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Temas |DESAPARECIERON UNA TIARA, UN COLLAR Y AROS DE ZAFIRO

Joyas y reinas: protagonistas en el robo del siglo

Entre la incertidumbre y desazón por el atraco al Louvre, es importante conocer a aquellas damas que alguna vez portaron esas reliquias que ahora tienen destino incierto

Joyas y reinas: protagonistas en el robo del siglo

La emperatriz María Luisa con su hijo / Web

VIRGINIA BLONDEAU

26 de Octubre de 2025 | 02:57
Edición impresa

 

marioyvirginia@yahoo.com.ar

Dice el saber popular que cuando ante a una crisis aflora el humor es porque el asunto es realmente grave. Y como hace exactamente una semana los medios y las redes sociales del mundo no hacen más que publicar comics hilarantes, comparaciones insólitas e ironías varias sobre “el robo del siglo” no hay duda de que estamos frente a uno de los papelones más sonados de la historia del Louvre y de los encargados de velar por su patrimonio.

Ya los lectores habrán leído todo sobre el tema que hiere a Francia en su orgullo así que nos concentremos en conocer más acerca de las verdaderas protagonistas de esta historia: las joyas y sus dueñas.

DEL ODIO AL AMOR

El collar y los pendientes de esmeraldas que desaparecieron el domingo fueron un regalo que Napoleón Bonaparte le hizo el día de la boda a su segunda esposa, María Luisa de Habsburgo-Lorena.

 

Lo robado fue un regalo que Bonaparte le hizo el día de la boda a su segunda esposa

 

María Luisa era hija del emperador de Austria. El imperio austríaco estaba en guerra con Napoleón y la archiduquesa creció con el convencimiento de que Francia era el infierno y su emperador, el diablo. Por eso se sorprendió tanto cuando su padre se dispuso a casarla con él. Pero bueno… convenía estratégicamente y poca importancia tenía los sentimientos de una muchacha de 18 años.

Sin embargo cuando lo conoció, después de casarse por poderes en 1810, hubo cierta chispa. “Te aseguro que se le ha hecho una gran injusticia al Emperador. Cuanto mejor lo conoce uno, más lo aprecia y lo ama”, le escribió a su padre.

La dicha solo duró cuatro años ya que Napoleón abdicó en 1814 y lo confinaron a la isla de Santa Elena. El nuevo gobierno no sabía muy bien qué hacer con la emperatriz depuesta ya que Napoleón no quería que se exilara con él. Ella cargaba con su hijito y, además, se había agenciado un amante. El nuevo gobierno decidió que lo mejor era regalarle un ducado y mandarlos a Italia. María Luisa, en apariencia, fue feliz. Tuvo más hijos, cuando Napoleón murió se casó con su amante, volvió a quedar viuda y volvió a casarse una tercera vez. Por la vida del emperador pasó sin pena ni gloria y entre guerras, desavenencias y exilios ese collar poco lo debe de haber usado. Casi a estrenar se lo han llevado los ladrones.

UNA CASQUIVANA Y UNA SANTA. Y, POR SUPUESTO, MADAME

La tiara, el collar y los aros de zafiros que desaparecieron el domingo pasado tuvieron como primera dueña conocida a Hortensia de Beauharnais, hijastra de Napoleón Bonaparte quien fue, además, su más ferviente admiradora. Tanto que hasta se sospecha que el primer hijo de Hortensia es en realidad hijo del emperador. Y como para que todo quedara en familia, Napoleón la hizo casar con Luis, su hermano menor.

Luis y Hortensia fueron nombrados reyes de Holanda y si bien al principio fueron relativamente felices muy pronto Hortensia decidió regresar a Francia “por motivos de salud”. Fue más bien por motivos de alcoba ya que estaba harta de su marido y había puesto los ojos en un conde. No sabemos cuánto uso la parure de zafiros pero sí sabemos que su existencia se convirtió en la búsqueda constante del amor. Fue un poquito casquivana, sí, vivió una vida plagada de renunciamientos, de relaciones tormentosas y de hijos bastardos.

Cuando cayó en desgracia el conjunto de zafiros fue comprado para una mujer que era su opuesto: María Amalia de Orleans, nacida princesa de Borbón Dos Sicilias.

María Amalia era una mujer devota que, cuando se casó con el príncipe Luis Felipe, heredero de la rama borbónica de los Orleans, nunca pensó que iba a convertirse en reina. De hecho no lo deseaba y cuando en 1830 una revolución hizo que su marido se convierta en rey de los franceses dijo que la corona de zafiros que su marido le había regalado era, para ella, una corona de espinas. No fue así para los ladrones que la tomaron tranquilamente de la vitrina sin lastimarse.

Muy devota y tradicional, chocó con las ideas radicales de su esposo pero eso no le impidió que tuvieran una activa actividad en el lecho. Prueba de ello son los diez hijos que concibió.

 

La primera dueña conocida fue la hijastra de Napoleón Bonaparte

 

Por la rama de los Orleans los zafiros llegaron a ser usados por Isabel, condesa de París, ya en el siglo XX. Fue una de las grandes damas de la realeza. Su marido, Enrique, era pretendiente a la corona de Francia y eso le abrió las puertas a lo más granado de la realeza europea. Madame, como se la conocía, asistió con sus zafiros al baile de la boda de Juan Carlos y Sofía, en Atenas, en 1962. Y también se realizó algunos retratos con ellos hasta que, ya con las arcas vacías por la vida licenciosa de su marido, casi todas sus joyas fueron subastadas y muchas de ellas compradas por el Museo de Louvre en donde ya no moran.

¿HABRÁ ALERTADO EUGENIA DESDE EL CIELO?

La pobre Eugenia de Montijo fue la más perjudicada en el robo. A la que fuera emperatriz de Francia durante 18 años le sustrajeron una diadema con 2000 diamantes y 200 perlas que era su preferida y le había sido regalada cuando se casó con Napoleón III; el broche-relicario que montado con diamantes que pertenecieron a Luis XIV, el rey sol, y a María Antonieta; un broche-lazo con 94 diamantes pequeños y uno central que también perteneció al Rey Sol, y, por último, la corona imperial que los ladrones perdieron en su huida y apareció seriamente dañada. Se trataba de la pieza de más valor con sus ocho águilas de oro, 1354 diamantes, 1136 diamantes de talla rosa y 56 esmeraldas. Nos gustaría pensar que Eugenia puso, literalmente, “el grito en el cielo” y los cacos se asustaron y la abandonaron.

Eugenia merece un capítulo aparte así que a la espera de novedades sobre el robo, conoceremos su fascinante vida en el próximo encuentro.

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La emperatriz María Luisa con su hijo / Web

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