Insomnio: un mal de época y sus peligrosas consecuencias

Un estudio reciente reveló que si los argentinos durmiéramos al menos siete horas, el PBI del país podría crecer hasta 1,27%, pero más de la mitad de las personas tienen problemas de sueño. Hablan especialistas y platenses que lo sufren en carne propia

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Alejandra Castillo

alecastillo95@hotmail.com

Si todos los argentinos nos dispusiéramos a dormir al menos siete horas por noche el PBI del país podría crecer hasta 1,27%, según una investigación de biólogos y economistas argentinos que fue publicada por The European Journal of Health Economics a principios de noviembre.

El modelo que estudia el llamado “costo del sueño” ya se realizó en países como Francia, Inglaterra, Alemania, Japón y Estados Unidos, concluyendo que el descanso insuficiente se traduce en menos productividad, más accidentes laborales y mayores enfermedades entre los trabajadores.

Más allá de los estudios de cronobiología y economía, ¿somos conscientes de qué pasa en nuestro cotidiano cuando dormimos bien, poco, o directamente no pegamos un ojo?

El insomnio, por definición, es la “dificultad con insatisfacción para iniciar o mantener el sueño o despertar demasiado temprano”, dice el psiquiatra Santiago Moltedo, antes de distinguir entre el que se presenta como síntoma, “con prevalencia del 30 al 35 por ciento de la población”, del que es un trastorno, y afecta “al 10 por ciento”.

Dicho de otro modo, podemos no dormir o dormir mal porque alteramos el ciclo del sueño y la vigilia (trabajos rotativos, rutina irregular, jet lag); por estrés (la lista de causas es infinita); por trastornos psiquiátricos (depresión, ansiedad, psicosis); por cambios somáticos (embarazo, por ejemplo) o por enfermedades neurológicas, cardíacas, urinarias, y un largo etcétera.

A eso habría que sumarle las parasomnias, que son comportamientos inusuales que ocurren durante el sueño REM (pesadillas, parálisis del sueño) y no-REM (sonambulismo, bruximo, terrores nocturnos).

Como punto de partida, Moltedo recomienda llegar a un diagnóstico clínico que defina si es un insomnio síntoma o un trastorno, para, en cualquier caso, tratarlo. “Si eso no pasa se cronifica en el tiempo, incluso cuando el estresor o trastorno primario ya se resolvió”. Los riesgos de medicar un síntoma.

Ana tiene 54 años y, desde hace algunos meses, padece problemas para dormir. No es una experiencia nueva para ella ya que antes de someterse a un bypass gástrico, en 2019, el insomnio era cosa de todas las noches, sólo que entonces la causa era la obesidad y sus consecuencias.

“Ahora tiene que ver por estrés a causa de una cirugía y otras cuestiones personales”, cuenta, que la llevaron a tener “miedos y pensamientos feos”. Como no quiso recurrir a los psicotrópicos, reforzó el tratamiento psicoterapéutico con dos sesiones semanales y consultó con su médica clínica, quien además de pedirle una batería de estudios para descartar cualquier otra cosa, le sugirió “probar con recursos naturales”. Le habló de higiene del sueño (ver aparte) y recomendó el consumo de infusiones de hierbas sedantes o relajantes, como melisa, tilo o pasiflora, entre otras.

Tratamos de abordar las preocupaciones que pueden causar el insomnio. Si no están a nivel consciente, el trabajo es más profundo. Lo ideal es modificar horarios y se requiere un análisis integral del estilo de vida”.

Alberto Sánchez, psicólogo

Arturo Garay es Jefe de la Unidad de Sueño-Neurociencias del Centro de Educación Médica e Investigaciones Clínicas “Norberto Quirno” (CEMIC). Refiere que “el 60% de la población padece síntomas de insomnio y entre el 10% y el 15% insomnio crónico, con años de evolución”, por lo cual no duda en calificar a este tema como “preocupante”. Y no habla de los costos económicos o del PBI. “El hecho de dormir mal, poco o de forma irregular predispone al organismo a procesos de inflamación en general, con riesgos de contraer enfermedades cardiovasculares, diabetes, obesidad”, entre otras.

“La vida en sociedad de 24 horas conspira contra el sueño”, afirma Garay, aunque aclara que “la humanidad no siempre ha dormido bien” - como dicta aquel axioma que carga tintas al progreso-, y relativiza el aspiracional de “las 8 horas”. Contrapone: “Hay que preguntarse si el paciente está o no conforme con su sueño y si se despierta lúcido o preparado para hacer lo que el día le requiere”. Es que el insomnio, concluye el neurólogo, “no es solo un problema de la noche; también es un problema del día”.

“LA MAQUINA DE PRODUCIR INSOMNIO”

Eduardo (58) dice que “hace tres años” que le “cuesta dormir”.

“Fui a un psiquiatra que me dio algunos consejos para ir ‘bajando’ y poder llegar a la noche con sueño, pero no me dio resultado. Ahora tomo Alplax a diario; yo raciono la dosis”, relata. Lo que quiere Eduardo, que trabaja en una oficina pública, es dormir “de un tirón hasta las 6 de la mañana”, pero “la fuerza de la cabeza no me deja por las preocupaciones. Me despierto y empiezo a pensar”.

“El peor enemigo del sueño y la madre de todas las complicaciones es no poder relajarse”, confirma Alberto Sánchez, psicólogo especialista en trastornos del sueño; “los pensamientos son una gran máquina de producir insomnio. Si puedo repasar el día y resaltar lo positivo, en vez de los problemas, puede mejorar el sueño en lugar de empeorarlo. Eso es meditar. La mente es una gran usina de tranquilidad o de problemas”.

Al insomnio lo define el malestar. En la enorme mayoría de los casos, es secundario o reactivo a otra causa o trastorno. Tratando lo que lo causa, se corrige solo. Antes de medicar, se intenta con higiene del sueño”.

Joaquín de Alba, psiquiatra

Según Sánchez, los problemas para dormir recrudecieron a partir del aislamiento por la pandemia del Covid: “El 90 por ciento de mis pacientes vieron alterado su sueño durante la noche, como si su cuerpo no distinguiera si era hora de descansar o no”.

Alude a los trastornos circadianos, como una discordancia entre las necesidades y el calendario de sueño y de vigilia.

En 75 años, pasamos 50 años despiertos, 18 años en sueño profundo no REM y 7 años en sueño superficial o REM, que es el de superficie, cuando generalmente soñamos. Lo normal es que pasemos 1/3 de nuestras vidas durmiendo”.

Santiago Moltedo, psiquiatra

El ciclo circadiano promedio dura entre 24.2 y 24.9 horas, con marcadores de tiempo como la luz solar, las comidas y las actividades cotidianas. De cualquier modo, hay variaciones individuales. Por ejemplo, aquellas personas que se acuestan muy tarde, llamadas “búhos”, o muy temprano, calificadas como “alondras”.

Dormir poco o mal “tiene consecuencias más allá de lo evidente”, afirma Sánchez; “provoca bajo rendimiento, afecta los vínculos y causa irritabilidad. Puede que muchas personas hayan incorporado la rutina de dormir 4 o 5 horas y no reconocen que les está pasando algo, pero la falta de descanso es insana”.

ATACAR LA CAUSA

Sus “problemas para dormir”, como los califica Ana María Casirola, empezaron hace dos meses y la tomaron por sorpresa, porque tiene 75 años y nunca antes los padeció.

“Me despierto a las 3 de la mañana, como si me pusieran un reloj”, describe, y se me forma un hilo de pensamientos con problemas. Lo raro es que son problemas que tuve toda la vida, nada de vida o muerte”. Para relajarse, aplica algunos consejos que le ofrecieron. Por ejemplo, el de una hija que hace yoga: “Respiro como ella me dijo, pero no me duermo. Después rezo mucho, pero me canso y nada”, cuenta. Últimamente optó por levantarse y estudiar italiano.

Tiene previsto consultar con un médico, aunque advierte que “tomar pastillas” no es una opción. “Ya tomo demasiada medicación”, se queja; “encima, cada vez que te dan un remedio es para toda la vida”.

El tratamiento psicofarmacológico para el insomnio puede incluir benzodiacepinas (Midazolam, Clonazepam, etc.); los llamados fármacos Z (Zolpidem, Zopiclona, etc.); Prometazina; entre otros.

“Lo bueno de esta medicación es que el paciente puede dormir, pero lo malo es que le sacan buena parte del sueño REM (momento en que se produce una intensa actividad cerebral y los sueños más vívidos), porque cuando soñamos se procesa nuestra memoria emocional”, detalla el neurólogo Garay.

Aunque el insomnio puede o no medicarse al inicio del tratamiento, los enfoques de terapia cognitivo conductual, reaprendizaje de los hábitos del sueño y técnicas de relajación, pueden activar estructuras del cerebro que medien sensación de bienestar en el presueño”.

Arturo Garay, neurólogo

Por otro lado, el consumo de estos medicamentos, “si se prolonga en el tiempo, causa acostumbramiento y es difícil dejarlo si no hay un seguimiento o indicación específica, explica el psiquiatra Joaquín de Alba, detallando que “algunos son de venta libre, hay farmacias que los venden sin receta y personas que los consiguen de otra manera”.

Lo grave es que “los más habituales no son específicos para el sueño, sino ansiolíticos que no atacan la causa (Alplax, por caso). Lo primero –insiste- es ver qué lo provoca, porque en la mayoría de los casos el insomnio es un situación reactiva y pasajera a otro problema que puede ser médico y, con un tratamiento adecuado, el sueño se corrige solo. Se puede medicar, pero antes se intenta con medidas de higiene del sueño, que tienen que ver con corregir hábitos: evitar la cafeína a la noche, ejercicios físicos durante el día, o ajustar el horario del sueño”.

Raúl, de 45 años, fue chofer de un funcionario provincial durante varios años, lo que lo obligaba a viajar todos los días fuera de La Plata. Hasta que comenzó a pasarle que se “despertaba en la puerta de este funcionario y no recordaba haber viajado. Tenía los tickets de los peajes, el vuelto, todo, pero no sabía cómo había llegado ahí. Al principio no quería decir nada porque tenía miedo de que me tildaran de loco o perder el trabajo, pero pude matarme más de una vez y pedí ayuda”.

Tuvo que recurrir a una terapia del sueño para reacomodar su rutina y “ahí me dijeron que tenía sueño blanco”, recuerda.

Los especialistas lo califican como un fenómeno vinculado a la fatiga y déficit de sueño, muy frecuente en choferes profesionales: mantienen los ojos abiertos, pero pierden las nociones de tiempo y espacio.

Niños
Un 25% de la población pediátrica tiene trastornos del sueño. Presentan obesidad, accidentes, trastornos emocionales y del tono afectivo, agresividad, impulsividad, irritabilidad, frustración y alteraciones en la atención, memoria y aprendizaje.

 

 

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