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Las tres ciudades que conviven en La Plata

Luciano Sanguinetti

lpsanguinetti@gmail.com

24 de Enero de 2018 | 03:12
Edición impresa

Las ciudades son la invención última de la civilización. Tuvimos diferentes versiones de esa creación dilatada y compleja: la ciudad colonial, la ciudad moderna, la de masas, la conurbanizada; hoy, claramente en crisis, este artefacto tecnológico y social, tiene expresiones como “las ciudades globales” del primer mundo (Tokio o Nueva York) o espacios desciudadanizados, manchas urbanas que crecen como laberintos en los que es difícil encontrar al Estado y la ley.

Más cerca de las segundas que de las primeras, La Plata atraviesa una encrucijada. O retoma la senda del progreso y la planificación, o se sumerge en el caos y el desgobierno. El problema es que el desgobierno de las ciudades tiene costos sociales, económicos, culturales, y en vidas humanas. Pensemos en la alta tasa de inseguridad que nos acecha, en el incremento preocupante de accidentes de tránsito con sus víctimas o en la escasa inversión privada en la región producto de las mafias en el mundo del trabajo o las irregularidades en la administración municipal que desalientan la instalación de empresas.

Haciendo una radiografía de la ciudad, llegamos a la conclusión de que en La Plata conviven tres grandes ciudades con diferentes problemáticas.

La primera, la ciudad tradicional, la que imaginaron lo hombres de la generación del 80, la ciudad higienista, planificada, racional, extendidos sus centros urbanos en algunos barrios de la periferia. Fue una ciudad pensada para 300 mil o 400 mil habitantes, dedicados a las profesiones liberales, a la cultura y la administración. Esa ciudad se agotó en la década del sesenta, y hoy tiene problemas con los servicios de agua y energía, con el tránsito, y la inseguridad.

La segunda, es la ciudad aluvional, la ciudad sin plan, la que creció de modo marginal, en los barrios y los asentamientos de la periferia de Los Hornos, Romero, Villa Elvira. Es la ciudad de la precariedad laboral, la de los bolsones de pobreza crónica. Hoy viven ahí más de 200 mil habitantes, en calles de tierra, sin cloacas, con dificultades en el transporte, la educación y la salud.

La tercera es la de los nuevos barrios impulsados por los planes de créditos, que como islotes, en el Parque Sicardi, Ignacio Correa, en Ringuelet o Arturo Seguí, emergen en terrenos sin servicios, incomunicados, sin escuelas ni centros de salud.

¿Cómo queremos vivir?

La pregunta que debemos hacernos es cómo queremos seguir viviendo. De espaldas a las demandas de cada uno de estos vecinos o pensando un plan maestro que articule estas necesidades, que no las vea como problemas sino como oportunidades. Las tres ciudades tienen comunes problemas: la inseguridad, la precariedad del trabajo y el futuro de la automatización, la falta de educación de calidad, un transporte público deficiente, la salud deteriorada. Para lograr ese plan debemos tener en claro cuales son nuestras potencialidades. Nadie crece y se desarrolla sino sobre la base de sus virtudes y nuestra ciudad tiene un capital que habría que poner en valor.

En primer lugar, somos la sede de la administración de la provincia más importante del país. Por tanto, faro potencial de su resurgimiento. Una provincia que demanda obras, caminos, educación, cultura, turismo. El segundo capital que tenemos es que es la ciudad como mayor cantidad de metros cuadrados dedicados a la ciencia, la cultura y el conocimiento, probablemente, en todo el país. Cuatro universidades, decenas de institutos, más de 400 escuelas públicas, el Museo de Ciencias Naturales y el Observatorio Astronómico, y un legado arquitectónico reconocido mundialmente. Si el conocimiento es el motor del desarrollo de las economías del siglo XXI: nosotros tenemos una oportunidad. Proyectar el Polo Tecnológico es una de esas herramientas. Nuestro tercer capital ese la producción fruti-flori-hortícola, un área de desarrollo actual y potencial sin límites, que seguirá beneficiándose con una demanda mundial si somos capaces de convertirla en un área de punta, con inversión científico/tecnológica y un managment acorde al siglo XXI.

Por supuesto esto no se resuelve de un día para otro. Pero también es cierto que se ha perdido mucho tiempo en conflictos menores. Lo que necesitamos es concertar un proyecto de trabajo, definir prioridades, y poner manos a la obra. Nuestra ciudad lo exige.

 

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