El gran capitán de dos títulos notables en la historia pincha

Brown llevó la cinta y fue pieza clave en las conquistas del Metro 1982 y el Nacional de 1983. Caudillo, líder y autor de goles importantes

Edición Impresa

Desde Ranchos, llegaba cada mañana con su bolsito y soñaba con algún día vestir la misma camiseta que los campeones del mundo de 1968. La peleó durante la etapa de divisiones juveniles, hasta que de la mano de Carlos Bilardo logró debutar en la primera de Estudiantes, en 1975. Fue el comienzo de una relación casi de padre-hijo con el Narigón, a quien defendió a capa y espada dentro del campo, hasta llegar a lo máximo en 1986.

En Estudiantes fue escalando posiciones hasta convertirse en líder indiscutido del equipo que de la mano de Bilardo se coronó campeón del Torneo Metropolitano de 1982 (coronación que se dio en febrero del año siguiente). El Tata de Ranchos fue la voz de mando de la defensa y llevó la cinta de capitán, además de haber marcador goles importantes en el camino a la consagración. Era el encargado de ejecutar los tiros penales, con una pegada tremendamente potente con la que inflaba violentamente las redes.

Pocos meses después, se consagró campeón una vez más con la camiseta de sus amores. Fue el 10 de junio de 1983, cuando el Pincha, ya con Eduardo Luján Manera como DT (Carlos Bilardo se había ido a la Selección Nacional, contratado por Julio Grondona) dio la vuelta olímpica por el Nacional de ese año, en la Doble Visera, frente al Independiente de Nito Osvaldo Veiga.

El Gran Tata de Ranchos se despidió del Pincha tras ese gran logro y se fue el Atlético Nacional de Medellín, pero su relación con el club siguió de manera casi permanente.

Es que el Tata tuvo varios procesos como entrenador de las divisiones juveniles de la institución y también fue técnico alterno en el ciclo de Patricio José Hernández en el León.

También trabajo en la primera pincharrata en el último ciclo de Carlos Salvador Bilardo, como uno de sus ayudantes de campo, en 2003-2004.

En definitiva, se trató de un hombre ligado de manera permanente a la vida de Estudiantes, uno de esos símbolos que además, en el último tiempo y antes de la recaída de salud, era una fuente de consulta en el fútbol amateur, donde los juveniles escuchaban sus cientos de anécdotas vividas a lo largo de su extensa carrera en el mundo del fútbol.

El nombre de Brown tuvo, también, un correlato dentro del campo, ya que su hijo mayor, Juan Ignacio (el “Tatita”) llegó a la primera albirroja en el segundo lustro de los años `90.

Se fue un gran ídolo albirrojo. Quedarán por siempre en el recuerdo sus cruces, sus goles, su guapeza ¡Hasta siempre Tata!

 

Las noticias locales nunca fueron tan importantes
SUSCRIBITE