Peque, una historia de superación apuntalada en el pasado

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Por ADRIÁN D'AMELIO

adamelio@eldia.com

Cuando tenía 13 años, los padres llevaron a Diego a un médico deportólogo para una consulta. El profesional le dijo a modo de diagnóstico que nunca superaría el 1.70 metro de altura. En ese momento quedó devastado, porque no sabía si quería seguir jugando al tenis.

Sin embargo, los papás no dejaron que su hijo no pierda la ilusión de ser tenista. “Me dijeron que mi altura no debería influir en mis sueños y afortunadamente, cuando tenía 15 o 16 años, comencé a tener muchas personas alrededor que intentaron ayudarme con dinero, viajes, entrenador, todo lo que hay que tener para la práctica del tenis. En ese momento, se hizo más fácil para mi familia y para mí”, cuenta el Peque.

Claro que para Diego las cosas nunca fueron fáciles, al margen de su altura, pero siempre supo sobrellevarlas, quizá por los avatares que tuvo que superar su familia a lo largo del tiempo. Los Schwartzman, Silvana y Ricardo -esos papás que siempre fueron un pilar para la carrera del Peque- tenían una empresa de indumentaria donde fabricaban ropa y bijouterie. En los años noventa, el emprendimiento se vino a pique por lo que tuvieron que bajar las persianas y con cuatro hijos de por medio (Diego estaba recién nacido) debieron reinventarse para salir adelante. Y de a poco lo fueron logrando.

Aunque todo eso empalidece con relación a lo que vivieron sus antepasados. Diego tiene raíces judías. El bisabuelo materno vivía en Polonia y fue llevado en un tren a un campo de concentración durante el época del Holocausto. El acoplamiento que conectaba dos de los vagones se rompió. Parte de la formación continuó y el otra se quedó atrás. Eso permitió que se escaparan milagrosamente sin ser descubiertos.

“Mi bisabuelo trajo a su familia a Argentina. Cuando llegaron, hablaban yiddish y nada de castellano. En lo que respecta a los familiares de mi padre eran de Rusia, y también llegaron a nuestro país en barco. No fue fácil para todos ellos cambiar totalmente sus vidas después de la guerra, pero lo hicieron”, comenta el Peque.

Diego empezó a jugar al tenis a los siete años. Su primer club fue Náutico Hacoaj, ubicado en Tigre. En poco tiempo descubrió que “era bastante bueno” y comenzó a jugar los torneos nacionales que organizaba la AAT; aunque nunca estuvo ubicado entre los mejores juniors de nuestro país. Incluso en el único Grand Slam de la categoría (US Open 2010) perdió en la primera ronda. “Le envié un mensaje a mi familia ese día, diciendo que no sabía lo que estaba haciendo allí, pero ellos me dijeron que siga adelante y no baje los brazos”, reconoce Diego, que lleva ese nombre por Maradona.

Fana de Boca y del fútbol se fue haciendo camino en el tenis. “Nunca imaginé que mi carrera estaría donde está ahora. Pero no importa con lo que me haya enfrentado, siempre he trabajado duro y creo que superar esos obstáculos me ha convertido en un mejor competidor. Por eso siempre digo que se puede llegar lejos. Hay que creer en uno mismo sin importar nada, incluso uno que mide 1.70 metros”, reconoce Diego.

Las estadísticas dicen que la altura promedio en el circuito masculino es de 1.90 metros, pero como quedó dicho Schwartzman mide 1,70. Es una obviedad decir que la estatura no lo ayuda. Petiso y de brazos cortos, para competir contra los “gigantes” tuvo que desarrollar otro tipo de virtudes. A pesar de tener palancas de brazos cortos, su mayor logro es el “timing”. El Peque le pega a la pelota cuando está subiendo, porque de otra manera, si la dejara subir, sería incapaz de pegarle con la fuerza con la que lo hace. También se encuentra en desventaja con el saque, pero su principal arma es la devolución; aunque se ganó el respeto de todos en base sacrificio y trabajo.

 

 

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