Los mitos del Griego: empanadas y apetito voraz

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El reportaje del crimen de Saculea fue durante casi dos semanas la noticia más leída y buscada por los lectores, que comentaban en bares y en sus propias casas los pormenores del hecho. Los medios, por su parte, hacían lo propio.

Así fue como se forjaron dos mitos en torno al asesino que nunca fueron comprobados por las autoridades, pero que quedaron anexados al incidente.

Uno de ellos coloca a Harjalich como un caníbal, y tienen su origen en la declaración de Giorgia, tal como la refleja EL DIA del 19 de enero de 1963: “Ayer a la mañana (Harjalich) volvió trayendo algunas prendas de vestir con el fin de obsequiármelas [...] Asimismo, trajo carne y otros alimentos, que luego de cocinarlos, ingirió dando muestras de singular apetito”. Giorga no quiso probar bocado, acaso asustado por la revelación previa de su “compadre”. Según el cronista, “pese a la invitación del visitante para que compartiera la comida, el dueño de casa, bajo la impresión del hecho, se abstuvo de hacerlo”.

En tanto, la leyenda más famosa sea tal vez la que involucra un tradicional plato argentino.

El germen que la inició fue, casi con seguridad, este párrafo: “La tarea de descuartizar el cadáver y despojarlo de sus tejidos, admitido totalmente por Harjalich, le ha demandado indudablemente varias horas [...] creése que redujo los restos de los tejidos y masas musculares mediante el empleo de una máquina de picar carne”.

En esa misma jornada, aseguraron los vecinos, el Griego había estado regalando empanadas a los transeúntes, una actitud generosa que no le habían visto hacer nunca.

El relleno era de carne.

 

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