Zubeldía y Bilardo, el maestro y su mejor alumno

El Narigón fue su gran discípulo, dentro y fuera de la cancha. Continuó su legado, por décadas, en el fútbol argentino y mundial

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Por MARTÍN CABRERA
mcabrera@eldia.com

El Estudiantes campeón del mundo fue un equipo que se caracterizó por su solidaridad colectiva. No tuvo una estrella rutilante por sobre el resto. No hubo un Diego Maradona ni un Lionel Messi. No existió, con el paso de los años, el recuerdo de un apellido por sobre los demás. Todos fueron piezas imprescindibles, como un rompecabezas. Pero en esa estructura, trabajada como una pintura, necesitó la estrategia de Osvaldo Zubeldía, quien se apoyó en un jugador para que el mensaje llegue sin cortocircuitos: Carlos Salvador Bilardo.

El Narigón llegó a Estudiantes en diciembre de 1964. “Me pidió Osvaldo, pero juro que nunca antes había hablado con él. Nunca le pregunté por qué me trajo”, contó en su autobiografía, en la cual confesó que jamás lo tuteó. “Siempre nos hablamos de usted”.

Bilardo fue la pieza clave de ese equipo. En sus primeros partidos jugó de extremo derecho, la posición que tenía en Español. Hasta que un día le pidió al DT retroceder unos metros para ser volante. Le pareció bien. “Al principio jugaba junto a Pachamé en el medio con la camiseta número 7. Pero como los hinchas me gritaban para que suba una tarde pedí la número 8. La usé hasta que me retiré”.

En el medio fue el jugador que ordenó la defensa, marcó el ritmo del mediocampo para marcar y alentó a los de arriba. Su misión era la más difícil: anular al mejor jugador rival y hablarles a los árbitros. Pero también el tipo que gritaba para dar el paso adelante en cada centro, el que decidía dónde y cuando atacar y el que le llevaba la pelota limpia a los delanteros.

“Cuando me retiré, en 1970, sentí una profunda depresión. Por suerte duró poco, porque al tiempito me vino a buscar Estudiantes para asumir como técnico. Nos salvamos del descenso”, contó. Bilardo fue el mejor alumno de Zubeldía. A él le explicaba primero cada jugada, cada táctica y el primero en atender cada mensaje. “Un día nos dijo ‘el torneo termina el 17 de diciembre y el 17 de enero empieza la Libertadores, por eso el que se quiere casar lo tiene que hacer ahora’. La llamé a Gloria y le dije ‘nos casamos el lunes’”.

De todo el plantel fue el primero en asumir su rol, tal vez por ser el mayor. Al día de hoy sus compañeros lo recuerdan por su liderazgo y su picardía para bancar las difíciles. Pero además era un jugador que manejaba muy bien la pelota y llegaba al gol.

“En Osvaldo, ahora pienso en Osvaldo y esto es para él”, repitió a los pocos segundos de coronarse campeón con Estudiantes en febrero de 1983, su primer título como técnico. Todo lo aprendido lo supo trasladar rápidamente a su plantel.

Mil anécdotas se escucharon de Zubeldía. Pero varias veces Bilardo destacó una que todavía hoy lo marca de pies a cabeza. “Viajábamos todos los días hasta La Plata en el tren que salía desde Constitución a las 8:01. Un día nos hizo ir a las 7. Nos dijo que miráramos el andén. Veinte minutos más tarde nos preguntó qué veíamos. No sabíamos que decir. Uno de los muchachos respondió ‘mucha gente caminando apurada’. Osvaldo asintió con la cabeza y repitió, con su voz apagada, que valoráramos lo que teníamos, que era gente se había despertado a las 5 de la mañana para llegar a horario a su trabajo, que no cobraban ni un cuarto de nuestro salario y que eso era un verdadero esfuerzo”.

Osvaldo Zubeldía fue un innovador. Hizo cosas que nadie había hecho antes: estudiar muy bien a los rivales, mirar películas de partidos en cintas, practicar cientos de veces la pelota detenida, los tiros libres, el off side y las marcas. Los esquemas, estudiar a los rivales y planificar absolutamente todo. Por eso llevó a su plantel 15 días antes a Manchester, escenario en donde logró que ningún otro club consiguió: la copa del mundo.

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