“El delito siempre sale o sale”: vecinos sin suerte ante tanta inseguridad
Edición Impresa | 16 de Diciembre de 2025 | 01:59
La fortuna no siempre baila en salones de gala ni se reparte con música festiva. A veces gira en silencio, de madrugada, y cambia de manos en cuestión de minutos.
Eso fue lo que ocurrió en las últimas horas en dos robos que, aunque distintos en modalidad, comparten un denominador común: sumas millonarias, descuidos involuntarios y delincuentes que parecieron leer el ritmo exacto del infortunio.
El primer golpe tuvo como escenario el establecimiento educativo “Huellas”, que funciona desde hace ocho años en el barrio San Carlos de La Plata.
No se trata de un lugar menor: el predio cuenta con dos plantas, seis aulas, áreas administrativas y allí se gestiona la administración de los tres niveles educativos de la institución, incluso el jardín de infantes “Huellitas”. Un total de 110 empleados dependen de ese engranaje cotidiano.
El pasado viernes 12, un cambio en el horario bancario alteró la rutina de los responsables del área contable.
Tenían 15.200.000 pesos destinados al pago de los aguinaldos, que no pudieron depositar, por lo que se decidió ponerlo a resguardo, de manera excepcional, en una pequeña caja fuerte ubicada en la oficina de administración, en la planta baja. Al menos eso pensaron.
Era “una caja chica”, según describieron ante la Policía, con tablero digital, pensada para contingencias, no para custodiar semejante cantidad de efectivo.
Sin embargo, el azar del delito o, lo que sería mucho más grave, un posible dato que llegó a oídos equivocados, terminaron por conformar una tormenta perfecta.
Horas después, la danza empezó. Cerca de las cinco de la madrugada, la alarma de la empresa que protege el edificio, situado en 44 entre 148 y 149, registró un ingreso.
Lamentablemente, para cuando pudieron llegar los primeros directivos al lugar, ya era demasiado tarde.
Los delincuentes entraron por una de las aulas, rompieron puertas de oficinas y forzaron las puertas reforzadas del SUM, un sector que separa los salones de clase con la administración.
El edificio, al margen de un enrejado por el frente, no tenía otras defensas, ya que nunca antes las habían necesitado.
Claro que a partir de este incidente, la realidad siempre te empuja a tomar medidas.
De acuerdo a voceros del caso, al recorrer el predio el panorama era desolador: destrozos, violencia contenida y una ausencia imposible de disimular. La caja fuerte ya no estaba. Con ella, los 15,2 millones de pesos. Nada más faltó. Nada menos.
El segundo episodio ocurrió a plena luz del día, en otro escenario y con otra coreografía, pero con la misma música de fondo.
Un hombre dejó su Chevrolet Aveo estacionado en la zona de las calles 10 y 75 para realizar un trámite en la Unidad N° 9.
No se conocieron mayores precisiones sobre los motivos de la visita a ese centro carcelario. Solo que el damnificado tiene domicilio en Santa Teresita.
Así, se presume entre las 09.30 y las 15.30, alguien forzó la puerta del conductor.
El botín fue variado y contundente: 4.000 dólares, 3 millones de pesos, tarjetas bancarias, documentación personal y familiar, un iPhone 11 Pro, ropa, anteojos y controles de alarma.
Una vida entera reducida al interior de un vehículo, desaparecida en silencio.
Dos hechos, dos modalidades, una misma sensación: el dinero circula, se detiene un instante por razones humanas -un horario que cambia, un trámite impostergable- y en ese mínimo paréntesis aparece el golpe. La fortuna, caprichosa, baila con quien se anima a seguirle el paso.
Mientras las investigaciones avanzan y las víctimas intentan recomponer lo perdido, queda flotando una pregunta incómoda: ¿Cuántas veces más seguirá sonando esta música en la región, antes de que alguien logre cambiar el ritmo?
Por el momento, los pesquisas se encuentran abocados a la búsqueda de imágenes en cámaras de seguridad. Tanto en los alrededores del jardín de infantes como de la cárcel.
Allí creen que podrán encontrar elementos convictivos para comenzar la reconstrucción de ambos golpes, con la aparición de información sensible que sirva para identificar a los ladrones.
La subcomisaría La Unión, en el primer caso, y la seccional octava, en el segundo, trabajan junto a la UFI Nº 9 de La Plata.
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