“Tarde o temprano”: familias que penden de un hilo o de un secreto

Con dramaturgia de Walter Rodríguez y dirección de Magui Cabassi, se despide de la cartelera esta obra basada en hechos reales

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“Tarde o temprano”, la obra escrita por Walter Rodríguez y dirigida por Magui Cabassi, realizará su última función este sábado a las 21 en Dynamo, 17 y 68, de la mano de una trama que recupera hechos reales y los sitúa en un territorio emocional reconocible. Es la historia de una familia que pende un hilo que bien podría ser la de cualquiera.

Ambientada en los años noventa, la obra transcurre durante la previa de Semana Santa, cuando el deterioro del padre y el aniversario de la muerte de la madre reúnen a las cuatro hermanas Regúnaga en el despacho de bebidas que funciona en la periferia de una ciudad del interior argentino.

En ese espacio se exponen tensiones vinculadas con la decisión de internar o no al padre, la irrupción de una demanda judicial y los vínculos que sostienen -o desestabilizan- la vida familiar.

Protagonizada por Mechi Barragán, Gaby Kin, Ana Marcos y Laura Romero Demelli, la pieza combina humor y tensión en una comedia dramática construida desde materiales autobiográficos, con que se espera que “motive a mirar nuevamente los vínculos más cercanos antes de que sea tarde”.

Un lugar dentro de la cartelera actual

En diálogo con EL DIA, Magui Cabassi remarca que la obra se diferencia dentro de la programación teatral por su retorno al realismo y por una “profundidad emocional poco frecuente”. Según señala, la pieza instala una atmósfera propia de época que permite conectar con públicos de distintas generaciones. Para la directora, el rasgo que recorre la obra es “el equilibrio entre el humor presente de principio a fin y una tensión subterránea sostenida por los secretos, rencores y recuerdos que enlazan a estas hermanas”.

Entre los temas centrales de la obra, resalta las dinámicas familiares, las lealtades, los silencios y los modos en que ciertas verdades se postergan o se sostienen dentro de un entramado afectivo. También se plantean los límites del acompañamiento y la pregunta por aquello que se sostiene únicamente por el lazo familiar.

El origen del texto y el tránsito hacia el escenario

Walter Rodríguez, el autor, recuerda que la obra nació a partir de “una confesión en la familia” vinculada con una denuncia que la protagonista sólo pudo realizar después de la muerte del agresor. Explica que ese hecho “obliga a reconfigurar relaciones, pensar en otros modos de nombrar” y que la puesta en escena produce impactos diversos en las personas espectadoras. Relata que, tras algunas funciones, quienes lo rodean comentaron experiencias personales asociadas a lo que vieron, especialmente en el caso de las mujeres, para quienes la vivencia tiene un registro más corporal.

Sobre el proceso de llevar el texto al escenario, señala que para quien escribe sin dirigir ni actuar, la obra pasa por múltiples mediaciones. “Lo que ocurre en el teatro es siempre una enorme sorpresa”, afirma, y cuenta que disfruta observar al público en silencio tras el monólogo final. Su participación en los ensayos se limitó a aclarar “puntos ciegos” del texto y contextualizar la época y el ambiente en que se desarrolla la historia.

Reconstruir los años noventa desde la escena

Por su parte, Magui Cabassi detalla que la ambientación se construyó a partir de un trabajo visual basado en imágenes de bares de pueblo: texturas de madera, ladrillos a la vista, carteles de chapa envejecidos, bebidas típicas y elementos propios de los espacios sociales del interior. A eso se sumaron sonidos, modismos y ritmos de los años noventa, con el objetivo de recrear fielmente el universo donde transcurre la acción. La obra ya estaba escrita para esa época y la directora decidió sostener esa elección desde el inicio.

El mayor desafío, cuenta, fue trabajar con una historia verídica que toca experiencias íntimas de una familia y que dialoga con vivencias frecuentes en mujeres. Por eso, el proceso de dirección incluyó un trabajo con las actrices basado en construir vínculos, memorias compartidas, códigos y tensiones familiares. “Buscamos una verdad emocional desde el cuerpo y la escucha”, explica. Para ella, el teatro permite volver visible lo que no se dice y abrir un espacio de reflexión en quienes asisten.

 

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