Por MARTÍN MENDINUETA.- Estudiantes jugó como le gusta a su gente

No iba a poder ganar. Parecía una misión imposible. En la previa, casi nadie apostaba por el equipo de ese director técnico novato que arriesgaba mucho poniendo a varios pibes como titulares frente a los campeones reinantes del continente

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Por MARTÍN MENDINUETA
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No iba a poder ganar. Parecía una misión imposible. En la previa, casi nadie apostaba por el equipo de ese director técnico novato que arriesgaba mucho poniendo a varios pibes como titulares frente a los campeones reinantes del continente.

El empate ya era muy bueno. Sólo debía dejar la serie “abierta”. Pedirle más era una exigencia injusta para con un equipo reforzado en base a un presupuesto modesto.

Con este panorama complejo, el pronóstico era reservado. Y, como si fuera poco, faltaba el “Chapu” Braña.

En el minuto inicial ya estaban definidos los roles. El visitante al ataque, proponiendo un juego de tenencia casi permanente con siete hombres en campo rival, Por su parte, el anfitrión de casa alquilada lo esperaba agazapado, sin regalar espacios, concentrado, siempre tenso y, fundamental, sin haraganes en la cancha. Todos estaban dispuestos a todo. Solidarios, generosos, corriendo hasta por las dudas. Haciéndole saber al poderoso Gremio de Renato Gaúcho que iba a tener que dejar el alma sobre el césped cervecero para llevarse algo a Porto Alegre.

Después de cuatro o cinco minutos de un toqueteo de pelota más efectista que efectivo por parte de los que se habían vestido como Temperley, Estudiantes de La Plata les regaló a sus hinchas exactamente lo que habían ido a ver.

La actitud del “León” fue emocionante. Chicos y grandes hicieron un desgaste de energía que asombró a los brasileños y fue enamorando a cada uno de los miles que habían viajado a Quilmes a pesar de todo. Todos jugaron para el equipo. Ninguno se guardó ni una gota de valentía. Matías Pellegrini volvió a causar asombro con su manera de encarar con la pelota al pie como si lo estuvieran marcando sus amigos de Magdalena. Francisco Apaolaza convirtió uno de los goles más importantes de su vida porque diez segundos antes no dudó en tirarse al piso, trabar y ganar una pelota que parecía perdida. Ellos fueron los mejores, pero hubo un caso en particular que impresionó gratamente,

Pablo Lugüercio, quizás el titular más discutido por la mayoría de los hinchas, jugó con el viejo manual “Pincharrata”. Se ubicó sobre la franja derecha, unos metros adelante de Facundo Sánchez y allí frenó a cualquiera que quisiera pasarlo. Por momentos, fue un volante externo de contención con licencia para avanzar por esa banda. Su esfuerzo fue reconocido con un fuerte aplauso en el momento en que fue reemplazado por Lattanzio.

CAPÍTULO INICIAL CASI PERFECTO

Cuando Gastón Campi marcó el segundo gol, de cabeza tras un tiro de esquina bien ejecutado, la noche pareció rendirse de rodillas ante los sueños y las ambiciones de Estudiantes. Jugaba bien, convertía en impotente a un poderoso de Brasil y ganaba por una diferencia que rozaba lo ideal. Pero Gremio no se iba a quedar de brazos cruzados y empujado desde el fondo por el temperamento argentino de su capitán sin brazalete, Walter Kannemann, anotó un gol que consiguió bajar la espuma de un clima festivo.

El descuento del peligroso huésped dolió como una trompada de boxeador profesional, pero, aún así, no consiguió manchar la tan saludable imagen que habían dejado los muchachos del “Chino” Benítez. Camino al vestuario, para el descanso del entretiempo, cada jugador Pincha escuchó y sintió de un modo inconfundible que sus fieles seguidores estaban tan contentos como orgullos. Resultó un capítulo inicial casi perfecto, como para poner en un cuadrito de esos que se cuelgan en el galpón de la memoria.

FINAL ABIERTO

Nadie sabe de qué modo terminará la historia el martes 28 del corriente. Suspenso y expectativa son condimentos que irán en aumento. Para eso habrá que esperar; en cambio, hoy ya se sabe que Estudiantes, guiado por Leandro Benítez, ha comenzado a transitar nuevamente por el camino de la sensatez. Nada de cosas raras. Hasta ahora se ha visto con nitidez una idea basada en el despliegue físico generoso y en el atrevimiento para buscar el arco rival cada vez que se pueda. Con eso, la gente está contenta e ilusionada. Se siente identificada con lo que hace el equipo. Sin dudas, ya constituye un gran capital para este ciclo de trabajo que recién está gateando.

 

 

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