La noche de los abrazos con miles de desconocidos

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Thomas Wendt creció a unos centenares de metros del Muro de Berlín, levantado cuando él tenía 9 años. Durante los paseos en familia, veía a su padre “enfadarse” cada vez que tropezaban con “esa construcción infranqueable”.

La noche del 9 de noviembre de 1989 fue directo al puesto fronterizo más cercano. “¡Era una locura!”, recuerda. Pasó al Oeste “tan solo unos minutos después de que los guardias levantaran la barrera”.

Del otro lado del muro, “caí en brazos de todos los que querían abrazarme. ¡Perfectos desconocidos!”, cuenta emocionado. “¡Fue el momento más importante de mi vida!”, explica este experiodista de un semanario de Alemania del Este, “no muy bien visto” por las autoridades.

El Oeste, en aquel momento, “es un mundo agradable y fácil donde todo brilla”. Pero las complicaciones no tardaron en llegar. Acabó desocupado porque los periódicos de Alemania del Este fueron cerrando uno tras otro y al final terminó trabajando para una política socialdemócrata.

Stefan Newie solo tenía 7 años cuando el muro fue derribado, un acontecimiento que casi pasó inadvertido en su casa. “Mis padres no vieron la televisión esa noche y se perdieron la caída del Muro”, dice, sonriendo.

Se enteró de lo sucedido al día siguiente, en la escuela. “La clase estaba medio vacía y la maestra preguntó: ‘¿Dónde están los alumnos?’. Uno de mis compañeros respondió: ‘¡Se fueron todos al Oeste!’”.

Ese mismo día visitó, con sus padres, por primera vez, Berlín occidental.

 

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