Esta vez, Diego Maradona tiene algo de razón

Argentina debe respetar a sus rivales de Grupo, pero antes que nada tiene que afianzarse como equipo

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Pasó el sorteo, el azar hizo lo suyo. Esta vez, a diferencia de lo que pasó en la ceremonia previa a la Copa del Mundo de Brasil 2014, ningún dirigente argentino (aquella vez fue Juan Carlos Crespi, ex vice de Boca y ladero histórico de Grondona) hizo señas de agradecimiento al “capo”, denotando una hipotética interferencia en la “suerte” para favorecer la presencia de equipos débiles en la zona de la Argentina.

Al margen de aquella anécdota, nuestro país volvió a estar en el centro de la escena, pero ya no por gestos descomedidos, sino por la explosiva declaración de Diego Maradona, uno de los elegidos para protagonizar el acto, que nada sabe de eso del decoro o las formas. Cuando Gary Lineker, el ex formidable delantero inglés que condujo la ceremonia con orden y grageas de humor británico, le pidió al “10” un opinión sobre el grupo que la había tocado a la albiceleste, el mundo FIFA esperaba una declaración de rigor, políticamente correcta. Sin embargo, Diego se manifestó a lo Diego: “no se puede jugar tan mal”, fue el cierre de la breve alocución de Pelusa, mientras el director de cámaras tuvo un momento de pudor para no ponchar de inmediato (le dio unos segundos) la cara de circunstancia de Jorge Sampaoli, el convidado de piedra en el recinto.

Más allá del sentido de la oportunidad de Maradona (o de la ausencia del mismo), que dejó por un momento su forzado rol diplomático que tomó en estos tiempos de la FIFA de Infantino, el otrora mejor jugador del mundo sintetizó lo que muchos analistas de nuestro fútbol piensan: la Argentina, si no crece y se acomoda como equipo, puede sufrir contra cualquiera, incluso contra una expresión menor en el concierto del fútbol mundial como lo es la de Islandia. Es menester en estos meses analizar a fondo las virtudes y defectos de los tres rivales del Grupo D, pero resulta imperioso empezar por casa. Más temprano que tarde, el equipo nacional debe encontrar un funcionamiento, una fisonomía que lo identifique de manera general, para luego entrar a desmenuzar los detalles de diseño táctico o módulos específicos de juego.

No se puede soslayar que Argentina entró al Mundial por una noche genial de Lionel Messi. Que sufrió hasta el partido final del proceso eliminatorio a riesgo de caer en un repechaje o incluso de quedar directamente afuera de la cita de Rusia.

Entonces, por más que en el mundo entero Argentina sigue siendo valorada como potencia, por su historia, porque llegará a Rusia como subcampeona del mundo y porque tiene entre sus filas al mejor futbolista del planeta, sería una trampa sospechar que el grupo es una “papa” y mirar ya de reojo el cuadro del camino a la final. Hacer el obligado ejercicio de memoria de lo que le costó al conjunto nacional superar a Bosnia y a Irán en la pasada cita de Brasil, daría la real dimensión de que excederse en la confianza podría ser un camino al fracaso.

A favor de la Argentina cuenta el tiempo. Sampaoli tendrá, en la previa del certamen, varias semanas para trabajar la mecanización de los movimientos y para convencer a los protagonistas de su idea de juego. Más que la cantidad, aunque todo suma, resultará imperiosa la calidad de los días que compartirán en la Ciudad Deportiva del Barcelona en Sant Joan Despí. No es anecdótico el lugar elegido por la AFA para realizar la preparación final. El cuerpo técnico quiere a Messi feliz, en el sitio donde más cómodo se siente y trabajando en el centro de entrenamiento “culé” la Pulga estará como en casa, para llegar con un plus motivacional en búsqueda del único trofeo que hasta el momento se le viene resistiendo.

El peor rival de la Argentina puede ser su exceso de confianza. Y eso no quita que una Islandia que ya está hecha con sólo haber llegado a Rusia, la siempre difícil Nigeria y la bien trabajada Croacia no puedan convertirse en una piedra en el zapato para la escuadra nacional. Los de Sampaoli tendrán que respetar a sus oponentes y la mejor manera de hacerlo será valorándolos en su real dimensión.

 

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