La visita al Titanic en sumergible es una “operación kamikaze”
Edición Impresa | 23 de Junio de 2023 | 02:02

BERLÍN
Un hombre que fue uno de los primeros clientes de la compañía del vehículo sumergible describió la inmersión que hizo en el lugar para visitar los restos del Titanic hace dos años, como una “operación kamikaze”.
“Hay que estar un poco loco para hacer esta clase de cosa”, dijo Arthur Loibl, aventurero alemán y empresario retirado de 61 años. Loibl dijo que había tenido por primera vez la idea de ver los restos del Titanic durante un viaje al Polo Sur en 2016. En ese momento, una compañía rusa ofrecía inmersiones por medio millón de dólares.
Después de que OceanGate, con sede en el estado de Washington, anunciara su programa un año más tarde, él aprovechó la oportunidad y pagó 100.000 dólares por una inmersión en 2019 que se canceló cuando el primer sumergible no resistió las pruebas previas.
Dos años más tarde participó en una travesía que tuvo éxito junto al director general de OceanGate Stockton Rush, el buzo francés y experto en el Titanic Paul-Henry Nargeolet y dos hombres ingleses.
“Imagine un tubo de metal de unos pocos metros de largo y una placa de metal como suelo. No se puede estar de pie. No se puede estar de rodillas. Todo el mundo se sienta cerca o encima de otro”, dijo Loibl. “No se puede ser claustrofóbico”.
Durante las 2,5 horas de ascenso y descenso se apagaron las luces para conservar energía, señaló, y toda la iluminación procedía de una varita fluorescente.
RETRASOS Y PROBLEMAS
La inmersión se retrasó varias veces para arreglar un problema con la batería y el lastre de equilibrio. En total, el viaje tomó 10,5 horas.
El grupo tuvo suerte y disfrutó de una espectacular vista del crucero hundido, relató Loibl, a diferencia de visitantes de otras expediciones que apenas vieron una zona de escombros o, en ocasiones, nada en absoluto. Algunos clientes perdieron pagos no reembolsables cuando el mal tiempo hizo imposible el descenso.
Loibl describió a Rush como una persona hábil para hacer reparaciones que intentaba resolver problemas con lo que tuviera disponible para realizar las inmersiones, aunque en retrospectiva señaló que “era un poco cuestionable”. “Viéndolo ahora, fui un poco inocente”, dijo Loibl. “Era una operación kamikaze”.
“INOLVIDABLE PERO ATERRADOR”
Por su parte Tom Zaller, director ejecutivo de la compañía que organiza la exposición del Titanic, dijo que el viaje a los restos del Titanic en un pequeño sumergible como el siniestrado, es progresivamente frío y oscuro, y también “inolvidable pero aterrador”. “A medida que bajás más y más, se vuelve más oscuro”, contó, mientras describía su viaje realizado hace 23 años. “Cuando comenzás el descenso desde la superficie, es cálido adentro. Pero a medida que bajás, se vuelve frío”.
Hace más de dos décadas, Zaller viajó al lugar, 650 km desde la costa más próxima, como parte de un viaje de investigación a bordo de una embarcación rusa que tenía dos sumergibles. “Titanic: La exhibición”, que organiza la compañía de Zaller y que reabrirá al público en Los Ángeles el 30 de junio, reproduce algunos interiores del famoso barco que se hundió en su viaje inaugural, y representa una experiencia de inmersión llena de historia y artefactos.
“El sumergible es una esfera presurizada de dos metros de ancho”, dijo sobre el vehículo en el que bajó al lecho marino. “Hay un asiento para el piloto en el centro, y dos banquillos en cada lado con tres orificios”. “Encima está la entrada principal, y cuando entrás al sumergible la cerrás desde adentro. Hay otra cerradura desde afuera, por lo que una vez que entraste, no hay vuelta atrás. Es un compromiso”.
El sumergible cae al agua desde la cubierta del buque, en el mar azul que rápidamente se vuelve negro a medida que comienza a hundirse. Durante dos horas y media no hay prácticamente nada que ver, puesto que la pequeña nave conserva su electricidad para usarla en el lecho marino.
Al llegar al fondo, el sumergible mueve el lodo. “Cuando mirás por la ventanilla, se ve un poco nublado. Y luego a medida que comenzás a andar, cuando estás flotando, comenzás a navegar hacia adelante, es como si atravesaras estas nubes”. “Y te quedás en este ambiente perfectamente tranquilo en el fondo del océano, a unos 3.800 metros bajo la superficie, y ahí ves restos, una pieza gigante del Titanic”. “Y ahí ves una taza o una tetera, y luego ves donde se movió el costado del barco y se ve la bañera del capitán Smith llena de agua”.
Zaller, quien no tenía experiencia en este tipo de expediciones, dijo que estaba nervioso durante su viaje al lecho marino, a pesar del obvio profesionalismo y dedicación de la tripulación a cargo del viaje.
“Pero estás enviando un diminuto sumergible a casi 4 kilómetros de profundidad, algo que es increíblemente complicado y técnico”, dijo. “Es una esfera que no parece muy sofisticada”.
“Llevé una cámara de video y grabé un video de mí mismo. Al verlo después, vi que estaba completamente aterrorizado”.
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