrenos en la comodidad del living, porque quería que se vea en la pantalla grande, vibrando el ruido de los aviones caza en una audiencia multitudinaria, en esa experiencia colectiva que es la sala.
“Hago películas para la gran pantalla. Mis películas no saldrán directamente en las plataformas. Ir al cine es compartir una experiencia, sea cual sea nuestra cultura o lengua”, explicó la estrella hollywoodense en Cannes, y afirmó que el cine no tiene nada que ver con la televisión, para regocijo de la audiencia festivalera.
Cruise contó incluso que “me gusta ir a ver las películas en sala de cine cuando salen. Me pongo una gorra para no ser reconocido”, y afirmó que el cine se tomará revancha de esta momento de retracción de las salas tras la pandemia: “Juntos saldremos de esta situación”.
“A los cuatro años ya tenía ganas de hacer cine. Crecí con las películas de Buster Keaton, Harold Lloyd, Charlie Chaplin”, recordó Cruise, de 59 años. Y como esos maestros, Cruise también interpreta, una vez más, sus propias acrobacias en “Top Gun”, pilotando él mismo los aviones del ejército: para la primera entrega, estrenada en 1986, el actor aprendió a pilotar las naves, en lo que muchos marcan como el inicio de la obsesión de Cruise por realizar sus propias escenas de riesgo y poner el cuerpo por sus películas, a cantar si es un cantante (”Rock of Ages”) o a jugar al billar como un profesional (“El color del dinero”).
¿Por qué lo hace? “Es como preguntar a Gene Kelly por qué baila”, comentó entre risas, aunque contó que la pulsión por la adrenalina, como la pasión por el cine, la lleva dentro desde chico: “Tenía cuatro años y medio. Me hice un paracaídas con mis sábanas. Subí al tejado”, recordó. “Cuando me lancé, me dije ‘no es una buena idea’. Aterricé en el suelo de forma tan dura que vi las estrellas por primera vez en pleno día”.
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En definitiva, claro, ambas, la pasión por la pantalla grande y por el riesgo, están estrechamente vinculadas: Cruise prefiere lanzarse de un avión a trabajar con una pantalla verde porque busca en su cine una autenticidad, una fisicalidad, que el cine ha perdido con los avances tecnológicos. Hoy todo huele a pantalla verde, a efecto realizado en posproducción por una computadora, y entonces el riesgo y la proeza del cine quedan reducidos, al igual que su impacto, porque algo dentro nuestro sabe que nada de ese riesgo es real. Ese cine quizás pueda consumirse desde el living, pero no el que propone Cruise, el de impactos reales, tobillos que se quiebran contra el asfalto, cuerpos magullados y proezas estratosféricas.
Ahora, una vez más, Cruise ha insistido en pilotar su propio avión (y quizás eso sea parte de la gracia, de la diversión) para “Top Gun: Maverick”, la secuela del filme de Tony Scott que lo catapultó a la fama en 1986 y en la que se vuelve a poner la mítica cazadora de aviador que puso de moda en los 80.
Sobre el tiempo que ha tardado en estrenar una secuela de “Top Gun” -36 años-, Cruise dijo que no quería decepcionar al público. “Una película tiene que conectar con el público, nos dejamos la piel para que funcione y, créanme, eso lleva tiempo”.
Pero la película se hace cargo de ese paso del tiempo y transcurre tres décadas después de la original, con un Peter “Maverick” Mitchell ya veterano.
La historia que cuenta la espectacular película es la siguiente: a 36 años de haberse graduado como teniente y luego de haber acumulado fama en acciones de guerras cercanas del imperio como Afganistán e Irak, Maverick languidece cerca del retiro obligado pero es salvado por la máxima autoridad de la aviación marine, su antiguo contrincante y amigo Ice (Val Kilmer), que lo necesita para que capacite y dirija una operación de destrucción de bases de uranio enriquecido enclavadas en peligrosas montañas de un país que no se nombra, acaso como resguardo geopolítico ya que se ha vuelto común que los aliados se transformen en enemigos y los enemigos en aliados de un día al otro en el complejo tablero donde se dirimen los intereses de las potencias internacionales.
Partes emotivas, además de las de acción frenética, hay varias: una, el nuevo romance de Maverick, ahora con una mesera interpretada por Jennifer Connelly; dos, las ceremonias de camaradería y tres, lo más importante, el encuentro de Maverick con Bradley “Rooster” Bradshaw (Milles Teller), hijo de Goose, el fallecido copolito de Marverick en una acción de entrenamiento de la primera película, cuya culpabilidad por la pérdida sigue cargando.
Para la crítica, esta segunda parte, a diferencia de lo que suele suceder, supera ampliamente la primera: en esta revival a cargo de Joseph Kosinski, hay muchísima y mejor acción, con tomas áreas de los combates y los vuelos de los F-18 de la Marina de Estados Unidos absolutamente increíbles e inéditos, casi un proceso inmersivo en las cabinas de los pilotos de los modernos McDonnell Douglas a velocidades insospechadas y en una vibrante operación de destrucción y fuga de obligados 2.30 minutos para salir vivos del intento (y con sonido envolvente, para escuchar cómo esos aviones rasgan el aire, el ruido de las metrallas, las explosiones y los misiles cuando alcanzan un objetivo), que no dejan otra alternativa que ser vistos en pantalla cinematográfica. Cuanto más grande mejor.
Cruise junto a Jennifer Connelly, protagonista de la secuela, en Cannes
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