Mientras el equipo mostró su peor versión, continúa aferrado a la figura de Maradona

Sin identidad colectiva, cada uno hace lo que le sale. Se fue con silbidos porque nadie sabe a qué juega. Golpazo a la ilusión.

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Por MARTÍN MENDINUETA

@firmamendinueta

La campaña que viene realizando Gimnasia, penosa por donde se la mire, tiene la silueta de un cuento construído sobre la exageración para impresionar a quienes lo escuchan. Parece mentira que haya afrontado siete partidos en su estadio y haya perdido todos. Parece mentira que en un partido clave, decisivo en lo anímico y crucial en lo matemático, haya jugado tan mal. Impotente en todas las líneas y vacío de contenido. Sin generar ni una situación de peligro en el área rival durante todo el primer tiempo y apenas dos, tiradas de los pelos, en el capítulo final.

Parece mentira que este cuerpo técnico no le haya dado todavía una identidad colectiva fuerte a esa formación que lejos está de funcionar como un equipo con pretensiones de escalar muchas posiciones en la tabla. Arsenal de Sarandí ganó en el Bosque simplemente por haberse mostrado como un equipo. Modesto sí, pero con una línea de juego basada en pases bien dados y no en pelotazos que buscan al azar como cómplice.

Parece mentira que Alexis Martín Arias, aquel joven atlético y con buenos reflejos que supo destacarse y ser valorado por la mirada de otros clubes, hoy irradie semejante sensación de inseguridad. Durante el partido chocó con Caire, con Coronel y con Guiffrey en situaciones donde el grito firme del que llega a la jugada de frente generalmente se impone. O no grita, o no lo escuchan o no están confiando en quien meses atrás, además de ser titular indiscutido, era señalado como el jugador a vender para generar recursos y salir a buscar refuerzos.

Parece mentira que el círculo vicioso de los malos rendimientos no se corte. Atrás ya jugaron todos, en el mediocampo y adelante, también

 

Parece mentira que el círculo vicioso de los malos rendimientos no se corte. Atrás ya jugaron todos, en el mediocampo y adelante, también. El último domingo regresó Alemán y anduvo mal. Su entusiasmo inicial fue devorado en pocos minutos. Entró Velázquez y no la tocó. Pasó desapercibido. Y al final, obligado ante la lesión de Melluso, reapareció el venezolano Vargas, pero lejos estuvo de cambiar el pobre panorama.

Eric Ramírez, de notable actuación en Mar del Plata frente a Aldosivi, esta vez fue un actor que pocas veces tocó la pelota. Estaba para el cambio desde los treinta minutos del primer período y, sin embargo, se quedó en la cancha los noventa minutos. Así es muy difícil que la ilusión por salvarse del descenso se mantenga firme. Ya pasaron por el estadío de ser titulares Spinelli, Torsiglieri, Licht, Morales, Mussis, Guanini y todos saben como anduvieron. Ahora, en este contexto de honda preocupación, el posible regreso de Tijanovich es recibido como una alternativa a considerar.

OVACIÓN A DIEGO Y LÁTIGO AL EQUIPO

Gimnasia elige transitar esta etapa cargada de incertidumbre aferrándose a la figura de Maradona. Todo y a todos se discuten y se critican con fiereza: dirigentes, candidatos a ser dirigentes y, por supuesto, jugadores. Diego, en cambio, no se toca. Es el garante de la esperanza y el motor de la alegría popular.

Se fue y volvió como si nada hubiera ocurrido. Indemne. Adorado. ¿Todos lo valoran tanto como declaman? Gimnasia vive encerrado en un laberinto donde hace rato que no puede encontrar la salida. En cada fecha que disputa en el Bosque la jornada empieza con fiesta para Diego y termina con azotes para los jugadores. Parece mentira. Pero es verdad.

 

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