El Lobo intentó, pero naufragó en las carencias de la austeridad económica
Edición Impresa | 11 de Febrero de 2018 | 05:53

Por FERNANDO ALEGRE
falegre@eldia.com
Gimnasia comenzó con una idea clara, que quedó en evidencia hasta la expulsión de Omar Alderete en el segundo tiempo: intentar atacar desde las apariciones de Ezequiel Bonifacio por el lateral derecho y los desequilibrios individuales gracias a la velocidad de Nicolás Dibble. Pese a esto, el deseo de Sava quedó en eso, en deseo. Y es que, una vez que Diego Abal decretó el final de la edición Nº159 del clásico platense, la sensación que quedó en la parcialidad albiazul fue la de un equipo que por lo menos intentó. Más allá de la falta de jerarquía clara, el Lobo demostró cierto deseo que constantemente chocó contra la impericia de un plantel al que le faltan, salvo algunas apariciones de Alemán, aquellos jugadores que puedan romper el molde. Lo que sí cabe destacar es que el ahora equipo de Sava, que comenzó parado en un 4-2-3-1, se muestra como más sólido que aquella versión de Soso. Gimnasia lastima poco, es cierto, pero no es menos cierto que en tres fechas disputadas ha recibido sólo un gol, aquel de Germán Herrera en el debut ante Rosario Central.
La línea de cuatro compuesta por Bonifacio, Coronel, Alderete y Oreja mostró bastante seguridad a lo largo de un encuentro que otorgó mas insinuaciones que realidades. Salvo algunos errores puntuales del ex lateral de Ferro, el bloque defensivo local no pasó mayores sobresaltos. En el mediocampo, Fabián Rinaudo otorgó lo de siempre: sacrificio, voluntad, esfuerzo y un cambio de frente muy bueno que pudo haber terminado en gol si Jerónimo Barrales hubiese llegado a tiempo a conectar un buen centro de Bonifacio. Los tres mediocampistas encargados de la elaboración estuvieron faltos de ella. Ante un Alemán que no se lució, el Lobo poco pudo hacer, pese a la velocidad de Dibble y algunos aportes de Colazo. Adelante, muy solo, un laborioso Franco Niell fue otro de los que intentó más de lo que pudo participar. El “enano” luchó cuanta pelota aérea se acercó a su zona, pero nunca pudo acercar peligro a un Andújar que fue casi un espectador de lujo.
En el segundo tiempo, los cambios poco le sumaron al deseo de Facundo Sava. Las incorporaciones Facundo Pereyra por Nicolás Dibble y Jerónimo Barrales por Franco Niell, resultaron sólo variantes en cuanto a los nombres propios.
La última modificación tripera, la de Agustín Bolívar por Lorenzo Faravelli, le permitió al Colorado ajustar en el mediocampo y sumarle un aliado a un ya cansado y desgastado Fabián Rinaudo.
Quizás el ingreso de Lautaro Chávez, en lo que hubiese sido su debut como profesional, hubiera traído consigo algo de la chispa que el Bosque necesitaba para cortar con el letargo del sábado por la tarde.
Gimnasia cambió poco y no modificó nunca el esquema del inicio, salvo por necesidad ante la expulsión de Omar Alderete cuando restaban poco más de cuatro minutos para el cierre del juego. A partir de allí, el Lobo se plantó en un 4-4-1 en el que las intenciones quedaron de lado para aferrarse a un empate que dejó gusto a poco, pero que también denotó la falta de jerarquía en un plantel que intentó, que buscó y que deseó, pero que no logra concretar si no está completamente activo en sus capacidades.
Pese a las intenciones y a la imperiosa necesidad, el Lobo volvió a dejar escapar la chance de superar a un Estudiantes de La Plata que estuvo alejado de su mejor versión.
Una vez más, el clásico platense no estuvo a la altura de alcanzar las expectativas que generó en la previa a lo largo y ancho de toda la ciudad de las diagonales.
Sin embargo, para la tranquilidad de la parcialidad tripera, si es que existe, se puede reconocer que el equipo comandado por Facundo Sava intentó; a su modo, pero lo hizo.
Gimnasia quiso cortar el maleficio y quedarse con la edición Nº 159 del clásico platense, pero terminó naufragando en las carencias claras de la austeridad económica, característica principal de este arduo proceso encabezado por Facundo Sava. Es momento de esfuerzo y de trabajo, más que de lujos. Y todo el mundo en calle 4 lo sabe. El esfuerzo estuvo, pero es como la suerte, hay que acompañarlo.
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