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Tras una nueva derrota, esta vez ante Defensa, los hinchas del Lobo explotaron de bronca. Profunda preocupación albiazul
Nicolás Nardini
nnardini@eldia.com
Gimnasia es un volcán a punto de entrar en erupción. La derrota contra Defensa y Justicia, que había llegado al Bosque sin puntos en su haber en la Superliga, generó una explosión de bronca de los hinchas triperos, que insultaron a la CD en general, al presidente Pellegrino en particular, a los jugadores y, aunque en menor medida, también al entrenador Darío Ortiz. La reacción de buena parte del estadio fue producto de una campaña que no termina de arrancar, con una magra cosecha de un punto sobre los doce que se pusieron en juego, pero por sobre todas las cosas fue una derivación lógica por la dramática situación deportiva: el Lobo sigue último en la tabla de los promedios, con un riesgo latente de pérdida de categoría, que sólo podrá ser evitada en tanto se produzca una reacción brusca que enderece el andar de un equipo que está a la deriva en todos los aspectos del juego.
La crisis en que está inmerso Gimnasia tiene múltiples aristas y todas deben ser puestas arriba de la mesa. Un equipo no llega a la última posición en los Promedios de la noche a la mañana o por la deficitaria labor de un entrenador en particular. Son al menos tres años de decisiones equivocadas en el área fútbol, ya sea en el perfil elegido en las contrataciones de los técnicos, en la jerarquía -o la falta de- de los refuerzos que fueron llegando y en algunos volantazos espasmódicos que, vistos en perspectiva, no parecen haber sido buenas soluciones.
Y en la tarde de ayer, tras ver a un equipo que ni siquiera pareció haber entendido, por la indolencia que expresaron, lo que se está jugando -no solo el primer equipo, sino toda la institución- los hinchas explotaron y mostraron su descontento. Imperó una sensación de “que se vayan todos” porque desde las tribunas no ven reacción y el tobogán parecer ser cada vez más pronunciado. No fueron pocos los que le apuntaron a la CD y a su conducción principal, en el contexto de un club que todavía tiene tres meses por delante, hasta que llegue el momento de la renovación total de autoridades. Tres meses pueden ser una eternidad si el tejido social del club se sigue disgregando o puede ser mucho tiempo si las distintas corrientes políticas del club no logran ponerse de acuerdo detrás de un candidato de consenso que permita evitar un eventual acto eleccionario, con el equipo jugándose por entero (nada más y nada menos) que la permanencia en Primera División.
Yendo puntualmente al partido de la debacle, la sensación que quedó flotando en el ambiente es que el equipo no tiene la más mínima capacidad de reacción. Si ayer hubieran puesto en la platea del Bosque a un espectador de un lugar recóndito del mundo, sin ningún conocimiento acerca de lo que Gimnasia se juega en cada partido, se hubiera ido con la íntima convicción de que se trataba de un amistoso de pretemporada, o de un partido sin nada en juego entre dos equipos de mitad de tabla en una última fecha de un campeonato, ya sin nada por definirse. Es que el Lobo jugó con una falta de actitud alarmante, ante la carencia de ideas, se imponía el carácter, el nervio, las ganas desorganizadas. Pero nada de ello mostraron los protagonistas, que ni siquiera tras el 0-1 salieron a quemar las naves como si no hubiera mañana.
Uno de los problemas, quizás, radique en la lectura equivocada de la realidad por parte de los protagonistas, que por lo expuesto en la manera en que jugaron el partido de ayer contra Defensa y Justicia, parecen no terminar de tomar dimensión de la dramática lucha que el club está librando. En este fútbol argentino una eventual pérdida de categoría no es sólo un golpe deportivo, sino que implica una escandalosa pérdida de ingresos.
Gimnasia no encuentra el rumbo y la preocupación es cada día más grande
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Gimnasia no mostró un plan de juego claro. Con el dibujo primigenio, el 4-1-3-2, o con el que plasmó desde el inicio del complemento, el más tradicional 4-4-2, jamás mostró un rendimiento convincente. No hirió por las bandas, ni tampoco lo hizo con juego entre líneas por el eje central de la cancha. Ni siquiera sacó provecho de su supremacía física en las acciones de pelota parada, no le hizo daño a Defensa por ninguna vía.
Tan solo en el complemento, con el ingreso de Franco Mussis, tal vez uno de los pocos con la capacidad para pegar un grito o contagiar a sus compañeros por su temple, el Lobo mostró un atisbo de recuperación.
Pero cuando la mano viene mal barajada, ni la suerte acompaña. Es que en ese puñado de minutos en que Gimnasia parecía que asomaba la cabeza de la mano del Gordo, el equipo recibió el inesperado golpe. A la salida de una pelota parada, Rivas se quedó dormido habilitando a todo el mundo y Delgado convirtió para Defensa el único gol en el estadio del Bosque.
Fue un mazazo para Gimnasia. Si el equipo ya mostraba deficiencias en el empate en cero, tras el desnivel los nervios conspiraron contra toda idea de juego. Hubo pelotazos, patriadas individuales en cuentagotas y poco más.
Llegó el final y, con él, la cortina de silbidos más estruendosa de la que se tenga recuerdo en mucho tiempo. Los hinchas, tras tanto apoyo incondicional a cambio de lo poco que le devuelven desde el terreno de juego, agotaron su paciencia y reprobaron con todo al equipo, así como antes lo habían hecho con la CD. Gimnasia sigue inmerso en una crisis gravísima de la que no encuentra la manera de salir. El tiempo apremia. Al margen de que el torneo es largo y puede pasar de todo, este Lobo no tiene que seguir retando el destino. Debe reaccionar ya mismo, antes de que sea demasiado tarde.
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Comba gana en lo alto, en un duelo aéreo ante dos hombres de defensa. Gimnasia careció de juego y de actitud. se profundiza la crisis / Demian Alday
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