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Economía Dominical |INFLACIÓN Y PANDEMIA MEDIANTE

Hace 30 años que uno de cada cuatro argentinos no logra salir de la pobreza

El 2020 cerró con 42% de pobres, pero desde 1992 que el indicador no baja del 25 por ciento. El llamado “núcleo duro” no se pudo perforar hacia abajo ni siquiera en los breves períodos de crecimiento económico

Hace 30 años que uno de cada cuatro argentinos no logra salir de la pobreza
Esteban Pérez Fernández

Esteban Pérez Fernández
eperezfernandez@eldia.com

11 de Abril de 2021 | 06:30
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La pobreza golpea con números duros como nunca a la población argentina. Los últimos guarismos oficiales con los que se cerró el olvidable 2020, signado por pandemia, crisis, recesión e inflación alta, hundió al 42 por ciento de los argentinos a ese dramático lugar, de los cuales el 10,5 por ciento ni siquiera tienen para pagarse lo mínimo indispensable para subsistir, esos que el sistema y las estadísticas califican como “indigentes”. Para colmo de males, también se supo de la encuesta permanente de hogares (EPH) que elabora el Indec que el 57,7 por ciento de los chicos menores de 14 años viven en situación de pobreza, una cifra que llena de interrogantes no solo el futuro de los propios involuntarios protagonistas sino el de todo un país.

Esto implica que, para el universo de los 31 aglomerados urbanos de la EPH, por debajo de la línea de pobreza se encuentran 2.926.890 hogares que incluyen a 12.000.998 personas y, dentro de ese conjunto, 720.678 hogares se encuentran por debajo de la línea de indigencia e incluyen a 3.007.177 personas.

La cifra de pobreza con que cerró 2020 evidencia no solo el impacto social que tuvo la pandemia de coronavirus debido a la estricta cuarentena impuesta en marzo del año pasado: la economía ya sufría recesión –no crece desde hace 10 años- y la segunda inflación más alta de Latinoamérica (36,1 por ciento) después de Venezuela.

La incidencia histórica de la pobreza tiene un piso del 25% difícil de perforar

 

El Indec mide la pobreza con el método más simple y difundido: la pobreza monetaria o de ingresos. Aunque Argentina siempre ha medido la pobreza con dicha metodología, por diversas razones el organismo no reporta series históricas largas de pobreza, lo que dificulta el análisis de la evolución de la pobreza en las últimas décadas. El Instituto Nacional de Estadística y Censos mide la incidencia de la pobreza cada seis meses. Para ello, define una línea de pobreza: es un monto equivalente al ingreso que un hogar debe tener, según su composición y requerimientos nutricionales, para acceder a una canasta básica de bienes y servicios.

La incidencia histórica de la pobreza en Argentina tiene un piso difícil de perforar: en los últimos 30 años la tasa de pobreza medida por ingresos nunca fue menor al 25%, revela un informe conjunto del Centro de Estudios Distributivos, Laborales y Sociales (Cedlas) y el Centro de Implementación de Políticas Públicas para la Equidad y el Crecimiento (Cippec), en el que se señala que entre 1983 y 2018 “la pobreza disminuyó en el rebote de las dos crisis macroeconómicas más profundas que vivió el país y en el período de excepcionales circunstancias externas durante los 2000”. Sin embargo, el trabajo señala que existe un “núcleo duro de pobreza”, que nunca pudo mejorar su situación y afecta a 25% de la población argentina.

En cuanto a la evolución cronológica y haciendo hincapié en que distintos estudios revelan que se fueron modificando los criterios, la metodología y las canastas que toma el Indec para medir la pobreza (y la indigencia), podemos decir que un primer aspecto destacable es que entre 1992 y 2018 la tasa de pobreza nunca cayó por debajo del 25%, aun cuando en diversos momentos (1993 – 2011/2013 – 2017) se acercó a dicho umbral.

A inicios de 1992 el 29,7% de los argentinos eran pobres y, pese al período de expansión económica que comúnmente se lo denomina como “el uno a uno” o “los noventa”, solo bajó en el 93 a 26,9% para iniciar un camino ascendente de 40% en 1996, cifra que se mantuvo con pequeñas variaciones hasta el 2000, para saltar al 45% en 2001 y el pico de 65,5% ya en 2002 (ver gráfico), después de que “explotara” la convertibilidad, crisis y corralito mediante. Es decir, se creció, pero la pobreza se instaló en umbrales muy altos de los cuales no bajó.

Luego el índice inicia un camino a la baja en otro período considerado de “expansión económica” de 2003 a 2008, según señala un informe realizado por el ex ministro de Economía Jorge Remes Lenicov del que se dio cuenta en estas páginas, pero en distintos estadíos ese número llegó a tocar un piso de 26% en 2011 como punto más bajo. Es decir, nunca se perforó el piso del “núcleo duro” de la pobreza, del 25%. De hecho, en 2006, año que no será recordado precisamente como de “crisis económica” sino más bien de recuperación económica, la pobreza todavía estaba por encima del 41%, una cifra altísima.

Cercano a la cifra del 26%, y con la inflación instalada por encima del 20 por ciento según estimaciones privadas, el Indec dejó de publicar datos de pobreza a partir de 2013 y los nuevos datos oficiales recién se publicaron en 2016, para encontrarnos con un 30,8% ese año y tocar el piso de toda esta serie histórica en 2017 con un 25,5% (siempre sin perforar el 25%) y trepar a 32% en 2018, 35,5% en 2019 y posarse en el tremendo 42% de fines de 2020, pandemia, inflación alta y recesión mediante.

POBREZA CRÓNICA Y CARACTERÍSTICAS

Los datos que da un estudio conjunto del CIPPEC, CEDLAS, y PNUD titulado “El desafío de la pobreza en la Argentina: diagnóstico y perspectivas”, analiza y caracteriza la realidad que atraviesan las personas en situación de pobreza crónica, es decir, aquellas que pertenecen a hogares con menos probabilidad de salir de la pobreza -medida por ingreso- incluso en períodos favorables para la economía del país.

Pero la pobreza implica carencias y vulnerabilidades que exceden la dimensión monetaria. Según el estudio, “en el período 2003-2018 hubo una clara reducción de la pobreza multidimensional”, que mide aspectos del nivel de vida de la persona y su acceso a bienes, servicios y derechos. Los números oficiales muestran que, en 2019, con una economía en recesión y con más del 50 por ciento de inflación, más el demoledor 2020, en el que el PBI retrocedió 9,9 por ciento, los indicadores sociales solo empeoraron.

El estudio se centra en el 10% de los hogares más vulnerables con más probabilidad de persistir en la pobreza, a quienes define como pobres crónicos. Ellos constituyen el núcleo duro de la pobreza.

El 50% de las personas en situación de pobreza crónica vive en el Conurbano Bonaerense. Alrededor del 22% se localiza en la región Pampeana, particularmente en la periferia de grandes ciudades como La Plata, Córdoba y Rosario. El resto se divide entre el Noreste (NEA, 11%), el Noroeste (NOA, 8%) y la región Cuyana (7%). La incidencia de la pobreza crónica en la Patagonia y la Ciudad de Buenos Aires es prácticamente insignificante. Como proporción de la población por región, su incidencia es mayor en el NEA, el Conurbano y el NOA, según datos del CIPPEC.

Los hogares de pobreza crónica son grandes: tienen 6,1 personas, con un promedio de 2,5 niños menores de 12 años, mientras que, entre los hogares no vulnerables, el tamaño medio es menor que 2, con apenas 0,3 niños en promedio. El 43,4% tiene como jefa de hogar a una mujer. En cuanto a las condiciones habitacionales, el 98,5% de los pobres crónicos accede a agua corriente pero sólo el 63,4% tiene baño con retrete con descarga de agua y apenas el 28,9% tiene acceso a cloacas.

Casi 3 de cada 4 personas en pobreza crónica tiene menos de 26 años. La comparación con el grupo no vulnerable es la contracara del fenómeno: apenas el 6% de esta población tiene menos de 26 años. Esto se relaciona directamente con la transmisión intergeneracional de la pobreza.

El estudio señala que casi el 60% de las personas en situación de pobreza crónica tiene menos de 15 años, el 70% tiene un nivel educativo bajo y, si bien la mayoría de los adultos tienen trabajo, éstos son precarios y sin aportes de seguridad social y cobertura de salud.

Como características, el 47,9% son niños menores de 15 años, mientras que solo el 0,5% de los pobres crónicos supera los 65 años de edad. El tamaño promedio del hogar en pobreza crónica es de 6,1 personas, con un promedio de 2,5 niños menores de 12 años.

En cuanto a la educación, casi el 70% de los pobres crónicos tiene un nivel educativo bajo (menos de 9 años de educación) y prácticamente ninguno posee un nivel educativo superior (más de 12).

Sólo el 89,3% de los jóvenes entre 13 y 17 años asiste a la escuela mientras esta cifra se eleva al 100% para los jóvenes en situación de menor vulnerabilidad.

La mayoría de los adultos que se encuentran en situación de pobreza crónica trabaja. Sin embargo, su inserción en el mercado laboral se da en condiciones más precarias: un 35% declara no tener un trabajo fijo, y pocos tienen un empleo con derecho a jubilación (33%) y obra social (36%). A su vez, la participación laboral es significativamente menor en el grupo de jóvenes y de mujeres que se encuentran en la pobreza crónica en comparación al resto de la población.

CRONOLOGÍA

Si bien los datos del instituto oficial (Indec) sobre este tema comenzaron a publicarse en 1988, distintas fuentes sostienen que durante la Presidencia de Raúl Alfonsín (UCR) la pobreza bajó en sus primeros años de mandato, pero en los últimos meses de su gestión este indicador subió notoriamente.

Según datos del Centro de Población, Empleo y Desarrollo de la Universidad de Buenos Aires (CEPED-UBA), en octubre de 1982 (14 meses antes de la asunción de Alfonsín) la pobreza en el Gran Buenos Aires llegaba a casi el 22% de los hogares, mientras que el mismo mes de 1985 (ya con casi dos años de mandato) bajó al 14%. En este sentido, en mayo de 1989 (dos meses antes de dejar anticipadamente su puesto) subió al 20% de los hogares y en octubre de 1989, apenas dos meses después de la asunción de Carlos Menem, el 38% de las viviendas estaba por debajo de la línea de la pobreza, aumento de la pobreza que está principalmente asociado a la hiperinflación, aunque también se relaciona con un deterioro del mercado de trabajo iniciado a mediados de los ‘70, cuando comenzó una caída en la calidad del empleo, que desembocó en una baja de los ingresos, según Chequeado.com.

Según los viejos datos del Indec para el Gran Buenos Aires (GBA), en octubre de 1989 la pobreza llegaba al 47% de la población, mientras que luego bajó en 1995 donde las cifras oficiales marcan un 29,6% de pobreza (algunos la sitúan en 22% pero difiere la metodología de medición) y, según el informe, esto se debió al control del proceso inflacionario mediante la convertibilidad.

Sin embargo, en el segundo mandato de Carlos Menem, la pobreza volvió a aumentar. En octubre de 1999, mes en el que se realizaron las elecciones presidenciales que ganó Fernando de la Rúa (Alianza), la pobreza afectaba al 27%, según los antiguos cálculos oficiales.

El Cedlas de la Universidad de La Plata recalculó los datos oficiales de pobreza desde 1992 con la vara actual con la que mide el INDEC y para los 10 aglomerados urbanos para los que hay información desde ese momento. En esa serie se ve que la pobreza alcanzaba el 30% en 1992, mientras que en 1999 era cercana al 40%.

“La recuperación y expansión de la economía entre 1991 y 1994 tuvo un efecto que favoreció la disminución de la pobreza”, sostiene un informe de la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL). “Entre 1994 y 1997, el debilitamiento del ingreso real y el empeoramiento distributivo se combinaron, dando por resultado un nuevo aumento de la incidencia de pobreza absoluta”, añade el estudio, y señala que “en los años subsiguientes hasta llegar al 2000, fue el continuado deterioro distributivo el único responsable de la elevación de la pobreza”.

Así, durante la Presidencia de De la Rúa la pobreza aumentó nuevamente: según el dato recalculado por Cedlas, en octubre de 2001, meses antes de que renunciara en diciembre de ese año, alcanzaba al 46% de la población -medido con la vara actual-. Sin embargo, tras la sucesión de tres presidentes en una semana, en octubre de 2002, ya bajo el mandato de Eduardo Duhalde (PJ), la pobreza siguió aumentando y llegó casi al 66%.

En mayo de 2003, cuando Duhalde entregó el poder a Néstor Kirchner la pobreza era del 62%, según la estimación del Cedlas. En el gobierno de Kirchner se logró bajar este indicador, llevándolo a casi el 37% en todo el país en el segundo semestre de 2007. A partir del 2003, el INDEC comenzó a publicar información de la pobreza en 31 aglomerados urbanos.

Por eso mismo, se debe recurrir a estimaciones alternativas. Fernández de Kirchner asumió en diciembre de 2007 y en su primer mandato, según las cifras del Cedlas, logró bajar este indicador del 37% al 28%, según la actual vara. Sin embargo, en su segundo mandato la pobreza habría aumentado nuevamente hasta el 30%. Así, en el total de su mandato, la pobreza habría bajado de 37% a fines de 2007 a 30% a principios de 2015, ya que los datos de finales de ese año no se publicaron por la “emergencia estadística” del Indec.

 

Cómo se mide y por qué persiste el bajo crecimiento del PBI

En los últimos 40 años hubo varias metodologías diferentes para medir la pobreza por ingresos. Principalmente varían la canasta de bienes que se utilizan para medir el umbral de la pobreza, es decir, la vara para medir si una persona es pobre o no, que dificultan su comparación con datos actuales.

Entre 1983 y 2018 el PBI per cápita creció a menos del 1% anual, un escenario “no propicio para alimentar un proceso sólido de reducción persistente de la pobreza”. En ese mismo lapso, los indicadores de pobreza (siempre medida por ingreso) se redujeron en casi todos los países de América latina en los 2000 y también en la presente década, aunque a tasas menores.

 

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