Nuevas subjetividades, ¿nuevos modos de vincularse?

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TAMARA SPARTI (*)

En los últimos años, familias, educadores y adultos en relación con la infancia y la adolescencia asistimos a un fenómeno novedoso: la particular relación que establecen con youtubers niños, niñas y adolescentes. Los “siguen”, los admiran y, muchas veces, quieren ser como ellos. Pasan horas frente a las pantallas mirando videos en YouTube.

Este vínculo peculiar reúne características que para otras generaciones aparecían de modo separado: por un lado, la idealización en otros tiempos estaba ligada a personas o personajes que mostraran habilidades o talentos especiales respecto a alguna disciplina artística, deportes, etcétera. Hoy, en cambio, se idealiza a jóvenes que se muestran como personas comunes. Graban sus videos con escasos recursos económicos y en general desde sus casas. En ocasiones, el contenido de los videos se reduce a opiniones o miradas personales acerca de un tema.

Por otro lado, este modo de vincularse toma características que para otras generaciones sólo podían pensarse con otro a quien se conocía personalmente y era inconcebible por fuera de la reciprocidad y tiene que ver con la sensación del conocimiento íntimo del otro. Niños, niñas y jóvenes sienten, de algún modo, que entran en la vida de estos personajes.

Quienes están en el lugar de público, parecen tener un rol pasivo. Observamos con preocupación a estos niños o jóvenes quietos, frente a una pantalla y no advertimos ningún intercambio con ese otro, por quienes parecen sentirse atrapados. Estas nuevas relaciones, por llamarlas de algún modo, son en general, objeto de crítica y rechazo por parte de los adultos.

Familias, educadores y trabajadores de la salud mental, nos preguntamos desde nuestra perspectiva generacional y desde nuestros paradigmas teóricos de qué se trata, cuál es la esencia de esta relación.

Intentamos leer este fenómeno en claves conocidas y, entonces, que estos datos entren, encajen en nuestras grillas. A la vez, en general, no permitimos que algo de esta experiencia singular entre en la casa, en la escuela, en el consultorio. No conversamos con nuestros hijos, nuestros alumnos acerca de eso que allí ocurre. A caso, por desconocimiento, acaso por descalificación.

Y desde esa misma perspectiva, intentamos respuestas generales, para todos. Sin embargo, si bien es posible establecer algunas variables comunes, que tienen que ver con las nuevas subjetividades, es importante sostener preguntas sobre estas variables, pero sobre todo intentar localizar la singularidad de ese vínculo en cada caso.

Esto significa ubicar en la singularidad de un niño, una niña, un joven qué lugar ocupan estas relaciones, si se comparte con otros pares los gustos, los valores, los ideales. Qué clase de temas lo convocan, qué características de los personajes elige o prefiere.

Este es un recorrido que debemos realizar los adultos que trabajamos con niños, niñas y jóvenes, propiciando una escucha desprejuiciada y atenta, que no vaya hacia el encuentro de nuestras hipótesis, sino sobre todo al hallazgo de lo nuevo.

Es posible que allí, familia, instituciones educativas y de salud, junto con niños, niñas y jóvenes, destinatarios de nuestras prácticas, podamos encontrarnos y aprender, haciendo de la diferencia una oportunidad.

(*) Profesora y Licenciada en Psicología. Orientadora educacional.

 

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