Bronca e incidentes: los vecinos de Ramos Mejía dijeron ¡basta! y la inseguridad se mete en la campaña
Edición Impresa | 9 de Noviembre de 2021 | 03:16

Furia. Hastío. Estupor. Dolor. Cada una de esas sensaciones, por separado, aunque todas juntas también, se vivieron anoche en la localidad bonaerense de Ramos Mejía, donde centenares de vecinos ganaron las calles para exigir justicia por el crimen del comerciante Roberto Sabo (45), ejecutado de unos seis balazos el domingo pasado en un salvaje asalto, y también para reclamar medidas contra la inseguridad, un tema que se metió de lleno en la campaña rumbo a las elecciones legislativas del domingo.
La protesta tuvo picos de máxima tensión y hasta se produjeron choques con las filas policiales, que evitaron que la muchedumbre se acercara a la comisaría segunda de esa localidad, ante la posibilidad de un ataque a la dependencia.
En esas circunstancias, se registraron algunos “cara a cara”, hubo fuertes insultos, críticas, empujones, vallas que se cayeron, piedrazos y hasta gases lacrimógenos.
También se denunciaron heridos y personas afectadas desde ambos lados.
“Exigimos seguridad y justicia por otra muerte más”, se leía en el flyer que se viralizó por las redes sociales, donde se convocaba a los vecinos a marchar desde Alvarado y Avenida de Mayo.
En esa misma esquina, donde está el negocio de la víctima, se vieron carteles con una frase de campaña, que decía “700 nuevos efectivos de Gendarmería, Intendencia Fernando Espinoza”.
Claro que era a modo de protesta. Todos la tomaron como una promesa más, que no se cumplió.
De a poco, la manifestación ganó en color y calor, más cuando vieron la presencia de Pedro Sabo, el padre de la víctima.
Ahí comenzaron a escucharse los gritos de “Justicia”, “Justicia”, “Justicia” y arrancó una lenta movilización en medio de aplausos y el enojo.
“Hijos de p...”, resonó con intensidad. Luego, comenzaron los cánticos por “seguridad”.
Quebrado y apoyado en un familiar, Pedro siguió encabezando la caminata hacia la comisaría, muy acongojado.
“Roberto, presente”, fue el llamado y la respuesta: “Ahora y siempre”.
UNA PARED POLICIAL
Cuando las columnas vecinales llegaron al triple y hasta cuádruple cordón policial, que les cerró el paso, los ánimos se caldearon.
“Oh, que se vayan todos, que no quede ni uno solo”, cantaban mientras los agentes frenaban a la gente.
Incluso, mujeres, adultas mayores ellas, les explicaban a los vecinos que los oficiales no tenían la culpa, ni nada que ver con lo sucedido.
A unos metros de allí, frente a la persiana baja del kiosco donde mataron a Roberto, los familiares que no acompañaron a Pedro en la marcha, se despedían y lloraban. Las escenas eran muy tristes. “Gracias por el apoyo inmenso y por el cariño a todos los vecinos de Ramos”, dijo Paula, la ex esposa de Roberto a la prensa.
Paula contó que se reunió con Berni: “Lo único que le pedí fue seguridad y, si el día de mañana mis hijos quieren atender el negocio, que me den seguridad”. Y dijo que se mudó hace cuatro años a otro distrito y que, desde entonces, ve “en decadencia a Ramos. Hoy hubo un robo a media cuadra”.
Cuando las quejas ya se habían generalizado y apuntaban a “políticos, jueces legisladores”, un vecino declaró: “Tenemos que involucrarnos todos. No se queden en la casa esperando que le maten un hijo, un padre. Esto me conmueve”.
“Estamos a la buena de Dios, estamos encerrados y con miedo. Es terrible lo que ha cambiado: la inseguridad, los robos, los motochorros, es una zona liberada”, se quejó otra vecina de Ramos Mejía y una trabajadora de un edificio del barrio: “No se puede vivir así. Cuando mi hija sale con las amigas le pido que me avise y ella me dice que tiene que sacar el teléfono, le pido que se esconda para avisarme. Esto es un desastre”.
Los graves incidentes estallaron cuando la Policía impidió el avance de los vecinos hacia la comisaría
Otra pancarta, que no pasó desaparecida, rezaba: “La Matanza avanza, pero hacia la muerte”.
ESTUVO BLUMBERG
Solo, casi inadvertido, con saco y corbata, Juan Carlos Blumberg se hizo presente justo en el momento en que se dispersaba la muchedumbre por la reacción policial.
“Tranquilo, no hay que correr”, aconsejó a un cronista de Clarín mientras aceleraba el paso y se parapetaba detrás de una ambulancia.
“Esto es una vergüenza, la caradurez de estos políticos, del intendente Espinoza, no tiene nombre. El domingo es una buena oportunidad para decirles basta a esta mafia. Ya teníamos una ministra de Seguridad inoperante, pero el de ahora es de lo peor”, describió.
Se trata del padre de Axel Blumberg, un joven asesinado en un secuestro extorsivo en 2004, cuyo caso llevó a otra fuerte manifestación por la inseguridad en aquel entonces y que reunió casi a un millón de personas.
Blumberg añadió: “Creo que es la hora de dar vuelta la página. Se necesitan otros políticos que vengan a trabajar sin robársela toda como hizo Espinoza, que gastó en lo que va del año el 50 por ciento del presupuesto... ¿y la otra mitad?”, sonrió con sarcasmo, mientras unas vecinas lo descubrían y le pedían una selfie. “Usted tiene que hacer algo, Blumberg, usted tiene llegada, por favor”, le dijeron.
Y se refirió a la actuación del personal policial que desató incidentes en la marcha: “Es una vergüenza, es lamentable que la Policía prohíba a la gente que se quiere manifestar pacíficamente. Ellos tienen que buscar a los chorros, no estar boludeando acá, atacando a los ciudadanos”.
En ese sentido, al cierre de esta edición, con algunos vecinos todavía en la zona y, una redoblada presencia policial, en los alrededores de la comisaría segunda de Ramos Mejía todo se vivía con una tensa calma.
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