Tensión y un diagnóstico común

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Por MARIANO SPEZZAPRIA

@mnspezzapria

El acuerdo electoral entre el kirchnerismo y Sergio Massa plasmó un realineamiento de la mayoría del peronismo en un proyecto de oposición al presidente Mauricio Macri. El entendimiento llegó por un diagnóstico común sobre el “fracaso” de la gestión del Gobierno, pero debajo de la superficie hay más dudas que certezas sobre la identidad política que alumbrará el reagrupamiento. Y persiste la tensión entre ambos sectores. ¿Podrá Massa mantener su propio estilo en sociedad con una figura de la densidad política de Cristina Kirchner? Se trata justamente del principal temor del tigrense, que de todos modos cuenta como un aliado clave como Alberto Fernández para imprimirle a la campaña del flamante Frente de Todos una impronta que no se termine asimilando enteramente la línea kirchnerista.

De hecho, el esfuerzo que hizo Alberto Fernández para atraer a Massa a la coalición opositora fue ostensible: no sólo lo invitó públicamente a tomar un café –a riesgo de ser desairado- sino que además fue quien convenció a Cristina de que el proceso de unidad del PJ debía contar indefectiblemente con él, con el criterio de que es “el único del arco opositor que tiene votos propios”.

La caracterización que hizo Alberto ante la ex presidenta diferenció a Massa de otros dirigentes peronistas como Juan Manuel Urtubey, el gobernador de Salta que acaba de sellar un acuerdo con Roberto Lavagna; y del senador Miguel Pichetto, que terminó aceptando el ofrecimiento de Macri. También dejó afuera al cordobés Juan Schiaretti.

De hecho, el cordobés será el único gobernador peronista –además de Urtubey- que no se alineará con PJ nacional. La mayoría de los mandatarios provinciales ya manifestó su apoyo a la fórmula Fernández-Fernández y con la incorporación de Massa potenciará esa decisión. La presencia de Pichetto junto a Macri les permitirá, sin embargo, no bajar los puentes con la Rosada.

PERSISTEN LAS DIFERENCIAS

El estilo político de Massa provocó un marcado fastidio en el kirchnerismo duro y también en el entorno de Alberto, porque les costó mucho terminar de cerrar el acuerdo con el Frente Renovador. Según pudo constatar EL DIA anoche en el búnker de Alberto en San Telmo, hubo caras de cansancio al finalizar la reunión pese a que se acababa de anunciar el entendimiento. La principal diferencia entre Massa y el kirchnerismo es que Cristina quiere que la fórmula se designe “por consenso” y el tigrense pretende competir en las PASO de agosto como precandidato presidencial. “Tenemos tiempo hasta el 22 de junio”, advirtió Massa al retirarse de las oficinas de la calle México, que el sindicato de porteros de Víctor Santa María prestó.

En el capítulo bonaerense del acuerdo, Massa consiguió que el kirchnerismo no accione contra los intendentes del Frente Renovador; cuatro lugares en lugares expectantes en la lista de diputados nacionales; una decena en la de legisladores provinciales y la prioridad para definir la oferta electoral en Tigre. Allí gobierna Julio Zamora, quien se acercó a los K y quiere ser reelegido. Pero el objetivo de Massa es que su mujer Malena Galmarini sea la próxima intendenta. La resistencia de Zamora –con el aval de algunos de sus colegas del PJ bonaerense- había bloqueado hasta ahora el acuerdo entre Massa y Alberto Fernández. Hubo entonces momentos de tensión entre los negociadores, reveló el diputado Felipe Solá, quien participó del encuentro.

Para Massa, la alianza con el kirchnerismo no resultó fácil. El Frente Renovador surgió a la vida pública en 2013, cuando cortó el proyecto re-reeleccionista de Cristina al derrotar al FpV en las elecciones legislativas de la Provincia. Y ahora acaba de perder a su madrina política Graciela Camaño, quien migró a las filas de Lavagna-Urtubey.

 

 

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