Fue penal y Pitana lo sancionó correctamente

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Por JORGE VIGLIANO
Ex árbitro de Primera División

A minutos de la entrega de medallas para jugadores y árbitros que disputaron la final, me afloran sentimientos encontrados. Por un lado, la coronación de una actuación brillante del grupo arbitral y, por el otro, saber que gran parte de la posibilidad de ir sumando designaciones se dio por la pronta eliminación del equipo argentino.

La muy valorable actuación de nuestros árbitros en cinco partidos, incluidos el inaugural y la final, se produjo en un torneo que será un hito en la historia de los mundiales, por la inserción de una herramienta tecnológica novedosa, que con su funcionamiento aventó las dudas y enmendó errores generando justicia.

Con el tiempo, quedará en el recuerdo y en las charlas de café los goles fantasma de Inglaterra ‘66, la mano de Dios, o el jeque árabe que marcó un fuera de juego en el partido de Arabia Saudita-Francia de 1986. Y el último cambio de importancia similar a este se dio con el nacimiento de las tarjetas, que llegaron producto de un conflicto con jugadores argentinos y el árbitro alemán de Inglaterra ‘66, contra el local en una de las semifinales. La otra semifinal, entre Uruguay y Alemania, curiosamente la dirigió un árbitro inglés. En el partido de Argentina fue expulsado Rattín por reclamos reiterados, pero el jugador no quiso retirarse hasta que apareciera un traductor, que estaba buscando el DT, el recordado “Toto” Lorenzo.

En el Mundial de México de 1970 hubo traductores, pero sí el idioma universal, ya que aparecieron, la amarilla para la amonestación y la roja para la expulsión. Y luego llegamos al actual Mundial, el más limpio de la historia, honrando el “living fútbol”: en 64 partidos hubo cuatro expulsados, dos por doble amarilla y dos por posibilidad manifiesta de gol, algo inimaginable. Se acabaron los tackles deslizantes y las tremendas patadas a Pelé, Maradona, Caniggia o Van Basten.

Sin dudas, esto ayudó al equilibrio lúdico competitivo y al espíritu del fair play, el VAR, pues el jugador se siente observado.

El ejemplo de que el jugador confía en el VAR se produjo después del penal que ayer sancionó Pitana, porque tras la lectura de la acción, no hubo un sólo jugador que reclamara.

Con relación al trabajo de Pitana y sus colaboradores en el partido final, se les presentó al principio difícil, pero lo encaminó con dos jugadores franceses amonestados y esa relación amistosa con el jugador, tan propia del árbitro. En la jugada más importante del juego, que fue el penal por mano, tuvo una buena comunicación con el VAR y lo sancionó correctamente.

Repito lo que expresé en la columna anterior: este cuarteto arbitral puso orgulloso al fútbol argentino y muy especialmente al arbitraje.

 

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