Di Sopra Casco, el recordado “brujo” de la “pomada antigol rival”
Edición Impresa | 18 de Noviembre de 2025 | 23:20
Ernesto Di Sopra Casco es un destacado personaje de la historia tripera del último tramo del siglo pasado, una ineludible referencia a los tantos avatares que el Lobo vivió durante los cinco años consecutivos en los que permaneció en la primera “B”, tras descender en 1979 y regresar a la máxima categoría en 1984.
En materia esotérica, de algún modo casi siempre relacionada con clubes de fútbol, el primer antecedente que Gimnasia tuvo en aquella época fue el de su director técnico Roberto Iturrieta, también apodado “el brujo”, quien había enterrado sapos detrás de ambos arcos del estadio del Bosque, y que fue despedido porque Gimnasia, con aspiraciones de estar un año solamente en la “B”, había terminado la primera rueda del campeonato de 1980 en la segunda posición.
El tiempo pasó y la situación de los mens sana fue empeorando. En 1983, con Roberto “Coco” Sánchez como presidente, y el reemplazo de varios técnicos en el mismo año, Gimnasia tenía amplias chances de bajar a la “C”, lo que motivó que alguien en la institución lanzara la idea de recurrir a los servicios de un “brujo” llamado Ernesto Di Sopra Casco.
Para ese entonces, el hombre tenía varios “rebusques”, como el de oficiar de payaso animando fiestas infantiles. Incluso, “Gaceta”, el desaparecido vespertino platense, tenía un suplemento semanal para niños en el que con cada edición sorteaba una animación de Ernesto en un cumpleaños del niño cuyos padres tuvieran el cupón favorecido.
Ante el llamado de los albiazules, Di Sopra aceptó de muy buen gusto. Su primer “trabajito” lo llevó a cabo en el campo de juego en una nublada mañana junto a unos pocos dirigentes y allegados, cuando untó a los postes de ambos arcos con una “pomada antigol rival” mientras murmuraba inentendibles palabras. También enterró algunos sapos detrás de la valla que da espaldas al Bosque.
“PROFECÍAS GOLEADORAS”
Al día siguiente, un viernes, pasó un rato en la concentración del primer equipo, que venía tras doce encuentros seguidos sin triunfos y que el sábado enfrentaría en La Plata a Tigre. En esa ocasión, según contó hace tiempo el ex jugador Guillermo Pantaleo, éste se encontraba jugando al billar con un compañero cuando se le acercó Di Sopra y murmurándole al oído le dijo que “mañana hacés un gol”.
Y pese a que el cotejo finalizó igualado en cero, efectivamente Pantaleo hizo un gol, que el árbitro anuló marcando una posición adelantada de Gabriel Pedrazzi, quien no había tenido participación alguna en el tanto. De todas formas, esto le valió a Ernesto cierta “credibilidad” en el plantel.
En la fecha siguiente el Lobo debía viajar a Santa Fe para enfrentar a Colón. El centrodelantero uruguayo Jorge Rodríguez Rodríguez, que había llegado al club ese mismo año, venía de capa caída y yendo al banco de suplentes. No obstante, Di Sopra le auguró que frente a los sabaleros ingresaría en el segundo tiempo para hacer el gol con el que los de La Plata triunfarían. Y así fue nomás. Cuando el partido iba 1 a 1, el charrúa ingresó y anotó para que los mens sana se impusieran 2 a 1.
El “Brujo” se convirtió así, rápidamente, en un amuleto para buena parte del plantel, especialmente para Rodríguez Rodríguez, con quien trabó una breve amistad, que se truncó dando motivo para que el club prescindiera de los “mágicos servicios”.
OTRAS ACTIVIDADES
Di Sopra Casco siguió con sus ocupaciones entre La Plata y Buenos Aires.
El hombre había nacido en el barrio porteño de Boedo, frente al viejo estadio de San Lorenzo, pero luego se mudó con su familia a La Boca. A los 14 años perdió a sus padres y debió enfrentar la vida con la dureza que esa situación representa.
Por eso fue que desempeñó muchas y disímiles actividades; se definía como parapsicólogo, tarotista, grafólogo, vidente, periodista, escritor, pintor, “fundador de la ‘República de la bohemia’” y tabernero, menester que desempeñó durante algún tiempo y mucho después de su paso por Gimnasia al explotar la llamada “Taberna Gitana” que había abierto en el barrio El Mondongo.
Luego de eso, sus pasos lo llevaron a la Capital Federal para encarar un inédito emprendimiento en el barrio de San Telmo, en donde abrió un bar en el que se ofrecía cerveza “por metro”. Contaba con varios tubos marcados por centímetros para que los clientes eligieran la medida de su preferencia.
Tiempo después se fue a vivir a la localidad cordobesa de Bialet Massé, cercana a Villa Carlos Paz y al lago San Roque. Allí, a metros de la Ruta Nacional 38 abrió el “Museo del Hincha del Fútbol ‘Luis Acuña’”, el que alcanzó cierto reconocimiento incluso en el exterior. Y esa es su última ocupación conocida.
Las noticias locales nunca fueron tan importantes
SUSCRIBITE